El periodista Jesús Pozo decía que había pasado cerca de Alcalá la Real pero que nunca había llegado a la ciudad. Ahora, este almeriense vive en la aldea de Ribera Baja, compró un par de casas y las convirtió en alojamientos rurales, incluso con biblioteca y sala de arte, con una cueva donde su prima Ana da masajes. Ribera Baja es un suspiro existencial urbano y rural, rodeada de agua, ríos y antiguos molinos donde elaboraban pan. Hoy aún queda un molino el de Francisco Madrigal donde hace pan y dulces.
Ribera Baja no tiene ni un pequeño bar, tiene una ermita donde se venera a su patrón, San Jerónimo, y lo celebran a primero de agosto. Hay un barrio bajo y otro alto que los divide el río y hay una vega con árboles y hortalizas; el antiguo molino de Santiago Hidalgo se ha convertido en una casa rural y Antonio López se ha hecho allí un lugar donde descansar y tener ratos de tranquilidad. A la entrada, el socialismo hizo un centro social y un pequeño campo de fútbol sala. La vecina más famosa de la aldea es Elisabeth Wagner, una holandesa que cobra una pensión del Estado Español, amante de los perros, conduce una furgoneta amarilla y se compró una casa en el barrio alto, junto al Asno Azul. Elisabeth se hizo amiga de Jesús Pozo y los dos mantienen una simbiosis interparental casi inquebrantable. Ella cuida de los alojamientos rurales y Jesús anima la vida de la holandesa. Es un idilio hecho de respeto y de guiños de complicidad. Ella trabajó durante 20 años en un restaurante en Cataluña, primero llegó a la aldea de Santa Ana y después encontró su sitio en Ribera Baja. La casa la ha ido transformando, en sus paredes tiene jaulas de adorno y un pájaro que le anima los días; en verano duerme al aire libre y en invierno no cierra las ventanas de su dormitorio, dice que nunca tiene frío.
Elisabeth es una mujer independiente que nunca ha bailado abrazada, dice que no puede hacerlo, suelto si baila y habla en cinco lenguas. Las antiguas casas de Ribera Baja hoy están cerradas casi todas y en franco deterioro. Aquellas calles tan animadas en el siglo XX, ahora están desiertas y solo Elisabeth y otros pocos vecinos las andan cada día. En invierno hay escarcha en la calle de Elisabeth y el cielo es claro como una patena, las estrellas se ven, el firmamento y la luna van dando cuenta de las estaciones invernales.
La Ribera Alta está cerca de Frailes, mi hermano Antonio iba con su motocarro a vender pescado y fruta, y a mí me alquiló un local para vender sus productos, estuve allí unos días cuando aún era pequeño, pero me harté y me fui. Había una mujer que se llamaba Ana, tenía una tienda donde vendía de todo. En la plaza se celebraba la verbena en honor a San Juan Bautista y unos metros más arriba estaba la iglesia. El día de San Juan era la gran jornada y llegaba gente de los pueblos limítrofes, había dos días de fiesta: San Juan y San Juanillo y al mediodía los hermanos mayores ofrecían un ponche en la Fábrica. Ahora, en esta época, el socialismo levantó un centro social, un campo de fútbol sala y un centro de salud, donde atiende un médico unos días a la semana. El restaurante Rey de Copas fue su mejor establecimiento y su cocinero Juan Matías estuvo en candelero varios años, hasta que desapareció y se fue a Antequera. Los niños y los jóvenes de Frailes y de la Ribera Alta teníamos mucha rivalidad, manteníamos continuas peleas y nos desafiábamos al fútbol y con piedras que a veces tenían grandes consecuencias.
Me encanta tu mirada hacia las aldeas y hacia tu interior. Enhorabuena por esta bella reflexión.
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