Tengo
sueño, he dormido pero mi cuerpo se entretiene mientras piensa.
Escribo mantras y los repito una y otra vez, como si quisiera a todas
horas que se cumplieran. Hago continuos movimientos con las
manos, muevo el cuello, bailo solo y tomo aceite de lino que dicen que
es bueno para no sé qué.
Me
han regalado un reloj y lo miro y vuelvo a mirarlo, es grande y
metálico y alguna vez se me ha caído de mi mano izquierda hasta que
he aprendido a ajustarlo.
Miro
la casa de la Pintora que parece que se va a caer a pedazos pero
sigue ahí como si no pasaran los años por ella, le han colocado un
tejado nuevo pero los cimientos son antiguos, quizás se hunda una
noche de éstas cuando el viento sople despacio.
Ahora,
algún día vuelvo a mi casa y pongo en orden algunos papeles, leo
recibos atrasados y la energía era más barata antes que ahora. Me
siento en el sofá que compré cuando me casé y miro los cristales
del salón que necesitan una limpieza a fondo. Remiro las fotos de
Nerea, los libros de la estantería y echo un vistazo debajo de las
camas por si hubiera allí alguien escondido, limpio la mesa de
madera que compré en Valdepeñas y muevo las diversas cosas que hay
encima de ella. Reviso la lavadora, el frigorífico y dejo que el
agua salga por los grifos. Salgo a la calle, me voy por Dr.
Albasini, junto al Instituto y recuerdo que allí estuve por aquellos
pasillos y aquellas aulas, aprendiendo Historia, Matemáticas o
Lengua. Me abrigo porque hace frío y llego hasta el ferial, ando de
arriba hacia abajo y viceversa. Enfrente, en la Estación de
Autobuses apenas queda un inmigrante que ha perdido el autobús de su
vida y el alumbrado de Navidad aún sigue colocado en el hueco de
estas calles.
Dicen
que tenemos un presupuesto municipal realista, participativo y de
gran calado social y recoge hacer naves industriales en el polígono
del Llano Mazuelos para llenar de vida económica este parque
millonario, También que la deuda está controlada y acotada, tenemos
el mejor Ayuntamiento de su especie.
Raúl
Góngora cayó el domingo en el parque del rey Juan Carlos porque no
miró bien al suelo y un agujero que había por allí, le jugó una
mala pasada y se dañó el pie. En el bar Europa (Rano) siempre hay
clientes, en el Cafetito cada vez hay menos y los alumnos de la Safa
llenan la Avenida de Europa cuando salen a las tres de la tarde.
En
el Paseo de los Álamos hay un hombre que hace ejercicio en los
aparatos instalados por allí, otro se sienta en un banco de piedra y
suelta palabras que nunca entiendo, mientras fuma cigarrillos y se
ríe. Hay, aún algunos gatos desaliñados y una mujer que casi todos
los días les trae comida y los felinos cuando la ven, salen
corriendo tras ella, como si fuese su salvadora. Me encuentro con un
muchacho joven que pide a unos y a otros unos céntimos, casi todos
se apartan de él, pero no se altera y sigue buscando a otro
viandante.
En
los plenos dicen que no entienden a Rafi López porque también
repite mantras y vuelve a repetirlos una y otra vez. Habla del campo,
de las aldeas, de que los jóvenes no tienen trabajo y tienen que
marcharse a buscar el pan, de Mures y de Filosofía y desconfía del
lenguaje de las leyes y dice que habrá que cambiarlas, de que no
quiere alumbrado de Navidad pero sí casas con huertos como las que
había el siglo pasado. ¡Ay¡ la Rafi.
La memoria siempre tiene huecos vacíos que nos empeñamos en llenar, como fantasmas buscando cualquier sábana, sin darse cuenta de que va por ahí, enseñando los pies...
ResponderEliminar