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lunes, 21 de septiembre de 2015

GORDO

Lo conocí hace años pero no habiamos intimado. La primera vez que lo ví, me sentí afortunado pero él se mostró distante y no me hizo ni caso y se fue a su escondite.
Hace unos días estuve con él. Hicimos un viaje juntos. Él iba en su cajón gatuno y yo junto a él en el asiento trasero. Me miraba y nos mirábamos pero no había feeling o como se diga. En eso estábamos cuando llegamos a nuestro lugar de destino. Salió de su jaula y Carmen le colocó el  pienso y el agua al instante y lo piropeó una y otra vez pero él se mostraba extraña en aquella casa rara, junto al mar. 
Gordo, como se llama el felino, se escondía una y otra vez y apenas los veiamos los que habitabamos la casa, de vez en cuando lo veiamos pasar con su rabo tieso. 
Gordo es grande, blanco, sedoso, silencioso, afortunado, remolón, paciente, a veces es un gato raro, pero se comporta como lo que es. 
En aquellos dias seguiamos sin comunicarnos, pero una tarde que me quedé solo con él, salió de su escondite, debajo del sofá y vino hacia mí, ronroneando, meneando el rabo, le acerqué mi mano y él se acercó aún más, mis dedos tocaban su lomo y él se mostró contento, me seguía y se pegaba a mi pantalón y a mis pies. Me senté en el sofá y él me siguió, cada vez que lo acariciaba, él movía los bigotes y me hablaba a su manera. 
Durante algunos días hicimos lo mismo y entonces comprendí el porqué la gente tiene animales y la función que ejercen en sus vidas.

domingo, 6 de septiembre de 2015

EL SANTO CUSTODIO SIGUE EN LA HOYA DEL SALOGRAL

El tiempo también ha pasado para la aldea de la Hoya del Salobral . El progreso también llegó, ahora hay una almazara que obtiene un buen aceite y una fábrica de quesos de buena calidad, elaborados con leche de cabra que se alimenta de los pastos que crecen en aquellas tierras.
El camino desde Alcalá la Real es el mismo que el de aquellos años antiguos, pasando por Frailes y subiendo por una buena cuesta hasta el cortijo de Los Rosales, para después proseguir el paso hasta la Hoya, por curvas y contracurvas con vistas hermosas y tierras quebradas.
La Hoya sigue siendo el santuario baluarte del santo Custodio, el taumaturgo nacido en 1885 y que después de su muerte en 1961, parece que sigue vivo y atrayendo gente de muchos lugares que aún cree en el milagro o en la esperanza de que visitando este lugar algo puede suceder, pero algo fuera de lo normal, extraordinario, casi mágico.
Hay una fuente de agua  ‘milagrosa’ que siempre tiene clientes que tratan de llenar sus botellas, garrafas u otros envases y hasta hacen cola para tratar de llevarse unos litros de esta agua a sus casas.
El santo, la aldea, el agua, el lugar, el cerro de la Mesa siguen allí, y desde lo alto se divisa Sierra Nevada. Los creyentes, los curiosos, los viajeros siguen llegando. Francisco, un joven estudiante de Ingeniería sube, ahora, cada día con su bicicleta de montaña hasta la iglesia donde reina la Virgen de la Cabeza y como le han salido bien los exámenes de junio en su primer año en la Universidad de Málaga, cumple esta promesa que hizo algún día al iniciar el curso el pasado octubre. No es un creyente a la antigua usanza pero en el centro de su ser alguien le está diciendo que allí puede encontrar una ayuda, al menos para no desfallecer, mientras estudia en los inviernos suaves malagueños
La casa del santo Custodio sigue intacta en el centro de la aldea, son muchos los visitantes y escuchando sus voces, todos cuentan hechos insólitos, milagros, curaciones y anécdotas que quizás ocrrieron hace mucho tiempo y a fuerza de repetirlas siguen latentes en la actualidad.
Por la Hoya del Salogral, por el cercano cerro de la Mesa han ido pasando gentes de todo tipo. Algunos, importantes estudiosos que han escrito sobre ello, como Manuel Amezcua que con su libro ‘La Ruta de los Milagros’ dejó unas bases importantes para el estudio de los curanderos y del santo Custodio en particular, tratando de encontrar conclusiones que explicaran este fenómeno.
 Amezcua y otros estudiosos dicen que todo hace pensar que en la Sierra Sur el fenómeno del curanderismo es sobre todo una cuestión cultural, con una continuidad, un reconocido prestigio social, especialmente entre una minoría numerosa que se beneficia de sus servicios. La reducida presencia institucional hizo favorecer la exaltación del liderazgo individual que se materializa en la presentación del santo como un profesional de la creencia al que se le reconoce, por encima de todo, la capacidad de interpretar al prójimo y a la naturaleza que le rodea. En este contexto la función taumatúrgica se contempla como una prestación secundaria que atiende a la necesidad individual y colectiva para afrontar situaciones existenciales de primera magnitud, como enfermedades, sensaciones de inseguridad, calamidades, etc. Los componentes heterodoxos de la praxis curandera se ven favorecidos por la persistencia de un sistema de creencias de aspecto arcaico en el que muy a menudo se hace una interpretación teúrgica de determinadas patologías, comola esterilidad y las deformaciones de los recién nacidos.

Los estudios son importantes y aclaran muchas cuestiones, pero otras muchas parece que no tienen explicación. El escritor inglés Michael Jacobs, también, llevaba una pequeña estampa del santo Custodio en su cartera y a veces la sacaba, mientras hablaba con sus amigos, y decía que la pequeña estampa le había salvado en ocasiones peligrosas. Son muchas las personas que siguen llevando en su bolsillo la imagen del santo Custodio, como una especie de protección ineludible, como algo a lo que agarrarse en momentos comprometidos, es algo que no tiene una explicación razonable, sino que parece como un acto de fe, algo que la conciencia nos dice que es verdad, o como una última essperanza cuando todo está perdido. 
El pasado viernes, la Hoya del Salogral aparecía entre nubes y grises. Un cabrero cuidaba de su ganado y lo llevaba a pastar al campo, las cabras iban como rezagadas sin querer moverse mucho, había pocas hierbas y las que quedaban estaban secas, pues la lluvia se está haciendo esperar para meses venideros. Desde lo alto del cerro de la Mesa se vislumbraban las casas de los vecinos y Ramona que vendía todo tipo de productos en una pequeña tienda frente a la casa del santo Custodio ya no está, en su lugar quedó su hija y su yerno que también regentan un negocio.
Se oyen voces escondidas en las casas y a lo lejos se divisan los molinos que transforman su energía en electricidad. Aún está allí la vieja escuelapero los niños aún no han llegado. Allí huele a campo, a animales sueltos, a veces a soledad.
Hay casas modernas, como chalets y por allí se acercaban las gentes en busca de alguna esperanza que llevarse al saco de la fe. Un viejo pasea con una gancha y dice ‘buenos dias tengan ustedes y nos de Dios'. 
 Al llegar al cerro de la Mesa la tranquilidad y la paz van de la mano. La iglesia de la Virgen de la Cabeza se levanta con sus campanas en silencio. En la pared del templo hay publicidad de la próxima lotería de Navidad que vende la hermandad a 23 euros el décimo.
Una mujer sale de una pequeña habitación y un perro ladra sin saber a quién, pero siguen todas las puertas cerradas, el viento es suave, la explanada grande que cada domingo último de abril se llena de gente está vácia y allí se alinean las casas de las hermandades.
Hay tres cruces clavadas que miran a Sierra Nevada, las campanas de la iglesia dan las doce de la mañana.
El oratorio del santo Custodio está más arriba, intacto, lleno de exvotos y de esperanzas de muchos fieles que pusieron su empeño en dar gracias por lo recibido. Sigue siendo lugar de paso y de peticiones, a veces, imposibles, pero todos los que van allí nunca pierden la esperanza. El espíritu del santo Custodio está intacto, la gente sigue subiendo , orando, pidiendo, dando gracias. La gente del siglo XXI sigue fiel a un hombre que nació en el siglo XIX y que con una papeleta de liar cigarrillos dicen que curaba enfermedades y manías.
La Hoya del Salobral sigue allí, intacta, perenne, como la fe de los que suben.

miércoles, 2 de septiembre de 2015

ELLAS



Estaban allí, extendidas en sillas metálicas, mirando el patio acristalado de aquella residencia.   Había mujeres calladas, otras que no paraban de hablar, mujeres pensativas que estaban en su mundo. Mujeres lindas, pesadas, mujeres con vida que arrastraban sus pies por aquellos pasillos soleados, mujeres con vidas atrasadas, como con poco futuro, pero ansiaban seguir pensando en él.                                                                                                                                                                              Había mujeres dormidas por el tiempo, otras que soñaban en sus mejores días, las había abandonadas, muy aseadas, peinadas, con canas, con batas ligeras para el verano. Estuve con aquellas mujeres emocionadas que esperaban la caricia de un nieto, me miraban, eran educadas, alguna se reía, otra iba a la capilla, me daban la mano, me explicaban un poco de su vida, me miraban. Josefina tenía las uñas pintadas, olía a rosas; Emilia se sorprendió al vernos y su cara cambió como de la noche al día, se sintió normal, como si hubiera recuperado a algunos que había esperado durante tiempo.                                                                        Allí, había paz, tranquilidad, bullicio, libertad aprisionada por el propio miedo interior. Vi habitaciones con vistas al exterior, limpias, ordenadas. Mujeres con pañales como si fuesen bebés, mujeres con vida interior y exterior, mujeres serias con sonrisa suave que habían besado, alguna vez, a hombres reales. Mujeres con un pasado y con un futuro cierto y seguro, como el mío, como el tuyo.                                                                                                                                                                     Yo me vine de allí pensando en ellas, pensando en mí, enfrentado a mis ideas, buscando un camino que siempre recorro, pero vi vida como en cualquier sitio, donde hay mujeres y también hombres. Eso sí, aquellas mujeres no llevaban zapatos de tacón, pero alguna se los pondría en sueños, mientras bailaba en aquella terraza tomada por la luna de la medianoche.