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lunes, 19 de marzo de 2018

ASI FUI CONOCIENDO A ALCALÁ LA REAL

En estos años en Alcalá la Real, desde el año 1993, he ido aprendiendo cosas de esta tierra, he ido conociendo a algunos de sus habitantes, he paseado por sus calles, plazas y avenidas, he intentado acercarme a sus gentes, a sus formas de vivir, de ganarse la vida, de creer, de pensar; he asistido a muchos actos, plenos, he escuchado canciones, conciertos; he oído lo que han dicho muchos políticos y otros hombres y mujeres de este municipio. He subido a la fortaleza de la Mota y desde allí he divisado el panorama que ofrece; he visto muchas procesiones, muchos Etnosur, premios de poesía Arcipreste de Hita, un chorro de congresos, debates de Amici Culturae; he conocido a muchos concejales de Cultura, de Agricultura, de Turismo, de Obras, en fin de todas esas materias. He oído a la Coral Alfonso XI y también a la Agrupación Musical Pep Ventura; he tratado con artistas, con artesanos, con obreros, con empresarios, con mecánicos, con comerciantes, con taberneros y con zapateros. Con gente loca, con discapacitados, con gente normal, con personas peculiares, con gente rica, con pobres, con gente feliz y desgraciados. He hecho amigos, también enemigos, he dado mi opinión, me han criticado, he compartido algunas cosas, alguna vez he maldecido llegar a este lugar, pero se me ha pasado pronto. Me he enamorado y he notado que me han querido, me han ayudado, he llorado, he reído, he pasado frío, calor, miedo y hasta he cambiado de color por estas calles hermosas, limpias o sucias. He observado a estas gentes, he ido a sus ferias, he visitado las guarderías, las residencias, los centros de salud, el hospital, las industrias, los polígonos, las casas, sus viviendas. He conocido a Hugo, a Laura, a Manolo Expósito, a Moisés, a Alicia, a Mari Mari, a Rafa Antonio, a Javi, a Paco Toro, a Domingo Murcia, a Elena Víboras, a Rafi López, a Vicente Moreno, al Cristo de la Salud, a la ermita de San Marcos, los Tajos y al Parque Periurbano, al carril bici, al club de la Fuente del Rey, al Rano, al bar del Parque, al Avenida, al Tipi-Tapa, al Rincón de Pepe, las Catacumbas, el Rio de Oro, el Zacatín, a Santi Rueda, a Derprosa y Condepols, al polígono del Llano Mazuelos, a Juan José Montiel, a Rubén Montañés, al Chini, a Belén, a Felipe López, a Santi el de las Máquinas, a Pepe el de las Patatillas, a Eduardo Serrano, a Fernán Cardama, a Analia, a Luis, el guarda del Paseo, a muchos gitanos, a castellanos, a gente de mal vivir, a gente normal, a don Rafael Hinojosa, a Rafa el Negro, a Antonio López, Antonio Cano, a Susana Díaz, Gaspar Zarrias, al presidente Griñan, a Chaves, a Almudena Grandes, a un hombre que está en el Paseo de los Álamos y que anda por ahí solo y habla solo y come solo y no dice nada. A una mujer que cuida los gatos que hay en el Parque y cada día les trae algo de comer; a Agustín Aranda que cada día lo veo paseando a su perro; a Antonio Jiménez que corre como un gamo y trabaja como un obrero a destajo.
A Moisés Campos que se levanta temprano para ir a su negocio en la Fuente del Rey, para vender vino y leche, gaseosas y cerveza. A Isidro que pregona sus tostadas cada día y recibe a sus clientes con buenos días y parabienes. A Manolo el Zapatero que tiene un enano local en la calle Figueras y cada día remienda un zapato y saca brillo a otros y vuelve a la aldea de Santa Ana para dormir en la casa de su madre. A Raúl Góngora que se hizo escritor, camarero y comerciante, cineasta, amante, bebedor de cerveza y visitador de Granada, pero sobre todo ama escribir de madrugada, visitar el Casablanca, enamorarse de la más bella, charlar con la Fuensanta y organizar veladas de pequeños relatos los fines de semana y el día de Todos los Santos.
A Jorge Romero, hombre y poeta que escribe versos en su blog de noche o de día, mantiene limpias las aguas residuales y trata de que le publiquen su nuevo libro con poesías que se deslizan en el Facebook de los jueves. A Julián el del Casablanca que camina somnoliento por la Avenida de Europa y se dirige a su pub cultural y sirve música, libros, tés fríos y calientes, es como un mecenas entre la poesía, el relato y los gin-tonic. A Rafael García Medina, que se viste de bruja en la noche de San Juan, escribe poesía y libros sobre campanas y campanarios, cuida de la Mota y se pasea por estas calles para pregonar pregones de santos y de carnaval. A Santi Rueda que con su hermano Chencho inventaron La Belle Epoque, montó un negocio de chucherías con la Rubia, se hizo celador en hospitales y centros de salud y habla y habla como si nunca lo hubiera hecho. A un hombre que vive con los de Faisem y menea la cabeza y pide un euro a todo el que se encuentra. A otro hombre que por las mañanas temprano camina por estas calles y se coloca una gorra en su cabeza y se hace el loco. A todos los hombres negros que durmieron en el Marino, que pasaban muchas horas sentados junto a la Estación de Autobuses, mirando el futuro y añorando recoger todas las aceitunas de Alcalá, mientras los autos pasaban de largo y dejaban una estela de desesperanza. A Sebastián Rosales que pinta cuadros enormes y al final se hizo universitario para cantar en la coral y visitar muchos países. A la Chica que la conocí un día mientras tomaba una cerveza y ella limpiaba los dientes a un aldeano en la plaza del Ayuntamiento, mientras el reloj municipal daba las doce del mediodía y la estatua de Martínez Montañés miraba a la Casa Consistorial, mientras añoraba tomarse un vermut en el local de Pepe el Aguardentero.
A Aurora Heredia que vende vestidos y pantalones y lleva ropa glamurosa y zapatos de tacón por las calles alcalaínas. A Luis Alcaide, hombre de bien, capaz de darme la mano e invitarme, cuando cumple años, a su casa con calefacción y Loly, su mujer, que elabora nueces con chocolate y ofrece regalos de todo tipo en su tienda Nudos. A Patxi, concejal de IU, que elabora arroces para cualquiera, habla en los plenos como un chiquillo, comparte con el que se encuentre lo que tiene y sigue esperando la igualdad o la felicidad terrenal. A Fernando Fedriani, profesor y escritor que pasea por Alcalá, hace debates con sus alumnos y vive y reina en Granada. Al Chirro que lo conocí hace tiempo, lo volví a encontrar en las Bodegas Campoameno, y ahora lo veo en el Rano y siempre quiere invitarme a un café o una cerveza. A Pepe el del Rincón de Pepe que lo veo con su Tablet en la terraza de su bar, apuntando raciones y bebidas, refunfuñando con sus hermanos y preocupándose por su forma de vivir, hablando con extranjeros y entendiéndose en sus lenguas como si el Señor le hubiese dando el don de gentes como a los apóstoles. A Cristóbal, profesor de la Safa que un día comí con él en la pizzería Dos Soles, y lo sigo viendo por la Avenida de Europa, por el Paseo de los Álamos, o por cualquier calle. A Pepe Alameda, que lo conocí en nuestra infancia, que da lecciones de esperanza a los que beben un poco de alcohol y les cura con su Alexal del alma.
A los hermanos Corrales que los conocí en la calle Alférez Utrilla cuando vine a estudiar al COPEM, y ahora los he vuelto a ver por estas calles nuevas alcalaínas. A Juan Francisco Almazán que me explicó el urbanismo alcalaíno una mañana en su estudio de la plaza del Ayuntamiento. A Paco Navas que me puso mis primeras gafas ópticas, veló por mi vista y me manda cartas, algunas veces, para que me compre un aparato para oír mejor. A Paco Moya que canta canciones, vende zapatos y acude al karaoke en noches de fiesta y lo veo en el Facebook cada dos por tres. A Eduardo Serrano que vendía pantalones en el Llanillo, se hizo presidente del Centro Comercial Abierto, enamoró a las alcalaínas y se fue a conquistar Colombia y vender aceite de oliva virgen en las calles de Medellín. Al Charly que vende lotería por las mañanas y velas para la procesión de la Virgen de las Mercedes y se coloca en un hueco de una casa del Llanillo para venderlas. A PPH que hace fotografías en la calle Fernando el Católico y les da un toque especial, incluso desde el cielo ha fotografiado a la Mota y a parte de la Alcalá moderna. A las hermanas Mónica y Marta Villén que crearon la empresa Conasi y venden productos y máquinas por Internet, referentes a la cocina ecológica, dando trabajo a algunas personas. Al Centro Los Amigos que realiza una buena labor, enseñando a personas de diversas maneras formas de vida y de esperanza para sentir que están vivos y que son necesarios para la sociedad alcalaína. A los hermanos Barquero Mesa con los que compartí unos años en su casa, estudiando y creciendo y buscando un lugar en esta vida. Al bar Ibiza que está en la esquina de la casa de Alicia, por el que paso todos los días en la Avenida de Europa, donde se juntan algunos para tomar una cerveza fresquita. A Juan Antonio y María José que hemos vivido algunos ratos juntos, por sus comidas en su casa del Castillo de Locubín, por los diálogos mantenidos en los bares alcalaínos y por las diferencias que mantuvimos y el respeto que tuvimos.
A Julieta y María que las conocí en la calle Fernando el Católico, a la primera con su belleza delicada que parece una modelo; a la segunda por sus videos en el Facebook, en especial el de su abuela. Pude compartir su gato blanco, sus perros y alguna cerveza con patatillas en el salón de su piso, mientras llovía en la calle. A la calle Oteros y la casa de Pedro y Alicia, donde he pasado algunos días, compartiendo alguna barbacoa, mientras los tomates del pequeño huerto se volvían ‘coloraos’ y se oían los cohetes que subían al cielo el día de la Virgen de las Mercedes. A Rafael Daza por las horas que perdimos aprendiendo a ser periodistas, con aquellas inocentes revistas de ‘Entreolivos’ que editábamos con mucho trabajo, mientras la democracia alcalaína seguía votando al PSOE y ‘La ruta de los milagros’ se extendía en el libro de Manuel Amezcua. A Paco Medina, maestro que estuvo en la residencia Simón Oliver y una noche me socorrió y cuidó y veló mis sueños. A mi vecino Pepe Ramírez que ha leído todos mis libros, me recibe en su piso y me lo encuentro en el carril-bici muchas mañanas y comentamos cualquier cuestión. A Antonio Heredia que es amigo de Frailes, y se preocupa de hacer investigaciones en el Archivo Municipal, ha escrito sobre los niños expósitos y sigue preocupado por muchas cuestiones de este municipio. A Antonio Almazán que fue compañero en el COPEM, después me lo encuentro en el Paseo leyendo el Ideal, nos saludamos y proseguimos con nuestros quehaceres. A Juande, el dueño de las Bodegas Campoameno que lo conocí cuando era un adolescente en la calle Veracruz, donde sus padres tenían un bar, después se hizo empresario y algunas veces me lo encuentro desayunando o en la sede del PSOE y un día me dijo ¡toma sorpasso¡ porque creía que iba a ganarle Podemos al PSOE, pero no fue así, otras veces lo veo en su BMW blanco y potente, levanta la mano y me dice hasta luego. A Paco, el alcalde de la aldea de Charilla que me dio su amistad y desde entonces me saluda cuando nos vemos y hablamos de cualquier cuestión o nos preguntamos por la salud. A María José Atienza que la conocí cuando su padre tenía la ferretería junto a la iglesia de Consolación, después se hizo abogada y lleva los asuntos de la asociación de empresarios y comerciantes ACCEIPA.
Al kiosco de los churros del Paseo que acoge a los amantes de este producto que se suele tomar con chocolate, y gusta a mucha gente que pasa por allí, se sienta en sus mesas y sillas y piden un papelón de churros y además allí trabaja un torero que da pases de pecho. A todos los ociosos que viven y reinan en Alcalá que no trabajan pero están ahí para contarlo. A Jose Aguilera que vende productos plásticos alcalaínos al mundo, ejerce de pregonero religioso y corre como un atleta los fines de semana. A Mercedes Ramírez que la conocí siendo edil de la Mujer, me habló del yoga y la sigo viendo algún martes cuando desayuna en el bar del Parque. A Belén y Amor que todos los años se trasladan a Formentera para trabajar en el sector turístico, y vuelven a final de octubre para brindar y tomar un vino en estos bares. Al perro Elvin con el que he paseado algunas veces por Alcalá, un día me pidió un vaso de agua y otro que jugara con él a la pelota. A Moisés Arenas que una vez me llevó al médico a Granada, otro discutimos de la vida y otro compartimos una barbacoa. A la asociación cultural ‘Amici Culturae’ por prodigar los debates alcalaínos, por intentar transformar la sociedad y por tener una voz propia. A Paquitina, alcaldesa de la ELA de Mures, que suele venir a muchos plenos del Ayuntamiento y como un pequeño David se enfrenta al gigante Goliat sin perjuicios.

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