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domingo, 13 de septiembre de 2020

PASEO POR LA PLAZA


Llegamos a casa de Maripi y nos invitó a comer unas albóndigas, como aún faltaba más de una hora, dimos un paseo, visitamos la casa de Rosita y la obra que está haciendo, subimos la cuesta de la calle Corral, nos sentamos en un banco en la casa que fue de mi abuelo Camilo, seguimos a la calle Horno y allí estaba la casa en la que nací. Llegamos hasta la plaza del Rector Mudarra, allí seguían las casas de don Sebastian, el secretario, la de Encarnita de Maravilla, la antigua farmacia, la casa de doña Amadora y aquella mesacamilla en la que se sentaban aquellas mujeres, había que subir unas escaleras empinadas. Enfrente la ermita del Calvario, el local donde estaba el estanco de Pepito, la casa de Merceditas y la de Miguel Vallecillos y casi en el centro estaba la fuente, primero con un caño tieso y en la que caí varias veces y llegaba chorreando a mi casa y tenía que desnudarme y colocar la ropa en una silla para que se secara. Iba corriendo por aquellas estrechas calles, y más de una vez me estrellé contra aquellas piedras borondas y duras y mi frente al instante derramaba sangre y mis rodillas siempre estaban con pupas y ensangrentadas. Me lavaba en una acequia que venía del Nacimiento por la calle Alba y con un estropajo y jabón de sosa caustica, mi Maripi me dejaba desenconchado y las huellas de las sandalias de goma se me señalaban en mis pies.

 

martes, 1 de septiembre de 2020

LA PESADILLA TENDRÁ UN FINAL

 


 

La pandemia lo ha invadido todo. Nuestras vidas, nuestros cuerpos, nuestras almas y hasta nuestros más ocultos pensamientos. El virus ha cambiado nuestras costumbres, de tal manera que no seremos los mismos y las relaciones sociales son diferentes. La duda, la inestabilidad, el peligro, la pobreza, la enfermedad están más cerca que nunca. Todo esto es una guerra encubierta, donde el enemigo está ausente o escondido y damos palos de ciego atrás y delante, mientras se nos consume nuestra presencia en este mundo. Las mascarillas nos han quitado nuestra identidad y somos muñecos que andamos por las calles de cualquier lugar sin esperanza, somos fantasmas de nosotros mismos, con caras tapadas y con dificultades para respirar. Esto es un carnaval encubierto, sin libertades y con una vigilancia estricta a través de Internet y todo lo que conlleva. Nos engañaron una vez más y tratan de quitarnos los más esenciales derechos. Ellos lo tienen todo y aún así, aspiran a más. Ya fuimos esclavos, siervos y proletarios, ahora nos quieren convertir, o ya lo han hecho, en una piara de borregos que obedezcamos sin pestañear, nos han hecho seres solitarios que luchamos por un pedazo de salud, contra un monstruo que se lo traga todo y van cerrando cualquier resquicio de libertad para que el pánico sea total. Quieren cerrar escuelas y nos quieren recluir en habitaciones separadas, para que la fuerza de la unión, se convierta en una falacia de individuos que solo piensan en salvarse uno a uno, o a lo sumo con familias.

Pero ellos saben que no pueden ganar, que su sistema está podrido, que da las últimas bocanadas y que más pronto que tarde, el mundo será de todos, de todos los que queden cuando se acabe esta pesadilla.