A pesar de las criticas, los toldos del Llanillo y calles adyacentes me gustan. Le dan un nuevo aire a toda esta parte de la ciudad. Además, se puede pasear en sombra, con un aire fresco y sin que el sol nos azote las cabezas. Parece una tranformación del casco urbano, algo medieval, como si se pudiese celebrar un torneo de justas entre caballeros, sólo que aparecen automóviles de vez en vez. Es algo nuevo, inaudito que envuelve a este lugar y le da unas características nuevas. Me gusta ahora pasear por allí y que las letras de los toldos se dibujen en el suelo.
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