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lunes, 27 de enero de 2020

LOS PROBLEMAS DE LA ROTONDA DEL PORTICHUELO

La obra de la rotonda en el Portichuelo sigue dando numerosos problemas, con apenas unos meses de su finalización. La tierra invade el carril bici, debido a que la sustentación de la misma no se hizo de forma adecuada y el panorama que presenta no es para nada halagador. Además, los automovilistas siguen sufriendo el impacto en sus vehículos por la colocación de unas bandas sonoras de gran volumen que hacen temblar los coches y atacan claramente a las suspensiones de los mismos, sin que hasta la fecha se hayan suavizado, según prometió el nuevo gobierno de coalición PP-Ciudadanos.
Con fecha de 12 de septiembre de 2018, el entonces delegado territorial de Fomento y Vivienda, José Manuel Higueras visitó el municipio e indicó que era una intervención de seguridad vial que se dividía en dos actuaciones, con la creación de dos rotondas, una que da acceso a Santa Ana y otra a la zona del Cascante, y que viene a eliminar varios giros peligrosos». La intervención rondó los 300.00 euros y consistió en la creación de dos glorietas de dos carriles que conllevan drenaje, iluminación señalización vertical y horizontal lo que permitiría un incremento considerable de la seguridad vial.
La rotonda del Portichuelo ha tenido un poco más de envergadura para su construcción, pues se ha tenido que ensanchar a ambos lados de la carretera, al final se finalizó, y por la misma transcurre un tramo del carril bici que está separado de la glorieta por dos rayas continuas, un obstáculo muy fácil de superar por los vehículos y un peligro para los usuarios del carril bici. No obstante, para los pocos vecinos que pueblan el lugar del Cascante, estas obras han dado seguridad para desplazarse hasta la ciudad alcalaína o bien a otros puntos de la provincia.
Ahora, la tierra sigue invadiendo el camino del carril bici y son varios los días en que esta situación se está alargando, aunque los usuarios del mismo, pueden ir y venir sin ningún inconveniente.
El fin último de esta infraestructura era la seguridad y puede ser que se haya conseguido, pero los problemas para los automovilistas continúan y esta rotonda la ven como un punto conflictivo que sigue acarreando inconvenientes por muchos diversos motivos.

sábado, 25 de enero de 2020

TEJIDOS ZAFRA, 42 AÑOS TRAS EL MOSTRADOR

La calle Fernando el Católico parece callada y a lo largo de ella se alinean una serie de comercios pequeños que dan vida a la ciudad. Frente a frente las tiendas del matrimonio Zafra están en silencio y carteles publicitarios denuncian que estos dos negocios cierran porque sus dos dueños se van a jubilar. Al entrar a la tienda de ropa para hombre ‘Tejidos Zafra’, la sensación es de tristeza y al mismo tiempo de alegría. Luis y Encarna o viceversa han formado un gran equipo y han estado durante 42 años vendiendo ropa de hombre y de mujer sin parpadear, un día tras otro, ofreciendo una gran variedad de artículos a su clientela, a cientos de personas de Alcalá y las aldeas pero también de Frailes, Benalúa, Castillo de Locubín, Montefrio o Alcaudete; gentes que han confiado en ellos y que temporada tras temporada han ido a comprar sus ropa a estas tiendas que les han dado confianza, calidad, familiaridad y sobre todo respeto a sus clientes. Las caras de Encarna y de Luis denotan que están pasando estos últimos días en continuas emociones, pues son las últimas jornadas que los negocios están abiertos y los precios de los últimos artículos están a muy bajos precios. Los clientes no han parado de entrar y comprar y sobre todo les han demostrado su fidelidad, y les han dado las gracias por dirigir su forma de vestir durante tantos años.
Recordar estos 42 años les está partiendo el corazón porque los abrazos de sus clientes no cesan y la huella que han ido dejando en la calle Fernando el Católico ha sido grande. Luis Zafra cuenta que empezó a trabajar con diez años en la villa de Frailes, a través de unos parientes, iba y venía desde La Ribera en bicicleta, trabajaba en una tienda de comodín, lo mismo cuidaba a la hija del dueño, que estaba en el mostrador, que hacía los mandados, que vendía aguardiente, chocolate, cobrador de letras, era un tiempo distinto, no había vehículos, ni tantas tiendas; allí Luis dice que aprendió mucho y poco porque era un crio, ‘el sueño del niño se acabó y «empecé hacer trabajos que no eran propios de mi edad, allí empecé a aprender y de noche iba a la escuela para aprender un poco más de lo que sabía». También Luis comenta que sus padres le decían que había que colaborar y buscar un futuro.
Tras hacer el Servicio Militar y contraer matrimonio con Encarna, deciden iniciar su propio negocio en Alcalá la Real, arreglando el local de la calle Fernando el Católico y tratando de ser buenos comerciantes, basándose en unos objetivos que eran obrar de buena manera, no engañar a nadie, trabajar sin miedo, echando todas las horas necesarias y algunas más y ser valiente, no temerle a nada y decir ‘venga a por todas’, esto es lo que nos da de comer y hay que manejarlo. Encarna y Luis manifiestan que las decisiones las tomaban entre los dos, y uno sin el otro no podían funcionar, a la hora de comprar, a la hora de pensar, a la hora de ampliar y siempre.
Consideran que han tenido una gran clientela, personas que a lo largo de 42 años todavía los siguen viendo, «eso dice mucho, tenemos grandes recuerdos y la verdad cuando ha llegado el momento de irnos, pues gente que nos dice que no nos vayamos y eso ha sembrado muchísimo»
Coinciden que de los clientes lo han aprendido todo, que son los que los han enseñado a ser competitivos, a traer y buscar los mejores productos, a tenerlos contentos y a que sigan entrando por las puertas de nuestros comercios y a veces hay que tomar decisiones drásticas, como poner en la calle a algún cliente y otros han confiado, totalmente, en nosotros, se han puesto en nuestras manos y le hemos aconsejado lo mejor posible y eso es lo más importante, ellos han quedado satisfechos y al mismo tiempo hablan bien de nuestra tienda y acarrea nuevos clientes. Cuando un cliente tiene un evento de cualquier ceremonia y se viste aquí y después viene y te da las gracias y nos felicita por lo bien que iba, eso llena mucho. Vuelven a decir que este trabajo los ha enseñado a luchar, y ser cumplidor y fiel en tu negocio, sacar adelante la casa y vivir de lo que rinde, hemos cuidado el negocio porque de él ha salido todo, los hijos, su educación, situarlos y nuestro vivir día a día y mantenernos porque si esto no rinde, no podemos comer».
Ahora, se preparan para una nueva vida y hacer cosas que antes no han podido hacer, porque han estado pendientes y volcados en el negocio, dicen que quieren hacer cosas diferentes e intentar que esos huecos libres que ahora tienen, adaptarlos a otra cosa, aunque Encarna dice que «lo lleva regular» y Luis dice que «a lo bueno se acostumbra antes»; pero sobre todo ellos se sienten muy satisfechos de lo que han logrado. Pero en estos últimos días, dicen que «sienten pena porque ya se acaba, una cosa que hemos hecho durante muchos años, que nos ha gustado, que lo hemos vivido día a día y que ha sido nuestro comer; y también alegría porque hemos llegado a esta etapa sin quedarnos a mitad del camino y ahora tenemos que vivir de otra manera, un poco más tranquilos». Al final, recuerdan los quince años primeros como los más fructíferos en el negocio, entonces se vendía todo, con clientes contentos, calidad en el negocio, la gente nos buscaba por el producto que ofrecías.
Encarna y Luis, Luis y Encarna como cada mañana, antes de las diez, se les ve caminar hacía el Paseo de los Álamos, y entran a desayunar en el bar del parque y desean buenos días a todos los que allí se encuentran. Después se dirigen a la calle Fernando el Católico y cada uno abre su tienda y levantan las persianas, como siempre frente a frente y la cara de Encarna se ilumina y una especie de sensación de dulzura se atisba en esta mujer sencilla y guapa.

sábado, 11 de enero de 2020

ELLOS TAMPOCO SOLUCIONARON ESTE PROBLEMA

La estampa de los inmigrantes y temporeros en la Estación de Autobuses de Alcalá la Real, subidos a la pared frontal que da a la Avenida de Andalucía, con los pies colgando unos y otros hablando entre ellos, se ha metido en nuestras mentes y nos hemos acostumbrado a ella. La otra instantánea de estos hombres jóvenes durmiendo cada noche en los andenes de esta misma estación, con un colchón hecho de cartones, algunos un saco de dormir y los más afortunados con un colchón de muelles, también, se ha hecho un sitio en nuestras cabezas de ciudadanos demócratas concienciados.
La Estación de Autobuses de Alcalá la Real se ha convertido durante la campaña de la aceituna en una frontera natural para todos estos hombres, no hay ninguna mujer, parece que han escogido este lugar como frente de sus operaciones, como una forma de provisionalidad de sus vidas. Allí, cualquier día, por la mañana, hay una amalgama de viajeros que tratan de subirse a sus autobuses de destino, junto con estos inmigrantes y temporeros que se levantan de sus lechos de cartones, se colocan sus calcetines y zapatos, se visten sus ropas y cruzan la parte principal de esta estación para ir a los baños de la misma, toda su intimidad al alcance de los ojos de los viajeros.
El andén donde estacionan los autobuses está repleto de cartones, mantas, maletas y utensilios de estos hombres que pasan la mayor parte del día hablando entre ellos, tratando de que algún propietario los contrate y puedan cobrar una peonada o simplemente se han acostumbrado a pasar todo el día allí. Son hombres jóvenes, con zapatillas deportivas, parka y sobre todo, todos llevan un Smartphone con auriculares.
Ni el PSOE, ni ahora la coalición de gobierno PP-Ciudadanos han podido resolver esta situación, es bastante compleja y nadie ha encontrado una solución para ello. Los inmigrantes y temporeros no votan, no tienen poder, son jóvenes que buscan una vida mejor. No son conflictivos, no dan ruido, se portan bien.
Izquierda Unida, Podemos y CGT organizaron el pasado 21 de diciembre una concentración ciudadana en el Paseo de los Álamos, reivindicando la apertura de dependencias municipales, porque la oferta de plazas en albergues municipales es insuficiente, porque el Silo estuvo abierto solo tres noches, contabilizándose después de su cierre, más de 60 personas durmiendo en la calle diariamente; los temporeros, cuando no encuentran trabajo, se van a otro municipio a buscarlo, pero necesitan un techo mientras tanto. El Ayuntamiento tiene responsabilidades legales, de satisfacer la necesidad de vivienda a quién carezca de ella, recogido en la Constitución Española y Declaración Universal de los Derechos Humanos.
Izquierda Unida registró una carta el día 5 de diciembre que decía lo siguiente: «En la noche del pasado 3 de diciembre de 2019, se contabilizó un total de 63 personas durmiendo en las calles de Alcalá la Real, fundamentalmente en los andenes de la Estación de autobuses, pero también en diferentes cajeros automáticos y soportales de la avenida de AndalucíaConsiderando la obligación legal y ética, que se desprende del artículo 25 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, sobre el derecho a la vivienda. El artículo 47 de la Constitución Española donde establece, ‘el derecho al disfrute de una vivienda digna y adecuada, siendo los poderes públicos los responsables de promover las condiciones necesarias y de establecer las normas adecuadas para hacer efectivo este derecho ‘. Además, la observación general número 4 de la ONU, que habla del derecho a una vivienda digna adecuada.Solicitamos que esta situación sea subsanada en el menor tiempo posible, dado su carácter de urgencia humanitaria.La apertura de dependencias municipales y su acondicionamiento óptimo, es una medida totalmente necesaria, porque la oferta de plazas en los albergues municipales es insuficiente. Esta situación es un hecho indiscutible, que durará toda la campaña agrícola.Esperamos su respuesta afirmativa y confiamos plenamente en el cumplimiento de sus obligaciones hacia la ciudadanía y su cargo institucional».
El alcalde contestó el 12 de diciembre de 2019, diciendo que «no disponemos de más edificios habilitados para la pernoctación en condiciones de seguridad y con los servicios necesarios como baño y mobiliario y también decirle que se ha aumentado en 22 el número de plazas del albergue».
Gran parte de la sociedad alcalaína se ha implicado para que las condiciones de estos hombres sean lo mejor posible y Cáritas y varias cofradías han realizadouna gran labor, organizando un servicio de cenas, repartiendo alimentos y ropa de abrigo en momentos puntuales y durante todos estos años. Pero la situación de unas decenas de estas personas sigue siendo la de dormir cada noche al aire libre en los andenes de la Estación de Autobuses, con unas temperaturas no aptas para el consumo humano- Hay diversas circunstancias que son difíciles de resolver pero todo tiene solución si hay voluntad de resolver los problemas, mientras tanto estos hombres arman cada noche sucama y sueñan como cualquier hijo de vecino en que llegará el día que puedan dormir en un piso o en una habitación con vistas a la Mota.

lunes, 6 de enero de 2020

EL DIA QUE DESCUBRI A JUAN MARSÉ

Aquel día bajamos de las praderas de Almanjayar al centro de Granada, eramos como pieles rojas que conquistábamos las calles principales de aquella ciudad universitaria; Eduardo Araque me habló de un escritor, un tal Juan Marsé, que había escrito un libro singular 'Últimas tardes con Teresa', donde un lumpen conquistaba a una señorita de la alta burguesía catalana; por la Gran Vía granadina seguimos pasando y mirando todo lo que nuestros ojos alcanzaba.
La calle San Juan de Dios se presentó ante nosotros y aquel rincón donde íbamos a visitar a aquellos compañeros de Almería que vivían casi todos en una especie de piso adosado. Eduardo era un tipo alegre, hijo de un ferroviario de la Estación Linares-Baeza, su madre le confeccionaba bonitos jerseys de lana que yo solía ponerme cuando se iba a su pueblo, me recordaba a Frailes y a mi tía Carmela que vivía en Elche y cuando nos visitaba en la villa frailera, me hacía alguna camisa de verano que enriquecía mi pobre vestuario. Cuando paseábamos por Granada eramos los reyes de todas aquellas calles del centro y las sonrisas que llevábamos calmaban muchas de nuestras carencias. Después, pasábamos por la Plaza de Toros, donde el Gafas nos consolaba con una rica comida que compartíamos con Vilorta, Mari Lola y Omara.