Frailes es una
entelequia donde vivimos unos pocos fraileros. He paseado estos días por sus
calles casi desiertas y no he encontrado a mucha gente, estamos escondidos a la
espera de que pase la crisis. Seguimos esperando redimirnos de toda nuestra historia.
Seguimos siendo y teniendo la esencia de la Frailestud.
Un día fui, de
nuevo a mi barrio en la calle Horno, allí vi a Enrique Pepino que ha ido
poniéndose mayor pero siempre me reconoce. La casa de ‘Mil Hombres’ la ha
transformado el propio Enrique. En la casa de la Gregoria vive ahora una
familia inglesa y dentro hablan el idioma de Shakespeare. Al final de aquella
calle ya no hay un muladar sino que los vecinos han plantado árboles y han
llenado algunas paredes de macetas vistosas. Ya no hay niños que lloran metidos
en un taka-taka de madera, oliendo a orina y sin pañales. En Frailes ya no hay
casi niños y nacen pocos al año porque nos hemos vuelto viejos y modernos, como
casi todos los españoles.
Hay muchas casas
vacías y al pasar por la calle Cuevas, la vivienda que era de Manolín está
cerrada, la Cueva sigue cerrada y no se oyen las conversaciones de aquellos
clientes bulliciosos y bebedores, ahora está el bar la Raja, un poco más arriba
y su encargado vende cerveza y café y mi amigo Rafael, el de Caridad, está en
la puerta y siempre me saluda y me pregunta por mi Nerea. Enfrente, sigue el
bar Nuevo, cerrado, porque Manolo y Maripi hace tiempo que se jubilaron y están
allí metidos, junto a la estufa, luchando para superar el invierno. Mi tía Dolores
y mi tío Camilo siguen viviendo en la calle Carboneras y la veo llegar por la
carretera con un bastón, pizpireta aún, pequeña, viva y con ganas de hablar y
comentar que fue a misa el otro día.
La casa de la
Rubia, en la calle Tejar, se ha transformado en un restaurante que se llama ‘La
Posá’ y junto al río venden carnes asadas y con buen sabor.
La villa de Frailes
sigue viva, pero está tocada del ala, nos hemos vuelto locos por una paga, por
una subvención, por tener cosas y consumir, no es ningún problema, lo hace todo
el mundo. Ahora, vivimos mejor que en 1950 y 1970, pero cada vez quedamos menos
y ha llegado gente de otros países de
Europa y de América y están aquí con nosotros y se han dado un lustre de Frailestud.
En el Cinema España
ya no ponen películas, a pesar de que Michael Jacobs quiso rescatarlo, el
edificio se ha convertido en algo decadente y cerrado y la sombra de Sara
Montiel se sigue besando con Raf Vallone, como si se hubiese transformado este
actor en Manolo el Sereno y los dos juntos, Sara y Manolo siguen vivos, o
volando como espíritus por estos cielos fraileros.
Aún estamos vivos
en Frailes y queremos seguir teniendo esperanza en el futuro. Ahora, han ideado
un nuevo escudo y quieren colocar una nueva bandera, como símbolos de nuestra
identidad pero el Ser de Frailes es universal, va dentro de cada uno de
nosotros. Lo sabemos todos. Lo mismo el que está fuera como el que está dentro.
Se nos ponen los pelos de punta cuando nombran la Martina o el Cepero, cuando
volvemos a recorrer estas calles que antes estaban empedradas y ahora son casi
todas de cemento. Vibramos cuando bebemos agua en el Nacimiento, cuando leemos
‘La fábrica de la luz’, cuando cultivamos los sentimientos.
Estamos vivos y
andamos a pequeños pasos, siguen naciendo fraileros y hay gente que quiere
hacerse frailera. Aún existe el Chaparral, el Cerrillo, la iglesia de santa
Lucia, las Roturas Altas y Bajas, ahora hay una plaza Miguel de Cervantes, otra
calle de la Constitución o una Avenida de la Sierra Sur. Seguimos elaborando
migas o un rico plato de choto frito, sigue la Jornada del Vino, hemos tenido a
Michael Jacobs que nos ha hecho más universales, seguimos teniendo una esencia
que yo he llamado la Frailestud, es algo que no se ve que no se toca, esa
entelequia, ese ser frailero que se lleva dentro, que nos une y nos reúne, en
cualquier fiesta, en cualquier lugar, en el universo. Seguimos buscando setas
en esos montes llenos de viento claro y hermoso, seguimos haciendo fotos desde
la Martina, miramos a lo alto y a la cara.
Aún huele a Frailes
por la calle de esta villa; la gente se sigue reuniendo, juntándose, viviendo,
acogiéndose unos a otros, volcados en el trabajo, en el sin vivir, buscando un
equilibrio duradero.
He recorrido todas
estas calles, he bebido agua en todas estas fuentes, me he bañado en este río,
he bailado, he amado, he reído, he llorado en Frailes. Me he ido, he vuelto,
habrá muchas más emociones, habrá muchos
más miedos, seguiremos viviendo, soñando, andando en Frailes.
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