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lunes, 23 de octubre de 2017

SENCILLAS NOTAS ALCALAÍNAS

Alcalá es un misterio que tiene un departamento de Transparencia. Sigue siendo fronteriza, religiosa, folclorista, somnolienta y socialista y el Paseo de los Álamos se llena de gente cada tarde para tomar el pulso a la vida; un parque lleno de albero amarillo que cuando llueve se sigue derramando y llena de color sus aledaños. En Alcalá algunos siguen viviendo de la PAC, en vez de vivir en paz y han bajado el impuesto municipal de tracción mecánica de vehículos un 10% para que los automovilistas sigan circulando por los pasos elevados que tanto abundan. Han congelado las tasas como si no se atrevieran a subir los impuestos porque sería una medida anti electoral y en las circunstancias que estamos pasando no ‘estaría el horno para bollos’. En Alcalá hay tantos deportistas como en unas olimpiadas y la gente sale temprano de sus casas para andar y seguir en forma, cultivar la salud y el cuerpo y combatir el estrés, las enfermedades y los ‘malos pensamientos’.
Alcalá puede ser la esencia del socialismo español, con más de 38 años de gobierno, que hacen desesperar a cualquier partido de la oposición, pero aún le quedan a este socialismo alcalaíno algunas cosas que resolver, como a cualquiera. Aunque dicen que en Alcalá aún hay árabes en la fortaleza de la Mota, donde el sol se pelea por encender sus rayos cada día, y desde la Torre del Homenaje hay vigías que conducen a este pueblo a un futuro de esperanza.
Hoy Alcalá es un proyecto de más de 22.000 almas que tratan de salir a flote en esta maraña de controversias, con parados y con empresas que exportan a muchos países, con contradicciones y aciertos, dependiendo aún de la Agricultura, con muchas aspiraciones en la industria del plástico y con muchos jóvenes que no encuentran su futuro en estas cuatro paredes. Alcalá sigue viva a pesar de todo y por las noches aún suenan voces que alientan a los alcalaínos a seguir luchando por lo que importa.
Alcalá tiene muchas calles, unas largas, otras cortas, muchas en pendiente, otras nuevas, otras viejas. Varias conducen hasta la fortaleza de la Mota, inevitablemente vamos a parar allí muchas veces, la Mota es como un imán que nos atrae, cualquier día paseo por Alcalá y de pronto estoy en la fortaleza, miro las panorámicas que se ofrecen desde allí, por un lado y por otro. La iglesia de Santo Domingo lleva muchos años esperando que la rehabiliten, es costoso y le han colocado una serie de hierros para que no se desvanezca por completo. El Aula de la Naturaleza empezó con mucha fuerza y había mucha actividad, invirtieron mucho dinero y luego fue decayendo, más tarde hicieron una nueva obra con una edificación que parecía un hotel. Allí sigue, cerca de la Mota, no sé si tiene éxito, si va mucha gente por allí, pero parece que su brillo está difuminándose. Alguna vez me subo a los aparcamientos de la Mota y voy mirando el paisaje, los tajos de Charilla, la carretera de Priego, la extensión de olivos, el horizonte.
Un día me encontré a Almudena Grandes en la explanada de la iglesia de Santa María la Mayor y traía un libro debajo de su brazo, era El lector de Julio Verne y lo presentó en las Casas de Cabildo, allí había más de 40 medios de comunicación y pasé un día espléndido. Otro día estuve con la ministra del PP, Ana Pastor, que había dado una subvención para rehabilitar las murallas y había mucha gente, socialistas y conservadores, pero parece que se acabó el dinero y no se han terminado las obras.
Alcalá se extiende al amanecer y bosteza en sus calles, convertidas en modernas vías que conducen al Llanillo. En Alcalá la vida se articula en torno a la familia, a los guisos, a los bares, al trabajo, a la Virgen de las Mercedes, a las procesiones, a los barrios. He buscado la síntesis de estos alcalaínos y sigo intentándolo a la orilla de Las Cruces, de la calle Real, de la Tejuela, o en cualquier sitio. Los alcalaínos son como otros vecinos, de otros pueblos.
Un hombre gitano que da vueltas con una mujer pequeña, él va delante y ella detrás, y alguna vez me pidió un euro. Hay otro hombre que hace ejercicios físicos en los artefactos que hay en el Paseo y se coloca en posturas inauditas y pasa de un cacharro a otro. Por el bar el Rano he visto un hombre con melena que apenas habla a los transeúntes, bebe un café con leche, coloca el dinero en el mostrador y sale a la calle sin rechistar. Manolo el Zapatero está en la calle Figueras, cuando voy allí está inmerso en su trabajo, levanta su cara y me saluda, me habla de alguna cosa y sigue trabajando en su zapato de turno. Tenía una casa ruinosa en Las Cruces y un piso ruinoso en la Casa del Coño y otro piso en Maracena. Da puntadas con hilo, pone suelas y medias suelas, y cuando acaba se va a Santa Ana, donde se cobija al final del día. El Chirro me invita a café cuando paso por el Rano, me saluda y sonríe y me habla de alguna cosa de Frailes, porque estuvo trabajando en las Bodegas Campoameno. En la farmacia que hay junto al Rano, la gente, a veces, hace cola para comprar medicamentos, otros se cuidan la tensión, o buscan algún potingue para adelgazar.



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