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lunes, 8 de mayo de 2017

CORDOBA SE DEJA QUERER

En Córdoba hay gente que mira patios con macetas, mientras tanto en el Palacio de Viana hay más de una docena de jardines a cual más bonito, pero hay que pagar para verlos. Forman un espacio de gran belleza y da lugar a que piense que me gustaría estar allí y poder pasear por dondeme diese la gana.
Llegué a Córdoba el sábado pasado, subido en un autobús que tardó en llegar, desde Alcalá la Real, más de dos horas. Me fui a la taberna de Argimiro, un hombre que elabora tortillas de patatas de buen sabor; tomates con melva de exquisito paladar; un jamón para chuparse los dedos y cada dos por tres decía que no quería más clientes y que el aforo estaba hasta los topes. Después, vino Carmen y nos llevó en un bus a su casa, donde su gato 'El Gordo' nos esperaba. Córdoba está llena de gente que va y viene por sus calles; personas que buscan beber y comier y de camino ver las flores de los patios en mayo.
Hay calles estrechas, coches de caballo con gente subida que dan paseos por la ciudad. Estuve en un lugar donde vendían libros y se podía beber vino o cerveza y oir música en directo, incluso oir un concierto con dos músicos de guitarra y que imitaban a Bob Dylan. Carmen es la mejor que hay en Córdoba y se pasea por sus calles con elegancia y generosidad. En Córdoba hay estaciones de autobuses sucias y los viajeros beben café mientras esperan los autobuses que los lleven a sus pueblos. En Córdoba hay una calle que se llama Frailes y hay otras con iglesias donde se puede rezar a buena temperatura. Los cordobeses en mayo comen caracoles, bajo un toldo pequeño junto al río Guadalquivir. Allí, se ven mujeres de ojos y cabellos negros que las puede pintar Julio Romero de Torres.
En Córdoba me encontré con una frailera que se llama Pilar y ahora vive en Marmolejo, pero ella tenía su casa en la calle Almoguer, junto a la del zapatero Magdaleno.

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