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lunes, 3 de noviembre de 2014
UNA RUTA POR CRUCES Y POR LA MEMORIA
El munnicipio alcalaíno es rico en historia y caminos y no hay más que pasear por sus calles, veredas y parajes para darse cuenta de ello, pero siempre hay que ir con personas que sepan y quieran informar de todo el acontecer de esta ciudad que guarda tesoros por sus rincones.
En el día de ayer y promovido por la asociación ‘Huerta de Capuchinos’, junto con el profesor Francisco Martín, se realizó una ruta ecocostumbrista por caminos de cruces y puntos de memoria por el perímetro de la ciudad. Desde las 11:00 y hasta las 14:00 horas, una comitiva de medio centenar de personas realizó, desde el parque Juan Carlos I, el camino antes citado.
En primer lugar, los caminantes visitaron los sitios donde se había levantado una cruz por diversos motivos, intercalando puntos de memoria histórica donde se produjo una tragedia sobre todo derivada de los acontecimientos de la Guerra Civil.
Uno de los puntos con un rincón insinuante fue el de la cruz de los Blanquitos, donde Francisco Martín contó la historia de Mari Rosas, una bellísima alcalaína del siglo XVII que sufrió una trágica historia de amor y celos con un joven y que ya fue versificada por el cronista Antonio Guardia Castellano en 1931.
También se visitó la cruz de la Dehesilla y la subida al cementerio de Nuestra señora de las Mercedes, el mismo fue levantado en 1949, mientras tanto los difuntos habían sido llevados al cementerio de la fortaleza de la Mota que respondió a una política ministerial en tiempos de Carlos III, con el fin de favorecer las mejores condiciones higiénicas y sanitarias de los pueblos de España. Hasta el primer tercio del siglo XIX, en todas las iglesias alcalaínas y en el cementerio contiguo al templo de la Veracruz, se hacinaban los restos de los muertos en criptas funerarias, fosas de descomposición, osarios y pudrideros de estos recintos religiosos. La salida de los enterramientos de las iglesias, claustros y capillas colaterales obligó a la búsqueda de un espacio público, que respondiera a las finalidades a favor de los vecinos de Alcalá la Real, se procuraron sitios alejados de la ciudadhabitada, con aire y ventilación y sin el menor vestigio de contaminar las fuentes públicas. A pesar de que se hicieron varios intentos de ocupar espacios alejados a la fortaleza de la Mota con la posible ubicación del cementerio en los terrenos de la derruida ermita de San Bartolomé en el siglo XVIII, la ubicación final fue en el recinto de la Mota.
La ruta siguió por la iglesia de San Juan donde se visitó el patio y la sacristía, finalmente se subió a la fortaleza de la Mota, en la que la iglesia Mayor Abacial está llena de tumbas que fueron visitadas por los ruteros.
También se visitaron otras cruces como la cruz de Juan Vázque Mesia y alguna cruz familiar dentro de una casa particular. Finalmente se vió la importancia de las cruces en los siglos pasados que eran como un punto de referencia y de luz para los caminantes y viajantes y Alcalá la Real está llena de cruces a lo largo y ancho de su perímetro pero hay que saber donde están.
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