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lunes, 18 de enero de 2010
EL DETERIORO DE LOS CORTIJOS DE LA COMARCA
Los cortijos han sido siempre lugares diseminados de los municipios, pero que han tenido una riqueza incuestionable. En los términos municipales de Alcalá la Real, Castillo de Locubín, Valdepeñas de Jaén o Frailes, se pueden ver una serie de cortijadas que conforman el territorio municipal.
Pero desde los años 1970 se han ido devaluando como consecuencia de la despoblación, del trasiego de habitantes del campo a la ciudad quedando gran parte de ellos deshabitados y sus inmuebles ruidos, aunque la tierra ha seguido siendo cultivada desde los pueblos, pues el transporte ha evolucionado mucho.
Paseando por la Sierra Sur se puede apreciar la arquitectura de estos cortijos con sus viviendas de yeso, sus vigas, sus corrales y su tierra a todo alrededor, que suponía la fuerza y riqueza de los cortijeros. Gran parte de ellos están arrumbados y casi nadie quiere vivir en el campo. Visitando las sierras de Frailes, Alcalá la Real o Valdepeñas de Jaén, nos sumergimos en un mundo primario al que le han añadido algunos elementos exógenos, como las uralitas, que le dan un toque peculiar y único. En un mundo en el que conviven viejas tradiciones con algunos aparatos sofisticados del más inminente progreso pero aún perviven las huellas indelebles de su identidad, propias de un mundo rural, cuyos habitantes viven de la agricultura y de la ganadería.
Las eras que bordeaban a los cortijos, donde se recogía la cosecha, han perdido el verde característico y sus hierbas se han convertido en unos palotes secos y amarillentos que deterioran el paisaje que antaño era agradable. Algunos de sus habitantes se han agarrado al subsidio de desempleo agrario como un último refugio donde guarecerse.
En algunos lugares, como la Hoya de Charilla en Alcalá la Real, solo quedan unos 4 ó 5 vecinos, de las más de 200 personas que vivían en otros tiempos. Aún siguen cultivando sus campos y con una pequeña piara de cabras u ovejas consiguen vivir bien y sin el problema del gran consumo a sus espaldas.
En otros, como las Nogueruelas entre Frailes y Alcalá, sólo se ven cortijos derruidos, con paredes caídas y tejas de barro que en otro tiempo taparon muchas goteras. Otro tanto ocurre en los cortijos de Valdepeñas, como la Cerezuela y Cerezo Gordo. Aunque también se ven algunos cortijos reformado, porque hay aún gente que está enamorada de estos paisajes y sus descendientes han levantado viviendas modernas en las que suelen vivir y pasar los fines de semana.
En la cortijada de los Rosales, en Frailes, con una altitud de 1.255 metros, se puede divisar la fortaleza de la Mota al fondo, y las casas de Frailes, la aldea de Santa Ana y Mures como pequeñas gotas que se esconden en el horizonte. Hay poco agua y los vecinos con la ayuda del Ayuntamiento han hecho pozos para abastecer a la cortijada de agua potable. No obstante, la vegetación es variada y al lado de las especies de monte, como la aulaga, tomillo y romero, conviven especies mediterráneas como la higuera y el almendro. Es como una pequeña aldea, compuesta por cuatro núcleos principales de casas, que pegadas unas a otras, se apelmazan como queriéndose dar calor en los fríos inviernos, alternando las edificaciones antiguas con las más modernas, cuyo contraste es enriquecedor, donde conviven los abuelos con los nietos.
Aún queda vida en estos andurriales y al menos los ladridos de los perros se dejan oir como un eco constante. En estos montes, campos de olivos, encinas, almendros, higueras se repiten, campos que en su mayoría eran propiedades comunales, eran montes de propios que a través del tiempo han ido perdiendo su identidad municipal y las fronteras de lo público, pues los cortijeros fueron arrancando en los linderos y los convirtieron en propiedad privada como por arte de magia.
En estos parajes no existe el tiempo, el camino con la sequía polvoriento, a veces se hace intransitable y los aperos de labranza descansa olvidados en los corrales, como antiguos trofeos de guerra, los chaparros y encinas se exhiben al viento y sueltan bellotas para que se alimenten las cabras.
Muchos de sus campos suelen estar vallados y dentro del terreno pasta el ganado y el difícil encontrar los antiguos cabreros que cada día salían a las veredas y campos para encontrar las hierbas vírgenes que hacían una buena leche.
En la parte del Valdepeñas de Jaén, junto a Cerezo Gordo, aún quedan 3 ó 4 personas vinculadas a esta tierra, mientras el progreso les ha colocado en lo alto de la Sierra del Trigo, una estación eólica, con grandes aspas, que los cortijeros llaman vulanicos porque se parecen a una planta que cuando se seca, se la lleva el viento.
Hoy, gran parte de estos cortijos están abandonados y los descendientes de los cortijeros ya no viven en aquellas casas, con corrales y caballerizas, suelen vivir en la ciudad y si acaso siguen explotando estas tierras, lo hacen desde sus pisos, con maquinaria y tractores.
Aunque hay otras personas que se han interesado por estos parajes, como los ciudadanos ingleses que viven en la Sierra Sur, que han comprado antiguos cortijos en las diversas aldeas alcalaínas y con un poco de imaginación se han instalado en las antiguas viviendas cortijeras. Van y vienen a Alcalá la Real, pero les gusta la tranquilidad de estos parajes y tratan de pasar su vejez en estos Lares con un automóvil en la puerta.
En otros lugares, como en toda la sierra de la Martina, existen ya pocos cortijos, sus paredes se ven derruidas y sólo queda la huella de lo que algún día fue. Se ven numerosas vallas a todo lo largo y ancho de la carretera que une Frailes con Valdepeñas, pero las huellas de sus habitantes han desaparecido, el cortijo de Manolín solo es una entelequia y el de los Pepillos se ha convertido en una casa rural, junto a una nave grande para el ganado que lo cuidan desde el pueblo. Las grandes praderas del cortijo el Hoyo están desiertas y los prados se suceden, algunas veces se ven buscadores de setas de cardo en el otoño, pues son muy apreciadas para comer. En la Colmenilla, de Valdepeñas, también se ha convertido en una casa rural con piscina y son numerosos los turistas que suelen venir para ver de cerca la Martina y adentrarse en sus hermosos parajes, con vistas impresionantes y vallas y cercas de ganado.
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Señor Santiago Campos, hemos leído su artículo "El deterioro de los cortijos de la comarca" y hemos de comunicarle que miente usted al decir que el cortijo del Hoyo está abandonado, ya que hace tres años que vivimos en él.
ResponderEliminarAsegurese usted antes de escribir nada.
Atentamente,
Javier Perona (Propietario del Cortijo el Hoyo, Valdepeñas de Jaén)