Es difícil educar a un hijo, supongo que siempre habrá sido problemático, los padres queremos lo mejor para ellos, pero no siempre las cosas salen bien. Lo primero es poder darles lo básico, y después educarlos lo mejor que entendamos. Cuando son pequeños solo hay que cuidarlos, luego los llevamos a la escuela y van encontrando otras experiencias, otras formas de hacer las cosas y se mezclan con el mundo.
Dicen que todos los padres queremos lo mejor para nuestros hijos, pero para nuestros hijos quizás no sea lo mejor lo que queremos sus padres, me explico: queremos que aprendan, se eduquen, sean buenas personas como entendemos que es una buena persona, que estudien y salgan adelante; pero a veces los niños no quieren estudiar, y habrá que buscar otras soluciones para que puedan encauzar sus vidas.
Lo peor de todo creo que es la adolescencia, un lugar donde las contradicciones entre padres e hijos se descontrolan. Ellos quieren hacer lo que les da la gana y nosotros tratamos de encauzar sus vidas. Comienzan a salir por la noche, pero no un par de horas o tres, vienen a las siete o las ocho de la mañana, cansados, derrotados, a veces bebidos, y no nos explicamos lo que hacen durante toda la noche. Así un fin de semana y otro y lo malo es que después de salir, encima ponen mala cara y no están contentos. Pero la adolescencia es una enfermedad que se cura con el tiempo, se sale de ella, pero es difícil controlarla mientras se está en ella, es una especie de rebeldía injustificada para afirmarse como persona. Luego poco a poco vuelven las aguas a su cauce y la incomunicación entre padres e hijos se disuelve.
Los hijos se parecen a los padres, heredan parte de nuestros genes, unos salen más listos, otros menos. Todos los padres queremos que nuestros hijos sean los mejores, después nos damos cuenta que no es así. Nos aceptamos unos a otros y vamos nadando en la vida, tratando de hacernos soportables unos a otros. A veces nos comprendemos, otras tenemos grandes divergencias y así van pasando los años y de pronto nos encontramos en la casa con un adulto que piensa, se divierte, sale, entra, trata de encauzar su vida y que se parece mucho a nosotros.
Muchos padres tienen la suerte de haber inculcado en su hijo/a su oficio y dedicación, y haberlos apasionado y enseñado a ser ambiciosos y constantes en ello.
ResponderEliminar¡Enhorabuena!