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domingo, 13 de agosto de 2017

EL BAILE CONVIERTE A FARRUQUITO EN UN DIOS

Farruquito alargó la noche alcalaína de los Festivales y pasó, como sin darse cuenta, del día 11 al 12 de agosto. Cientos de personas acudieron al espectáculo que este artista presentó dentro de la VIII Noche Flamenca. Los organizadores, La Tertulia Flamenca’ colocaron la actuación de Farruquito en último lugar y así aseguraron que nadie abandonara el patio de las Escuelas de la Safa. El lugar se llenó de público y sobre todo de un gran grupo de gitanos de todos los pueblos de la comarca que esperaron con ansiedad la salida a las tablas de Juan Manuel Fernández Montoya, Farruquito, un artista, un ídolo del baile y del flamenco que se hizo esperar y su actuación se inició sobre las dos de la madrugada.
El bailaor no defraudó y antes su grupo, formado por seis personas que cantaban, tocaban las palmas, algún instrumento y sobre todo no dejaban de jalear al artista, subieron al escenario y abrieron las puertas de su actuación. Farruquito llegó al pasillo de salida al escenario y se mostró amable con los que allí había: fotógrafos, personal de protección, técnicos y algún que otro curioso, no obstante pidió que no le hicieran fotografías hasta que estuviera actuando. Aquel cuerpo pequeño, bronceado, resplandecía ataviado con un traje negro y al cuello llevaba un pañuelo largo que le caía hacía los pies. Esto estaban preparados para subir y demostrar el duende que llevaba dentro y allí estaba, en el escenario del patio de las Escuelas de la Safa y los grupos de gitanos se hicieron notar y se colocaron en sitios estratégicos del escenario para jalear a su ídolo.
Aquel cuerpo se movía con destreza, sin cánones, con armonía y como retando a todos los que allí había; el compás, las palmas de sus compañeros coincidían con su baile y él lo llevaba a la intensidad del arte gitano. Tenía swing, aje, duende, esencia, algo inexplicable que hacía que todas las miradas se fijasen en su cuerpo. Sus manos se movían, sus pies describían parábolas matemáticas con compás y aquel hombre estaba satisfecho de lo que hacía y se iba a la esquina donde los gitanos alzaban sus manos y todos comulgaban con el arte de Farruquito, como si fuese un dios, al que adoraban. Farruquito habló y dijo pocas palabras y expresó que su baile está basado en la improvisación que la coreografía era bonita, pero que la esencia de su baile no tenía reglas.
Farruquito es un hombre que tiene un don especial para bailar, para expresarse; las mujeres le gritaban ¡guapo, guapo¡ ; los hombres lo jaleaban y no dejó a nadie indiferente. El arte de Farruquito no entiende de horas, ni de días, no existe el tiempo para esta gente que cuando actúa, se convierten en dioses y son adorados por sus seguidores.

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