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martes, 4 de octubre de 2016

TRES O CUATRO COSAS

En estos días he escuchado que lo más decisivo es la vida, la muerte y el sexo. Aunque casi nunca se habla de las dos últimas. La vida es un quemar etapas que sin darse uno cuenta, se van acabando. Vamos pisando en ella y cuando menos acuerdas, nos vemos con 50 o 60 años y parte de nuestros sueños ni se han cumplido. 
La muerte está ahí, a cada paso, vemos a gente que muere cada día. Vemos los bombardeos de Siria, como mueren cientos de personas y casi todo nos resbala. Si desde que naciéramos, asumiéramos que lo que nos queda, es la muerte, creo que algo cambiaría. Tendríamos un horizonte distinto, otro punto de vista. Actuamos como si fuésemos inmortales y damos una importancia esencial a cosas que no las tiene. Nos partimos el pecho por cosas superfluas; fabricamos o elaboramos cosas innecesarias y estamos todo el día pensando en lo último que nos vamos a comprar, o el viaje que vamos a realizar. Por mucho que viajemos, al final volvemos al hogar, donde hay que construir el presente y el futuro y nuestra vida la hacemos en la casa habitual. Nadie se saldrá de la normalidad, todos acabaremos en ceniza, mientras tanto habrá qué hacer. Llevamos siglos y siglos tratando de engañarnos unos a otros, ofreciendo unas expectativas que después no se cumplen, montando un tipo de sociedad que no se sostiene. 
La religión no me solucionó mis problemas, al contrario, me trajo algunos nuevos. aunque era reconfortante poder quedar limpio después de confesarse. Una imagen no podía tener propiedades mágicas. Y la veía allí, junto a su puerta, rezando en solitario, pidiendo que mi vida fuese mejor. Aquella imagen me ha seguido después y su estampa la sigo viendo. 
Descubrí la música. 
Conocí el amor. 
No puedo, gracias.
¿Por qué no se queda conmigo?
Volví a conocer la magia. Y un día estuve en Paris y en Brujas. Nunca estuve en Nueva York, pero sí paseé por Venecia en septiembre. Otro día encontré el cielo y miré las estrellas y me reconcilié con el universo. 
Otra vez, me gustó que me lavaran los pies con agua fresca y cristalina. Hubo un momento en que pude bailar con la mujer elegida. Aquél día me compré unos zapatos que me duraron catorce años, fueron los mejores de mi vida. Volví a andar con el 'Gafas' por medio de la Alpujarra y pasé momentos inolvidables.


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