Las calles de Lisboa las vi, pero
me fui a Frailes después de todo, todos los caminos me dirigieron hacia allí,
recorrí el asfalto, bebí agua, fui a Navasequilla, a Hazaredonda y al Cerrillo
el Ciego. Estuve en la cueva de la Paz, en casa de Luis Raya, bailando en casa
de Luis Alba y en la calle Rafael Abril. Bailé con la más fea, paseé con
Abelardo, aprendí a leer en la calle Huertos, compré alguna cosa en casa de
Antoñico el Loco.
Recogí aceitunas en el Cerro del Endrino, bebí cerveza en la
Cueva, empecé a bailar en el salón de Manolín y probé la palmeta de Emilio,
allí donde la calle San Antonio se besa con la calle Picachos. Fui a llenar
cántaros de agua a la fuente de la plaza del Rector Mudarra, desde allí
vislumbraba la ermita del Calvario.
Soñé en lo alto de la Martina, comí arroz
en la fuente del Raso, allí vi pasar al camión de la leche y resbalé en la
estrecha carretera con un auto de segunda mano. Vi las estrellas un día de
Santiago, disfruté de unas vistas del Albaicín desde la casa del Gafas. Escuché
‘Ustedes son formidables’ y oí una novela en Radio Intercontinental de Madrid.
Bailé solo en el piso de Villa Elena, fui a un bar que había en la Mota, perdí
un diente,
Comí cerezas de la huerta de Liborio, recorrí el río Velillos, me
bañé en sus charcas que hacíamos con escamas de rana, vi jugar al fútbol a Paco
Belmontes y se partía el alma en las eras del Mecedero, fui a la escuela de don
Florencio, hice de monaguillo y comí queso del cura, busqué nueces y comí higos en la huerta de
Manolo el Sereno, hablé con Sara Montiel, Luis Gamazo, Cabildo, Massiel, Paul
Preston, el Bubi, Lee Anderson, Juan Eslava, Fetén Fetén, Remedios Morente,
Cees Nootemboom, Gaspar Zarrías, Bragueta, Araque, Almudena Grandes y muchos más.
Confesé con curas, comulgué con ruedas de molino, erré muchas veces, rellené
libros de nacimientos, defunciones y casamientos. Esperé a que saliera el sol
cuando estaba nublado. Fui camarero, esposo, padre, un sin nadie, y perdí el
sentido común más de una vez, después lo recuperé y lo volví a perder. Alguna
noche salí a andar y no me encontré a nadie, me volví loco y deambulé por las
calles de Alcalá, Desde el Puente de los Molinos se ve la vida mejor, cuando no
había más que huertas y las acequias llevaban agua y misterios por resolver.
Había
un fantasma que recorría el Barriohondillo y asustaba a los borrachos que salían
de la Cueva. Algunos se jugaban el amor a las cartas y lo perdían y se fueron a
enjugar sus penas a Alemania. Vi a muchos de nosotros subirse a un autobús para
buscar una nueva vida, algunos volvieron, a otros no los volví a ver.
Confiesas que has vivido . Pero en un lugar perdido de un planeta azul, con olor a tinajas y Felix Rodriguez jugando con sus lobos en el bar la cueva . Y sigues viviendo y sintiéndote frailero pues las leyes de la impronta nos marcan para siempre como el salmón que vuelve siempre al lugar que lo vio nacer. Comparto la alquimia de similares sentimientos y ya puestos un abrazo.
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