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lunes, 17 de febrero de 2020

FRAGMENTOS DEL LIBRO 'UN FRAILERO EN ALCALA'







Sentado en esta Alcalá la Real del siglo XXI, veo pasar la historia de esta ciudad. He tratado de aprender algunas cosas de este municipio, ignoro muchas otras. Hago paseos nocturnos y sueño en los días de mi jubilación. Estoy aquí en Alcalá la Real y me empadroné para ser alcalaíno, mi corazón sigue siendo frailero pero puedo compartir ambas situaciones. Subo por el cielo alcalaíno, veo el polideportivo, las fábricas de Condepols y Derprosa que ahora tienen otro nombre; el Chare, el cementerio, las gentes del barrio de Iberoamérica que han edificado sus casas con fuerza y constancia. Veo las campanas de la iglesia del Salvador, el antiguo Centro de Mayores, la Casa de la Juventud, donde pasé muchos momentos, allí hice yoga con Mercedes, visité el Aula de Adultos, la sede del Arte Seriado y asistí a diversas asambleas de partidos políticos y organizaciones de todo tipo.
Por la Avenida de Andalucía me remonto en mi sueño, miro la tienda de Lala que antes estaba frente a la Biblioteca, es una mujer con peculiar forma de ser; el hotel Torrepalma donde fui muchas veces, la librería Ítaca, el Mas y Mas, la casa de Pepe Alameda que lucha contra el consumo de alcohol desde la asociación Alexal; cientos de personas pasan por allí cada día; la Estación de Autobuses está llena de hombres negros que vinieron en busca del paraíso occidental y tuvieron que estirar su cuerpo en el Marino, un edificio abandonado que se iba a convertir en un lugar para el turismo, pero en el camino se transformó en una ratonera para hombres dejados de la mano de Dios. Y Cáritas los atendió y como los Reyes Magos les dio ropa, mantas y chocolate caliente; el reparto de la riqueza no se ha hecho en Alcalá, solo hay caridad y hay poca gente que pase hambre, porque Paco Martín sigue sustentando el Banco de Alimentos, junto con otros voluntarios que siempre responden a la llamada de los que no tienen nada. Estos hombres negros le dan un aire especial a esta ciudad, con su cuerpo negro, con sus teléfonos móviles, con su nada encima de cada día. Los alcalaínos tienen ganas de vivir; se levantan temprano para barrer y limpiar la ciudad; hombres y mujeres vestidos de amarillo, aun cuando el amanecer no ha llegado, ellos están dispuestos, armados de escobas y badiles barren y limpian; mientras los guardias civiles izan la bandera en su cuartel general y en el bar del Rano sirven desayunos a primeras horas de cada día y Juan, su dueño, parte pedazos de jamón y los mete en bolsas de plástico, en este bar lleno de gente y de vida que le toma la temperatura a la Alcalá real cada día, sirve raciones de queso, de jamón, de calamares, o de carne en salsa. Y por allí veo al poeta Rafael Hinojosa tomando un refresco, viendo un partido de fútbol del Barcelona y sale a la calle a fumarse un cigarro y a acordarse de su mujer Victoria. El Chirro allí está y bebe cubatas antiguos, mezclados entre cigarrillos y sigue trabajando con Juande y pasea su soltería por esta ciudad.
En el pub La Lol@ hay música y emoción, la gente suele pasar sus tardes, noches y madrugadas tomando gin tonics sin condiciones, con esas frutas sofisticadas. ¿Qué hago yo en Alcalá? Me visto cada día para salir a la calle, he visto el peso de esta Alcalá cuando fue haciéndose grande, con aquellos y estos socialistas, cuando Elena Víboras se vestía de largo, amasaba proyectos y tenía 1, 2, 3 hasta 115 millones de euros para hacer socialismo urbano, de parador, de autovía, etc. La Alcalá del Urban, de la zona norte, con catorce millones para incentivar la parte más deprimida o triste de esta ciudad; esta Alcalá del Aula de la Naturaleza, de la nueva Mota, del nuevo edificio de las Trinitarias, y Juan Ángel reinando en la fortaleza de la Mota, disfrutando de esta Semana Santa, despegado de Condepols, enamorado de su Alcalá y la abandona y se va a la Diputación Provincial y se codea con los amantes de la cultura de Baeza, Úbeda, Quesada y vuelve a Alcalá para asistir a un pleno ordinario y el socialismo alcalaíno y genuino se debate entre el laicismo y el cristianismo. El nuevo socialismo alcalaíno de la legislatura 2015-2019, de Carlos Hinojosa, de Custodio Valverde, José López, Cecilia Alameda, Juan Francisco Martínez, Cristóbal Cano, María José Aceituno, Eva Bermúdez, pero dicen que hay otro socialismo y ambos están mezclados como si se hubiese hecho una aleación liquida que tiene una mezcla indeleble.
Por el Llanillo va caminando un hombre, desde la oficina de Cajasur anda a pasos lentos, mira el Palacio Abacial, el cielo a lo lejos de su vista; la Caja Rural, el Banco, Unicaja, hay tiendas de medicinas, zapatos, pan y dulces, ópticas, muebles, tiendas de chinos y al final la Virgen de las Mercedes, esa Señora que vela por este pueblo; la calle Tejuela suena a tejar, para hacer tejas y cacharros de barro, el bar Pireo lleno de hombres que beben vino, cerveza, brandy y aguardiente. La Alcalá céntrica, la que saben todos; hay una calle que se llama Oteros y es estrecha, cuando pasa un auto hay que arremeterse contra la pared, al final hay una placeta, allí vivía Pedro y Alicia con sus hijos, ahora la casa está vacía. Hoy llueve por Alcalá, una jornada de lluvia intensa con bajas temperaturas: hoy es 4 de marzo de 2017, en la ITV que inauguró el alcalde Juan Rafael Canovaca, había diez o doce personas que esperaban el turno para inspeccionar sus autos, cobran 44 euros por cada uno y miran algunos puntos del automóvil, al final te dan un sello y te dicen que vuelvas el año que viene. He ido por la Avenida de Portugal y la lluvia me daba en el parabrisas, mientras la radio hablaba de los transexuales. En la calle Mesa tenía Cigarrón un almacén de bebidas de todas clases, Moisés Villén iba a comprar un coñac caro, se llamaba 1868 y la hija del dueño se lo vendía pero no quería porque era caro, parecía advertirle que había otros más baratos. 

En el barrio de Las Cruces había casas en malas condiciones, el Plan Urban propició el rehabilitamiento de la zona, se hizo una buena acción y el lugar ganó por todos lados. Hay casas bonitas donde da el sol, las vistas son alucinantes y Alcalá se rinde a nuestros pies. Por aquellas calles estrechas subí varias veces, una en busca de Pedro que vende cupones y les dice a las mujeres: Bombón me compras un cupón. Pedro borda el manto de una virgen de Semana Santa y da puntadas sin hilo y anda y corre Alcalá de punta a rabo, varias veces al día, ofreciendo la ilusión de los dineros del cupón de la ONCE; como Sergio otro vendedor que anda y saluda a sus clientes, emite una sonrisa grande y le dio un premio de 9 millones de euros a Santi el Pescadero, después se murió pero eso le pasa a cualquiera.
 


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