Por mucho que el alcalde Marino
Aguilera actúe en Alcalá la Real, la ciudad seguirá con los colores del
socialismo alcalaíno y deberá pasar mucho tiempo para que el PP impregne de su
espíritu a este rincón de la Sierra Sur. Es difícil quitarse la huella de los
últimos años, donde José Marañón, Felipe López, Canovaca, Manuel León, Elena
Víboras y Carlos Hinojosa gobernaron y lo hicieron con la alineación de los
astros: Nación, Comunidad Autónoma y Diputación en línea, con tres voluntades
en una misma dirección. Borrar, ahora, las huellas socialistas es una aventura
muy arriesgada y más con la llegada de la pandemia que ha desvirtuado todas
nuestras vidas. Además, la ideología PP-Ciudadanos es menos participativa,
aunque en Alcalá tenga otras connotaciones por la particularidad de sus
gobernantes. El choque entre el socialismo alcalaíno y el nuevo gobierno del PP-Ciudadanos
ha sido brutal y algunos vecinos lo han acusado, se tienen que adoptar a otra
forma diferente de gobernar. El gobierno del PP-Ciudadanos tiene que rizar un
nuevo rizo, pero es difícil que basándose en los principios del Capitalismo Salvaje
logre interesar a mucha gente. Y en definitiva, si el gobierno del PP-Ciudadanos
ha tenido un poco de éxito, el mismo se ha basado en algo de sentido común,
como devolver lo público al funcionamiento de la biblioteca municipal,
potenciar los servicios sociales, o buscar soluciones en la sanidad o la educación.
No obstante, la vena capitalista se le ha visto a este gobierno con las
reiteradas visitas a las empresas como si fuesen la fuente del empleo y no
dando la palmadita a los trabajadores
que son los que generan la riqueza con su trabajo. El futuro de Alcalá la Real
como el del mundo en general, se debe basar en un sistema que proteja a todos
los ciudadanos, sin esta premisa no habrá solución. ¿De qué nos vale el éxito
de una empresa, si hay miles de ciudadanos que hacen cola para conseguir algún
alimento que llevarse a la boca?
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