Salté de la cama con la memoria descolgada y traté de recomponer la esencia
que me arrastra, aunque si yo creyera en la locura, volvería a tener esperanza
y gritaría a los cuatro vientos que hay tanta ignorancia.
Hay mujeres que son feministas y otras que no lo son, han celebrado el Día
Mundial de la Mujer Trabajadora pensando en la igualdad y la quieren conseguir
a trozos, como si los problemas se pudiesen solucionar; tratan de dividir al
mundo, y lo único que consiguen es una solución idiomática de género
transversal que no tiene nada que ver con las reivindicaciones verdaderas. La
salvación será para todos o no será, o quizás no tengamos que salvarnos porque
no se dan las condiciones necesarias para el cambio. Señores y señoras,
caballeros y ‘caballeras’, chicos y chicas, compañeros y compañeras, todo está
por descubrir, pero solo tratando nuestros problemas en conjunto se podrá salir
de esta espiral.
La desigualdad, la esperanza, la tragedia, la alegría son únicas, no se
pueden tratar los problemas con la división de géneros, la humanidad se salvará
o no se salvará, quizás no valga la pena salvarse y todo sea una entelequia que
se acabará en el caos de la nada. No conviene ser fanáticos de ninguna
ideología, al fin y al cabo todo se termina y lo mismo da ocupar un gran puesto
en la administración con una paga de ‘mil pares de c…’ que ser un pobre diablo
que se acuesta en unos cartones, arropado por una construcción de cualquier
entidad bancaria, al cabo y a la postre son ellos los que mandan, don dinero,
que ahora está al 0%.
Doña Leticia es igual que cualquier mortal que escribe a sus íntimos
amigos, con una complicidad pasmosa y queda para comer cualquier día a las tres
en punto de la tarde. Por eso, casi todos somos iguales o al menos la
naturaleza nos nivela.
La culpa como siempre es del ‘chá, chá, chá’, pero hay unos que sufren más
que otros y otros que disfrutan mucho más que ningunos, pero de que les sirve,
el consumo es el dios del presente, si no consumes eres un insatisfecho, apestado
que te conformas con llevar siempre los mismos zapatos, el mismo reloj y el
jersey antiguo que compraste hace cien años.
Si yo creyera en la locura como dice Silvio Rodríguez, una luz cegadora me
envolvería y la memoria me jugaría una mala pasada, pero hoy mi memoria está
descolgada y tengo que apretar los dientes para acordarme de ti, de él y de
todos aquellos que pasaron y pasan por mi vida.
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