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martes, 3 de octubre de 2017
FRAGMENTOS DE UN DIARIO
Una mañana fui a andar, llegué a mi casa y me entretuve en tirar a la basura unos cuantos libros que no me sirven para nada. Limpié la estantería que estaba llena de un polvo de hace doce años. Limpiaba aquellos lomos de aquellos libros con un trapo y los iba colocando, de nuevo, casi en el mismo lugar. Después me duché en mi cuarto de baño, el agua salió caliente y al instante mi cuerpo quedó limpio. Fui al Silo de Cereales donde había una fiesta que no tenía color y un hombre que decían que era un dj animaba a unos chavales a divertirse, la entrada costaba diez euros y estaba auspiciada por una cofradía religiosa y el propio Ayuntamiento. En otro lugar había una propuesta de un arroz solidario, ¿un arroz solidario para qué?
Voy a pintar mi piso, volveré a pintarlo de blanco, de un blanco invisible, capaz de hacerme volver a vivir otros días de ilusión. Volveré a limpiar los lomos a mis libros, volveré a limpiar la mesa de madera y las ventanas y los balcones que dan a la calle y las persianas que siguen llenas de polvo de hace doce años.
Si hubiera aprendido a escribir como Cervantes o a meter goles como Marco Asensio. Si hubiera aprendido a amar como cualquiera, a trabajar como cualquiera, a ver venir el futuro como cualquiera, a fabricar muebles como cualquiera. A vivir como cualquiera. Ahora no me estaría quejando, como cualquiera.
Soy uno más, no soy único, ni independiente, ni singular, ni elegido, ni gracioso, ni simpático, ni guapo, ni hablador, soy un simplón, sin gracia, viejo y jubilado que se cuida la barba y no sabe ni donde está. Mañana me volveré a levantar temprano, saldré a andar al carril bici, e intentaré dejar la palidez en el camino.
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