Alcalá la Real sigue en pie en este marzo de 2017, está finalizando la cosecha de aceitunas y el precio del litro de aceite se cotiza a seis euros. Por la calle Avenida de Europa siguen pasando decenas de automóviles que frenan ante los pasos elevados que hay en la calzada, decían que era un camino medioambiental y colocaron una especie de frontera para que los automovilistas moderaran su velocidad, se gastaron un dinero importante, en vez de multar a los causantes de llevar una gran velocidad. Las Escuelas Profesionales de la Sagrada Familia siguen impartiendo enseñanza concertada y se han convertido en un referente alcalaíno. La fortaleza de la Mota cada vez es más visitada, su parte oeste necesita una reparación urgente y el Ayuntamiento ha invertido más de 600.000 euros para tratar de paliar su decadencia, pero es un dinero insuficiente.
El Paseo de los Álamos sigue siendo visitado por decenas de personas que buscan algo de tranquilidad. Hay gente por todos lados, el sol de marzo calienta esta ciudad y su gente camina, aún, por el carril bici, por el camino del recinto ferial, hacia el Lidl, el polígono de Fuente Granada y sigue andando para combatir el colesterol, el sobre peso y la bulimia. El hospital de Alta Resolución abrió todas sus puertas y las gentes van allí para combatir sus enfermedades. Recuerdo el día que se puso su primera piedra, fue el consejero de la Junta de Andalucía, Gaspar Zarrias, quién llegó allí para iniciarlo, me regaló una especie de piedra que aún la tengo en mi casa. Alcalá sigue siendo una ciudad gobernada por el socialismo alcalaíno que es una variedad importante en el panorama político y en la etapa democrática solo ha tenido alcaldes socialistas: José Marañón, Felipe López, Francisco Martín, Juan Rafael Canovaca, Manuel León, Elena Víboras y Carlos Hinojosa; siete hombres y una mujer que han regido los destinos de este municipio fronterizo, abacial, deportivo, religioso, trabajador, monumental, agrícola, ganadero, aceitero, plastiquero, activo; lleno de comerciantes, donde dicen que nació Juan Ruiz, Arcipreste de Hita y montaron un congreso en su nombre y llegaron lingüistas de muchos lugares y unos dijeron que sí había nacido aquí Juan Ruiz y otros no dieron fe de ello. Y siendo concejal de Cultura el socialista Rafael Hinojosa levantó la estatua en la que bautizó como Lonja del Arcipreste y desde entonces reina por allí Juan Ruiz, aquel poeta brillante y medieval que llenó Alcalá la Real de algunas calles con su nombre y los personajes de su libro.
Alcalá la Real cristiana y mora y Paco Martín se encarga de situarla en el mapa, con sus subidas a la Mota para explicar a todo el que quiera la grandeza de esta fortaleza que ha sido rehabilitada para el disfrute de gentes de aquí y de otros lugares que se acercan a ella para verla y quedan deslumbrados por su historia, recorrido y recuperación. Domingo Murcia, el cronista oficial, sigue ocupándose de Alcalá y muchos sábados realiza salidas a muchos de sus lugares y monumentos y explica la historia y las costumbres a todo el que quiera oírlo. Ricardo San Martín se ha dedicado a escribir libros sobre Alcalá la Real y le añade una serie de dibujos de lugares emblemáticos o interesantes para extender el conocimiento de esta ciudad. La Coral Alfonso XI escribe con letras de molde sus cantos al viento y deja en un lugar alto a esta ciudad, donde nació Pep Ventura, aquel músico de la sardana que es recordado con un pequeño monumento en el Paseo de los Álamos.
Alcalá tiene los ojos azules y mira al horizonte desde la Torre de la Cárcel, con aquellos caballeros que vinieron con el rey Alfonso XI y se convirtieron en socialistas hegemónicos en el siglo XXI y gobiernan esta ciudad con manos de hierro crujiente, y toman el aperitivo en la taberna de Pepillo el Aguardentero, con un vermut característico de color marrón oscuro, mientras leen los periódicos y se ponen un vestido medieval para casarse con la más guapa del lugar. Carlos Borras investiga las causas del porqué se encuentran los Pitecántropos erectos en el parque periurbano de los Llanos. Elena Víboras vuelve a ser popular y se viste con sus zapatos de fiesta para recibir a Susana Díaz y compra cuadros de pintores alcalaínos para alegrar las paredes de su gran casa, un inmueble donde vive sola pero le ayudan sus incondicionales. En la puerta de la iglesia de Consolación hay pobres que piden para comer y extienden sus manos para recibir una limosna y colocan un cartel diciendo las carencias que tienen. Se ven muchos rumanos en todo el municipio y sus mujeres cuidan a las personas mayores y menores o toman un café con leche y el sol de Alcalá les alegra la vida. El Convento de Capuchinos es un lugar para la cultura, incluso recibe exposiciones de pájaros, con más de 500 jaulas, gorriones y canarios que cantan en el Aula Magna, y allí montan un aparato para hablar y pedir juguetes y parabienes a los Reyes Magos. Amici Culturae miraba por la cultura y por la escritura, la poesía y el teatro, organizaba conferencias interesantes. Pero el concejal socialista Custodio Coto revitalizó la feria de junio, con más dinerito, para que tomara brío y la gente volviera al ferial a bailar.
Alcalá la Real desde el Parque Periurbano de los Llanos presenta unas vistas panorámicas y el sol llega por la mañana a la fortaleza de la Mota y le da calor, la envuelve y acaricia y sus rayos apuntan entre sus paredes y aposentos y cristianos y moros la visitan cada día, como el estandarte turístico del municipio. Desde lo alto de la ermita de la Verónica las casas del centro parecen pegadas por un elemento invisible que las une y el antiguo guarda del Paseo, Luis, se ve con su gancha, dando bandazos y quitando papeles que han tirado otros. Luis era una especie de ángel de la guarda y se jubiló y entraron al parque las bicicletas y muchos automóviles. En la explanada que hay en la ermita de San Marcos, han escrito una serie de poesías y los vecinos visitan aquel lugar y se hacen fotos y en el fondo se ve la Mota. Esta se ve desde todas partes, por la carretera de Priego, por la de Granada, desde Santa Ana, desde Los Rosales de Frailes, o incluso hasta los ciegos ven este castillo fortificado. Cuando regresamos de Granada, finalmente, se presenta la Mota y el gusanillo en el estómago se nota.
Dicen que Alcalá se enamoró de un rey moro y desde que los castellanos la reconquistaron, anda esta ciudad fronteriza con cara de tristeza y a veces en el silencio de la noche se oyen suspiros que bajan por la calle Real y llegan hasta el Llanillo. He paseado sus calles, he subido por la vía Veracruz, esa pendiente casi constante y he tenido que pararme para poder respirar, miraba hacia abajo y se presentaba en el horizonte el barrio de Las Cruces, un lugar mágico que recuerda el Albaicín granadino. La calle Veracruz es un lugar donde confluyen las procesiones y cuando anochece, se ven las luces de las velas que llegan desde lo alto hacia el Llanillo. El día de la Virgen, esta calle es especial y cuando se junta con la Carrera de las Mercedes, miles de personas miran a la Virgen Coronada. Desde los miradores de la Mota se observa un panorama intenso, de campo, de casas, de barrios, es como dar la vuelta a la ciudad en unos segundos. Por el Oeste, los campos de olivos se ven hasta los tajos de Charilla, o la carretera de Priego, por el Sur se nota Sierra Nevada, la aldea de Santa Ana y la carretera de Frailes.
Recuerdo que llegué a vivir un año en la calle Fuente Nueva, en casa del Pepe el Cantarero, era una casa compartida con un matrimonio mayor: Pepe, Ramona y sus dos hijos Pepe y Paco. Por allí, estaba la pensión de Isabelilla y había algunos estudiantes residentes allí, uno se llamaba Custodio, era de la aldea de Mures y después se hizo comisario de Policía. Alguna vez lo he visto después y nos hemos saludado. Veo a Antonio Almazán por la calle, hemos cambiado de aspecto, ahora tenemos el pelo blanco, Almazán se sienta en el bar del Parque y pide un café y lee el diario Ideal cada día. Paco Dabán vive en la calle Veracruz, fue funcionario de la Diputación y trabajaba en la oficina de la Avenida de Europa con los recibos de los impuestos. Antonio Aguilar también trabajaba allí y fue concejal del PP durante muchos años. Faustino Atero es un frailero que vive en Alcalá, lo veo por estas aceras y no nos saludamos, pero sabemos que somos fraileros y estudiamos el bachillerato juntos; a su padre le decían el Cojo Canelo y tocaba la batería con la orquesta Trébol. Se mudaron a Alcalá y compraron una casa en el barrio de Condepols. Viví otros tres años en la calle Alférez Utrilla, en casa de la viuda de Barquero, aquella mujer tenía tres hijos: Antonio, Teresa y Federico. El primero se fue a Almería y allí se casó, dormíamos en su cuarto y había en la casa otros niños fraileros, todos estudiábamos en el COPEM. Eran Rafael el de Maneque y Manolo el de José Miguel. Había otros alumnos de la aldea de Santa Ana pero solo venían a comer al mediodía. Por aquellas calles vivía la familia Corrales, eran varios hermanos y a veces nos peleábamos con ellos. Jugábamos al fútbol en el campo de las Escuelas de la Safa, recuerdo a uno de mis compañeros que se llamaba Palmero, era alto y jugaba bien al fútbol. Era el año 1961 y siguientes y en el Llanillo había una tienda de electrodomésticos que tenía en el escaparate un televisor que emitía imágenes, me quedaba allí mirando varios minutos, mientras el guardia urbano dirigía el tráfico frente al Pilar de los Álamos. Había un kiosco al principio de la calle Fuente Nueva, lo llevaba un hombre que tenía un agujero en el cuello y hablaba de una forma especial; allí compraba pipas, caramelos, petardos, algún cuento del Capitán Trueno o un recortable. En la plaza del Ayuntamiento conocía el comercio de Montañés, porque sus hijos Antonio y Cayetano estudiaban conmigo, Cayetano era mayor y más alto que Antonio, me gustaba comprar chocolate de bollo. Antoñito Gutiérrez tenía por allí una tienda y aquel hombre olía a jamón, a ultramarinos y estaba bien afeitado. Por la calle donde está el Banco Popular, había una tienda de ultramarinos, el dueño se llamaba Justo y tenía unos bocadillos muy baratos de atún, por una peseta o dos nos daban un buen bocata de pan con atún y en los recreos lo visitábamos casi todos los días.
Casa Facundo, en la Tejuela, fui a comer varios meses a principios de los años 1970, servía un plato único por poco dinero, podía ser potaje, cocido, algún pescado o un poco de carne. Facundo iba en mangas de camisa y lucía un bigote pequeño.
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