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domingo, 12 de abril de 2015

SER DE FRAILES, PARTE FINAL

Frailes es una entelequia donde vivimos unos pocos fraileros. He paseado estos días por sus calles casi desiertas y no he encontrado a mucha gente, estamos escondidos a la espera de que pase la crisis. Seguimos esperando redimirnos de toda nuestra historia. Seguimos siendo y teniendo la esencia de la Frailestud.
Un día fui, de nuevo a mi barrio en la calle Horno, allí vi a Enrique Pepino que ha ido poniéndose mayor pero siempre me reconoce. La casa de ‘Mil Hombres’ la ha transformado el propio Enrique. En la casa de la Gregoria vive ahora una familia inglesa y dentro hablan el idioma de Shakespeare. Al final de aquella calle ya no hay un muladar sino que los vecinos han plantado árboles y han llenado algunas paredes de macetas vistosas. Ya no hay niños que lloran metidos en un taka-taka de madera, oliendo a orina y sin pañales. En Frailes ya no hay casi niños y nacen pocos al año porque nos hemos vuelto viejos y modernos, como casi todos los españoles.
Hay muchas casas vacías y al pasar por la calle Cuevas, la vivienda que era de Manolín está cerrada, la Cueva sigue cerrada y no se oyen las conversaciones de aquellos clientes bulliciosos y bebedores, ahora está el bar la Raja, un poco más arriba y su encargado vende cerveza y café y mi amigo Rafael, el de Caridad, está en la puerta y siempre me saluda y me pregunta por mi Nerea. Enfrente, sigue el bar Nuevo, cerrado, porque Manolo y Maripi hace tiempo que se jubilaron y están allí metidos, junto a la estufa, luchando para superar el invierno. Mi tía Dolores y mi tío Camilo siguen viviendo en la calle Carboneras y la veo llegar por la carretera con un bastón, pizpireta aún, pequeña, viva y con ganas de hablar y comentar que fue a misa el otro día.
La casa de la Rubia, en la calle Tejar, se ha transformado en un restaurante que se llama ‘La Posá’ y junto al río venden carnes asadas y con buen sabor.
La villa de Frailes sigue viva, pero está tocada del ala, nos hemos vuelto locos por una paga, por una subvención, por tener cosas y consumir, no es ningún problema, lo hace todo el mundo. Ahora, vivimos mejor que en 1950 y 1970, pero cada vez quedamos menos y ha  llegado gente de otros países de Europa y de América y están aquí con nosotros y se han dado un lustre de Frailestud.
En el Cinema España ya no ponen películas, a pesar de que Michael Jacobs quiso rescatarlo, el edificio se ha convertido en algo decadente y cerrado y la sombra de Sara Montiel se sigue besando con Raf Vallone, como si se hubiese transformado este actor en Manolo el Sereno y los dos juntos, Sara y Manolo siguen vivos, o volando como espíritus por estos cielos fraileros.
Aún estamos vivos en Frailes y queremos seguir teniendo esperanza en el futuro. Ahora, han ideado un nuevo escudo y quieren colocar una nueva bandera, como símbolos de nuestra identidad pero el Ser de Frailes es universal, va dentro de cada uno de nosotros. Lo sabemos todos. Lo mismo el que está fuera como el que está dentro. Se nos ponen los pelos de punta cuando nombran la Martina o el Cepero, cuando volvemos a recorrer estas calles que antes estaban empedradas y ahora son casi todas de cemento. Vibramos cuando bebemos agua en el Nacimiento, cuando leemos ‘La fábrica de la luz’, cuando cultivamos los sentimientos.
Estamos vivos y andamos a pequeños pasos, siguen naciendo fraileros y hay gente que quiere hacerse frailera. Aún existe el Chaparral, el Cerrillo, la iglesia de santa Lucia, las Roturas Altas y Bajas, ahora hay una plaza Miguel de Cervantes, otra calle de la Constitución o una Avenida de la Sierra Sur. Seguimos elaborando migas o un rico plato de choto frito, sigue la Jornada del Vino, hemos tenido a Michael Jacobs que nos ha hecho más universales, seguimos teniendo una esencia que yo he llamado la Frailestud, es algo que no se ve que no se toca, esa entelequia, ese ser frailero que se lleva dentro, que nos une y nos reúne, en cualquier fiesta, en cualquier lugar, en el universo. Seguimos buscando setas en esos montes llenos de viento claro y hermoso, seguimos haciendo fotos desde la Martina, miramos a lo alto y a la cara.
Aún huele a Frailes por la calle de esta villa; la gente se sigue reuniendo, juntándose, viviendo, acogiéndose unos a otros, volcados en el trabajo, en el sin vivir, buscando un equilibrio duradero.
He recorrido todas estas calles, he bebido agua en todas estas fuentes, me he bañado en este río, he bailado, he amado, he reído, he llorado en Frailes. Me he ido, he vuelto, habrá  muchas más emociones, habrá muchos más miedos, seguiremos viviendo, soñando, andando en Frailes.

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