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viernes, 17 de octubre de 2014
CLARO QUE PODEMOS
Juan Carlos Monedero es fundador de Podemos y Jesús Montero es miembro del Equipo Técnico de la Asamblea Ciudadana. En el País de hoy.
Si la calidad democrática se midiera por el aburrimiento ante la política, la irrupción de Podemos habría servido solamente para sacar a la sociedad española del sopor de la falta de alternativas. Una cantinela gastada y voceada hasta la saciedad por los sacerdotes del mantra de la resignación. Pero el agotamiento del régimen del 78 tiene en su haber demasiado dolor social como para leer los cambios políticos sólo en clave mediática. Ojalá estuviéramos ante un irreal capítulo de Juego de tronos, pero España se parece más a un reality show donde los participantes han dejado el carnet de ciudadanos en la entrada del recinto. Un millón de jóvenes en la emigración, casi 400 desahucios diarios, cerca de seis millones de parados, uno de cada cuatro españoles en riesgo de exclusión, recortes en sanidad y educación, cierre de la Universidad a los sectores empobrecidos, y el presidente de la patronal madrileña quemando su tarjeta negra de Caja Madrid al tiempo que decía que había que endurecer la ley de huelga, aumentar el copago sanitario y terminar con “el café gratis para todos”. Sin olvidar a los consejeros echándose un ratito en hoteles de cinco estrellas a eso de las tres de la tarde después de sacar 500 euros con su tarjeta por si tuvieran que pagar algo en metálico y que cobra alguien que no emite factura.
La movilización electoral promovida por esta candidatura popular y ciudadana ha contribuido a reconstruir la ilusión perdida por la política. No por falta de necesidad, sino por un abandono nacido del error funesto de haber delegado la política. Se venía denunciando, pero ni los medios, ni la academia ni el Parlamento quisieron verlo. Podemos, parafraseando a Tocqueville, ha sido el acontecimiento político más anunciado e inesperado de nuestra joven democracia. Pero, por eso mismo, sólo lo veían los que no tenían la vista cansada de tanto leer los mismos párrafos.
El voto a Podemos es resultado de la indignación social de las plazas, de las reivindicaciones de las mareas y las marchas contra “el estado real de la nación”. Pero también del deseo de cambio político para recuperar la democracia española “desmoralizada” y “desacreditada” que el profesor Aranguren ya denunciara en estas páginas en 1988. Con palabras de Adela Cortina, eran los tiempos de las “grandes rebajas morales de la temporada democrática”, que han devenido hoy en el mal gobierno de la crisis del ébola, de la crisis en Cataluña y el escándalo de las tarjetas de Bankia; también de la resurrección del problema social decimonónico expresado en la crisis de la sanidad y la educación, y de la reedición de la intervención extranjera en España, ahora en forma de pérdida de soberanía económica (Eurovegas, bases militares norteamericanas, cambios en la Constitución por presiones del IV Reich financiero). Estamos ante una quiebra de la confianza en las formas del “régimen del 78” que vuelven a poner de actualidad el Oligarquía y caciquismo de Costa publicado en 1901. Un siglo tirado por la borda. Es tiempo de echar el cierre a un habitus político caduco y abrir un tiempo nuevo en nuestra democracia. Sin transacciones. Por eso decíamos que el miedo tenía que cambiar de bando. Ya lo han entendido el rey Juan Carlos, Rubalcaba y algún que otro usuario de tarjetas opacas. Quedan muchos. Esto apenas ha empezado.
El proceso de transformación de una candidatura electoral en un nuevo partido político es inédito en nuestro país. Históricamente los “nuevos partidos” son el resultado de fracciones que, apelando a la novedad, adaptan sus ideas y formas políticas de origen. Pero la constitución de Podemos es muy distinta. Se está construyendo una formación política de nuevo tipo —para una revolución ciudadana— y ex novo, desde cero y por el principio. De ahí la complejidad de diseñar el patrón y cortar el traje al mismo tiempo; de hacerlo desde arriba y desde abajo, tejiendo en común, reunidos en asamblea, con presencia mediática y forjando ideología y programa. Habrá a quienes el esfuerzo les parezca insuficiente o les decepcione, pero si pensamos Podemos no como una marca en el supermercado político sino como un proceso popular participativo, todo está por hacer. Así ocurre con la Asamblea Ciudadana Sí se Puede. No termina nada.
Muy al contrario, con ella, “empieza todo”. Tiempo habrá de experimentar, evaluar, revisar y, si es el caso, revocar representantes o reformular modelos y estrategias. Nada nos va a atar salvo la decisión de hacer democracia de manera desatada. Hemos entendido que la emancipación sólo se define como democracia sin fin. Ya hemos aprendido que en política, las puertas giratorias deben cambiarse por las puertas abiertas.
El proceso asambleario desplegado desde el 25-M ha contado con la participación de miles de personas, dentro y fuera de nuestras fronteras (ese nuevo “exilio” tan presente en Podemos). Reuniones presenciales, redes sociales, medios de comunicación, mítines y encuentros en plazas. Cerca de 1.000 personas, organizadas en 164 equipos, han realizado 253 propuestas. Mediante un proceso horizontal deliberativo esta creatividad propositiva ha ido alcanzando consensos y agregaciones hasta presentar, finalmente, 50 propuestas a la Asamblea Ciudadana. El voto libre y directo de las 132.000 personas inscritas decidirá la constitución ética, política y organizativa de Podemos y elegirá su dirección. Y quizás ésta sea la mejor innovación: demostrar en la práctica que sí se puede con asamblea y liderazgo, “mandar, obedeciendo”.
El método Podemos ha demostrado sus virtudes y su audacia. Avales y primarias, cuentas claras y transparentes (sin recurrir a los bancos en cuyas manos languidece la democracia interna de los partidos), la presencia constante y creciente en las redes sociales y la promoción de nuevas herramientas de participación. Plaza Podemos, el ágora virtual, ha tenido el reconocimiento de los propios fundadores norteamericanos de la herramienta reddit en que se basa. En los congresos de redes sociales se presenta la “revolución tecnopolítica” que promueve Podemos. Y en las facultades de Ciencias Políticas y Sociología de todo el mundo constituye un “estudio de caso”. Ya era hora de que de las facultades de Ciencias Políticas saliera una política útil para los pueblos, por responsabilidad social.
El uso intenso de nuevas tecnologías reinventa la solidaridad intergeneracional (jóvenes enseñando a mayores). Alfabetización política y pedagogía participativa que Podemos está impulsando en sectores sociales, barrios, pueblos y ciudades, superando esa vieja política de “consenso pasivo” que deja al ciudadano reducido a votar cada cuatro años, mientras otros votan todos los días.
El miedo de la casta da la medida del reto que Podemos tiene entre manos. La forma es la idea. Más aún en democracia. Hemos venido para remoralizar la vida pública, democratizar los poderes y recuperar el deseo de felicidad que como pueblo y como personas nos merecemos. Claro que podemos hacer real una España “democrática y avanzada” como recoge el preámbulo de la vaciada Constitución de 1978. Para que lo redactado por “el viejo profesor” sea “realmente existente” es necesario hoy un cambio constitucional, y para lograrlo es necesario transformar la mayoría social en una nueva mayoría política. Sólo así la indignación social se convierte en impulso político. Visión de ruptura y esperanza en una vida mejor y una política decente.
Ése es el objetivo de los documentos presentados por el equipo de Pablo Iglesias bajo el nombre Claro que Podemos. Un documento ético, político y organizativo que busca culminar en las elecciones generales de 2015 esta fase destituyente del agotado pasado y dar entrada a una reconstrucción de nuestra democracia. Pusimos la audacia y la confianza en el pueblo. Volvemos a dar un nuevo paso con el mismo objetivo. Y como viene siendo lugar común, vuelve a ser cierto que cuanto más das, más recibes. Tiempo de generosidad. Un buen punto de partida para repensar la política.
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