Para poder asistir al Vía Crucis de la Mota y celebrar el Miércoles Santo
hay que subir calles empinadas como la Veracruz, Miguel de Cervantes o la calle
Real. Después se llega hasta el templo donde reina el Cristo de la Salud y
Alcalá se rinde a los pies del mismo.
En la noche de hoy, los cofrades y ciudadanos llenaron la explanada del
templo y entraron a la iglesia poco antes de las 21:00 horas para realizar el
besapies correspondiente. Mientras tanto, hombres vestidos con sotana negra y
abotonada preparaban los utensilios de la procesión. No había algarabía, todo
era sencillo, las personas vestidas con sus ropas normales. Antonio Heredia y
Paco Martín repartían un librillo para entender el Vía Crucis mejor. Comenzaron
a salir del templo, cuadros que representaban las estaciones, candelabros con
velas, antorchas en llamas y el Cristo fue depositado en una especie de
plataforma de hierro para iniciar la procesión, por los alrededores y la
fortaleza de la Mota. Es una de las procesiones más humildes de la Semana Santa
alcalaína, sin brillos, con mucho fervor y con un itinerario inigualable por la
parte vieja de la ciudad alcalaína.
Los caminos de la Cruz, el Vía Crucis, son estaciones de amor, es un
itinerario compasivo, repleto de escalas y peldaños que conducen a la
Resurrección. Los caminos de la Mota, piedra desgastada en medio de leyendas y
vida de frontera son vivencias de gente humilde que hicieron el camino, leyó Paco
Martín.
El Vía Crucis y el pasado se entrelazan, mientras la piedra se perfuma con
el incienso sublimado y una cadena humana se desgarra en oraciones de misereres,
penitencias nazarenas y, también, de teas de amor.
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