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lunes, 14 de mayo de 2018

QUERIDO EDUARDO

Aquellos años que pasamos juntos, fueron de los mejores de mi vida. Nos conocimos en el barrio de Los Pajaritos en Granada allá por 1974 y desde entonces no hemos dejado de sentir algo especial que a pesar de todo nos ha mantenido unidos. Ha sido una especie de hilo rojo, como dice mi amigo Manuel Molina, que no sé cómo ha obrado el milagro de hurgar una especie de contacto sin apenas percibirlo. Aprendí contigo a escuchar canciones de Silvio Rodríguez, a leer a Juan Marsé, a dar paseos por aquella Granada que pateábamos juntos cada día. Soñamos juntos muchos sueños y algunos de ellos se cumplieron, sobre todo los tuyos. Te sigo admirando Eduardi y recuerdo aquél piso que compartimos en el polígono Almanjayar y bajábamos al centro granadino a conquistar las praderas. Me enseñaste a compartir, a tener amigos, a elaborar tortillas de patatas y a sentir la alegría de vivir; me sentía bien a tu lado. ¿Te acuerdas cuando íbamos al cine al Campo del Príncipe? Vimos Amarcord, Novecento, Portero de Noche…, y sobre todo me gustaba cuando me cantabas alguna canción en aquel pequeño apartamento en aquella callejuela, junto al hotel Carmen. Cuando te ibas a la Estación a ver a tus padres, me ponía tus jerseys y salía a lucirlos al centro de Granada; eran bonitos, te los había hecho tu madre y esperaba que volvieras cargado de cosas buenas y contándome anécdotas de los hombres del tren. Creo Eduardo que tuvimos mucha suerte en conocernos. También en encontrarnos con Amparo, como te quiere esa mujer; tan dulce; recuerdo cuando íbamos a acompañarla a su colegio y seguías cantando aquella canción, creo que era ‘Cuerpo de ola’ de Hilario Camacho y la dejábamos que entrara y después nos miraba desde aquel balcón. Y la vez que fuimos a ver a mi madre a Frailes, con aquel Seat 600 que nos prestaron, ¡Qué bien nos lo pasamos!, como el día que te dieron el premio en la Diputación, creo que era algo de Agricultura y cuando entraste en la Universidad, creí que contigo entraba yo también. En estos años he pensado muchas veces en ti. Nos vimos en algunos momentos, brindamos alguna vez y he añorado tu presencia miles de veces, recuerdo una vez que fui a la Estación y estuve varios días contigo, me mostraste Úbeda y Baeza, comí con tu madre y fuimos a aquel bar de Javier, al que decías: de dos a tres en Casa Javier estés. Nos vimos en Frailes, en Jaén, nos escribimos correos, un día fui a tu casa de Jaén y me quedé a dormir allí, tú te ibas de viaje y me dejaste la llave. He visto los libros que escribiste, los hijos que tienes; me suena la voz inconfundible de Amparo y pienso y sueño que voy junto a ti en un viaje que debíamos haber hecho, para que me volvieras a cantar ‘Te molesta mi amor’ de Silvio Rodríguez; también fui a ver a Pablo Milanés contigo, en aquel teatro del Zaidín, mientras temblábamos de miedo por si llegaban los grises y nos jodían aquel encanto. Recuerdo el miedo que pasábamos en las manifestaciones, junto con Ricardo que era más atrevido y parecía no tener miedo. Cantamos ‘A las barricadas’, fuimos los dueños de aquellas calles que Víctor Jara nos dio a conocer; leímos a Louis Althusser, conocimos a Concha Félez y a Ignacio Henares y seguimos pateando por la calle Elvira, Plaza Nueva, íbamos siempre andando, como peregrinos, y vuelvo a recordar tu sonrisa y me decías aquello del ‘patavanas’. También, recuerdo el día que te sacaste el carnet de conducir, creo que a la primera; yo tardé cinco veces en conseguirlo. Y nos despedimos el uno del otro y pensamos que la vida iba a seguir y siguió y te casaste con Amparo y fuiste profesor y catedrático de ‘Análisis Geográfico’ en la UJA y estaba orgulloso de ti, no por nada, sino porque era lo que añorabas y creo que yo también fui catedrático junto a ti, y recuerdo al viejo y astuto Malpica, al Liebre, al Gafas, al Ricardo, y cuando fuiste concejal del PSOE, y cuando lo dejaste, y bendigo a la vida por haberte conocido y llevarte en mi corazón todo este tiempo y todo el que me queda por vivir.

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