A
LA CORPORACIÓN MUNICIPAL DEL EXCELENTÍSIMO AYUNTAMIENTO DE ALCALÁ LA REAL. 10
-6-15
He luchado bien, he mantenido la fe y he acabado mi carrera.
Por eso el Señor me contará entre sus elegidos”
Carta de
S. Pablo a Timoteo, 7.4
Queridos
compañeros de Corporación:
Cambié mis
faenas en el año 2007 y -en el relevo- os entrego el inventario de este tiempo.
Lo que empezó siendo un compromiso personal y una misteriosa aventura ha
terminado como un reto superado y un adiós ambiguo. Lo diré desde el principio:
gracias a todos por haberme ofrecido este aprendizaje penúltimo que hoy termina, pero …!parece todo
tan antiguo y tan nuevo!
Estas palabras son muy importantes para mí, porque resumen dos estados
de ánimo contradictorios y complementarios al mismo tiempo: la alegría y la
tristeza. Las dos son expresiones de una despedida deseada y temida, prisionera
y liberadora, para el recuerdo y para el olvido … No es sólo emoción, es
sentimiento e ideología, consecuencia y compromiso, realidad y deseo, ayer y mañana.
Sé que he gastado muchas horas y he renunciado a algunos placeres –demasiados- ,
pero no debo hablar de mí. Demos el tiempo por bien empleado.
¿Qué deciros, sino que me voy con un
poco de nostalgia, algo más de gratitud, otro poco de impotencia y otro mucho
de rabia en este día? Y también con una buena dosis de ternura y de corazón
“partío”, enredado en cada una de las esquinas de este lugar noble, en donde la
democracia tiene su pedestal y su palabra. Y que me llevo algunas preguntas sin
respuestas, algunos silencios no explicados y el saco de la utopía encerrada en el baúl de los sueños
rotos. Me llevo también algún aplauso leve -silencioso y breve- en alguno de
esos Plenos en los que más de una vez me sentí extraño. Pero … no le demos más
vueltas, ya no será lo mismo. Todas las despedidas suponen pasar página y
empezar un libro nuevo. Lo pasado pasado queda y así, como nos canta
Serrat de vez en cuando, “nunca es triste la verdad, lo que no tiene es
remedio”.
Hace 8 años yo
me emocionaba en este mismo lugar y con un parecido laberinto. Quiero decir
que me voy, pero que me gustaría dejar -al
menos- una ligera huella escondida en esta silla desde donde os hablo. Con doña
Elena y doña Ana Cortecero, en su presente ausencia, con mis compañeros de
gobierno socialistas, siempre en la brecha y siempre a la deriva. Muy
especialmente a ti, Antonio López,
socialista de fragua y de equipaje, incansable en la lucha y esperanza rota. Sí,
también con vosotros, concejales del PP, y con don Vicente, tan a su aire y tan
gozosamente extraño.
Con doña
Natalia, mujer de íntima voz y risa saludable; con don Marino, mi adversario
íntimo y, sin embargo, o precisamente por ello, colega en un camino con olor fragua.
Con don José Mª y don Francisco, antes don Iván, testigos de cada jornada
amarrada al duro banco. Ellos, funcionarios de esta Casa, habrán visto ya
muchos cambios de concejales pero, probablemente ninguno tan extraño como el de
ahora.
Permitidme este
adiós saxofónico, lentamente grave y entrañable
… pero me han faltado cómplices. Pido la palabra hoy, por última vez, después
de haberla pedido tantas veces. Y, lo siento, pero no sé lo que me pasa. Aquel
sueño de la refundación socialista, compañeros de partido y de fatigas; aquel
retrato marcado en la silueta del soneto; aquella débil sonrisa de la fiesta menuda
y grande, allá en la aldea; aquel espejo oculto de cada fin de semana dirigido
al teatro, al recital o a la música; aquella barca solitaria y sola convertida
en náufrago … Todo esto fue cierto. Pero también fue cierta la luz de este
pueblo iluminado, la fe de esta Corporación bravía, la ilusión recreada en cada
hora al servicio de una sociedad mejor. También fue cierta la ayuda y el
trabajo del personal de Cultura (Paco, Javi, Alicia, Juan, Inmaculada, Juanjo y
Rafa), y la de todos los empleados de este Ayuntamiento al que me honro de haber
pertenecido. Lo uno y lo otro fueron ciertos… porque así es la vida: un
proyecto “hijoputescamente” inacabado.
Siempre que he
tenido que enfrentarme a una despedida -y han sido muchas- he recordado la que
para mí es la gran despedida de la literatura. Cuando M. Hernández, encarcelado
y moribundo en Orihuela -su pueblo- (siempre es el pueblo de uno), le escribe a
su esposa Josefina, le dice esto: “despídeme del sol y de los trigos”.
Despedidme vosotros de mi voz de soprano, de la lágrima que tuve, de mi oración profana, de todos los
futuribles derrotados y de esa cultura que he querido que nos empapara como
gotas de lluvia… Despedidme del sol maquilero de estos Tajos y del trigo
candeal de esta Sª del Sur.
Vive la
política un tiempo de rastrojos y la Cultura -¡ay, la cultura!- se nos cuartea
sin remedio. Como en aquel cuento de Cortázar los tamborileros de la demagogia
y los mercanchifles de la calité aplauden con tanto ruido que no dejan oír el
concierto.
Pero queda
camino por andar. Un camino que la nueva Corporación debe renovar con ilusión
y compromiso, marcando el horizonte
nuevo -limpio y sano- que haga vencer el
mito de Prometeo, aquel drama de Unamuno que representa la
conciencia del hombre y su afán de conocimiento en la lucha contra todos los buitres. A los nuevos
concejales les pido que conserven siempre ese pellizco que convierte la ruina
en reliquia, la oscuridad en brillo, la helada cicatriz en iluminado fuego. A
los que nos vamos decidles que nos veremos en las esquinas del mundo.
Obligado es
pedir perdón por los errores. Apuntadlos a mi incompetencia y, como diría
Cervantes, “me he afanado por parecer que tenía dones que no quiso darme el
cielo”. Me llevo el sabor de esta madera, el olor de un cansancio viejo, el
roce diario de vuestra presencia y este rinconcillo de la izquierda. Os aseguro
que hice lo que pude.
Os dejo mi
palabra -definitivamente- en este poemilla que hice anoche mientras leía a
Borges:
Ya la noche se asoma entre nosotros,
despidiendo estas paredes de palabras
limpias,
y el mar de los fenicios espumará la
niebla.
Me llevo los recuerdos que merecieron la
pena,
los ratos de azafrán y azúcar, los campos,
los caminos
que definitivamente pierdo.
Perdonad si
molesto a alguno, pero quiero que esta última oratoria sea el testamento
intelectual y político de un hombre que quiso hacer de la cultura el alimento
de un nuevo humanismo. Quiero dejar escrito mi orgullo por haber sido concejal
de este Ayuntamiento, mi reconocimiento a nuestra tarea compartida y mi
gratitud sincera. Sólo un ruego: alimentad a este pueblo de amor y de poesía.
Os confieso mi
cariño reconocido y renovado con un abrazo muy fuerte y un buen brindis. Con
las palabras del Arcipreste: muchos vos despide uno que es de Alcalá … ,y con las de Chavela Vargas: ¡”ojalá que os vaya
bonito”! Gracias.
Alcalá la Real, 10 junio 2015. Día
de san Fabián y sta. Erika
Me quedo con alimentad este pueblo de Amor y poesía....Viva Alcalá la Real...viva la cultura y sus promotores D.Rafael eso va por Ud...un saludo
ResponderEliminarAdmirado por muchos (sobre todos los que ven en cada palabra una fábrica de infinitas posibilidades) ninguneado por otros (los faranduleros extremos) Yo creo que ha hecho un gran trabajo... Desde la dificultad que conlleva bregar con los gustos de cada colectivo. ¡Hasta Pronto D. Rafael...! Desde mi propia persona y desde el colectivo literario que coordino... ¡Siempre nos quedará el atril!
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