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jueves, 29 de marzo de 2018

MI SEMANA SANTA DE INTERIOR

En estos días las palabras se agolpan, las miradas se extienden, los hombres y mujeres se observan. Pasan las horas, el devenir del tiempo está ahí, cada vez se va formando una especie de oscuro telón que me impide ver la realidad, o eso me parece. Me agazapo en esta instancia, abrazando la soledad y la comparto; intento salir adelante como si fuese la primera vez que lo hago, pero ya tengo experiencia, parece como si mil ojos vigilasen mis pasos, o quizás me lo imagino. Me acerco al ser humano y pienso que hablamos distintos lenguajes, pero es el mismo. Nos creemos diferentes, únicos pero no es así, somos de la misma manada, hago ejercicios físicos para mantenerme esbelto pero mi mente se va resintiendo y se nota. Me miro el ombligo una y otra vez y no cambia, soy yo, soy yo, me dice una voz interior.
Cuando era joven, guardaba el ayuno de Viernes Santo, después pensé que todo esto era algo artificial, y lo contesté a mi manera; la Semana Santa invade el corazón de los pueblos y los fieles se colocan ropas diferentes para sus actuaciones. La Semana Santa es una expresión de fe, cultura, turismo, repetición, historia o costumbre. Cada uno realiza su Vía Crucis, su Martes Santo o su Viernes de Dolores, pero es un ejercicio interior que nadie ve. El más fuerte es el que acepta al otro tal como es, pero no soy fuerte, la debilidad me prepara para salir adelante, como un acróbata que camina sobre el Hilo de Seda de Los Pekenikes. Escucho canciones de mis años mozos y bailo en esta habitación en su zona de confort, estiro pies y manos y combato pensamientos que nacen y mueren en mí.
La Chica del Ayer vuelve una y otra vez, pero sublimada, como una mujer cercana que habla mi idioma, porque hay personas que hablan mi lengua, pero no las entiendo, o ellas no me escuchan a mí. Recorro aquellos pasos que anduve, para ver si recuerdo el momento de mis errores, pero fueron muchos y algunos no están resueltos. Sigo escuchando la voz de Aretha Franklin y su canción ‘Say a Litltle prayer’ y a pesar de que no entiendo lo que me dice, me muevo y siento algo especial. La luna no salió esta mañana, el sol tampoco, el cielo tiene algunas nubes negras, como mi mente, aunque también hay claros e incluso soles.
Me decía mi madre que las procesiones van por dentro, que las oraciones son íntimas, que rezar es como conversar con uno mismo, que quién bien te quiere, te hará llorar y que dos por tres calles se iban achuchando. Quizás la chica de ayer no haya regado las plantas de aquel jardín donde peinaba sus cabellos dorados y nos estemos buscando por caminos de desencuentro, con la esperanza de que en algún recoveco tomemos el sol.

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