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sábado, 28 de noviembre de 2009

LA DECADENCIA DEL LLANILLO


La franja que se extiende desde el Pilar de los Álamos hasta el Compás de Consolación recibe el nombre popular del Llanillo. Ha sido y es la calle más famosa del municipio alcalaíno pero su decadencia actual es cada día más progresiva.
Su floreciente comercio, sus casas señoriales del primer tercio del siglo XX, van deteriorándose día a día y a pesar de los intentos por frenar este declive, no se ha podido hacer nada para ello. Cada día hay algún comercio que cierra, cada día caminan menos personas por sus aceras. El bullicio de otros tiempos, la alegría, sus escaparates a los clientes van desapareciendo.
Puede ser que se deba al propio deterioro de la ciudad, puede ser que no se haya previsto unos buenos aparcamientos para que las personas que quieren comprar en los comercios del Llanillo puedan tener tantas ventajas como los comercios de la parte sur. Ha habido intentos de frenar este deterioro, como el realizado por el Centro Comercial Abierto, ayudado por el propio equipo de gobierno, tratando de activar mecanismos como el mercado de los sábados, la restauración de las Casas de Enfrente, la colocación de toldos el pasado verano. Pero el ajamiento sigue, y el Llanillo se va cayendo a pedazos.
Aquellas casas que se levantaron con el desarrollo industrial y agrícola del primer tercio del siglo XX, con patrones de la nueva Arquitectura, caracterizada por una mezcla de estilos históricos, con azulejos coloristas, de tradición hispano-musulmana, formas geométricas y figurativas no se han conservado, tan solo alguna fachada como la del edificio del Centro Comercial Abierto sigue en pie, pero otras se caen y su decoración de yeso, figurativa y vegetal casi ya no se nota en los frontones y cornisas.
El Llanillo está muerto a partir del anochecer, un halo de tristeza lo recorre y aquellos comercios, bancos, casinos, farmacias o joyerías, han ido cerrando sus puertas, una a una, con carteles de cerrado, se vende o hasta luego. Pero es una decadencia con esplendor, porque cuando llega la mañana, sus aceras siguen vivas, con ciudadanos que van y vienen, se acercan a la iglesia de Consolación, se llegan hasta la Casa Consistorial para hacer algún recado administrativo, o piden algún extracto bancario en las entidades del ramo.
El antiguo Casino de señoritos que se colocaban en la acera con sus sillas retrepadas, también desapareció y con ello el lustre de aquellos años. También desapareció el mercado municipal junto a la fuente de la Mora, que atraía a través del Llanillo un ejército de compradores y vendedores, ya hace bastantes años de aquello.
Los autores del libro Alcalá la Real: patrimonio arquitectónico y urbano, cuentan que la propia etimología del nombre (Llanillo) hace referencia a la topografía de este ambiente urbano y a su situación en un llano. El Llanillo, situado a 918 metros sobre el nivel del mar, delimita de norte a sur el encuentro de dos cerros, el de la Mota y el de las Cruces. La confluencia de las aguas procedentes de estas dos vertientes determinó la expansión urbana de la antigua población desde la Mota hacia esta ladera, en busca de los manantiales.
Su importancia, como espacio urbano y arquitectónico, debió ser secundaria respecto a calles más principales, como la Real y la calle Rosario, para irse convirtiendo, progresivamente, en la espina dorsal, que regula la trama urbana y la vida socio-económica de la ciudad.
A semejanza de otras calles alcalaínas, cuyas denominaciones recogían, bien el carácter de los gremios que trabajaban en ellas, como la calle Bordador, o bien la toponimia del terreno, como la cuesta del Cambrón, el Llanillo pasa a denominarse a partir de 1885, carrera de las Mercedes, cuyo nombre designa los actos procesionales de la patrona de Alcalá la Real, la Virgen de las Mercedes.
Desde la terraza del argentino Fernán Cardama, actor y tirititero, el panorama del Llanillo sigue siendo de un lugar privilegiado, se pueden ver las campanas de las monjas, su iglesia, los tejados de todas estas casas principales, la belleza del Palacio Abacial y el bulligueo de gente que va y viene por sus aceras.
El Llanillo necesita algo que lo anime, que lo lance que le devuelva la alegría de otros tiempos, una luz que lo ciegue, que lo envuelva que lo eleve; unas manos amigas que le den ánimos para que no pierda su esplendor. Puede ser un aparcamiento subterráneo, un nuevo amanecer que traiga prosperidad para que sus aceras nocturnas vuelvan a brillar, como cuando colocaron las primeras televisiones en los escaparates de las tiendas de electrodomésticos de los primeros años 60 del pasado siglo, como cuando los estudiantes de bachillerato salían del Palacio Abacial convertido en el primer instituto de secundaria del municipio, o como cuando Isabelilla reunía a los cortijeros y ciudadanos de las aldeas en el bar de la esquina, frente a la pastelería de la Terraza.
En el Llanillo había de todo, dulces, muebles, televisores, policías, ladrones de poca monta, banqueros y boticarios, churreros, taberneros, barberos, todo estaba a la mano. Ahora aquellos se fueron y cada día cierra un nuevo comercio, se da de baja un banco, o la tienda de Eduard’ os ofrece liquidación de todas sus prendas.
El Llanillo está en rebajas, en horas bajas y las mujeres ya no taconean en sus aceras y parece que sus puertas se cierran a partir de las nueve de la noche y no hay dios quien pase por allí.

1 comentario:

  1. Yo recuerdo una frase que desde pequeño oía decir a mis padres y a las gentes que iban pasando por la tienda de mi padre... y que ahora, cualquier joven, visto el declive del Llanillo y su cada vez más acelerada oscuridad, no entendería; era: "no todos podemos vivir en el Llanillo" (o algo así) refiriéndose a que las familias pudientes alcalainas y "de apellido" vivían allí.
    Cosa que ni eso se ha conservado; se han ido yendo a las espaldas del Marino, o casacas alrededor de la urbanización Fuente del Rey. Pero ya no en el Llanillo. Y que conste que yo he vivido lo de comprar dulces en la pastelería Las Mercedes, puertas pesadas de madera pintada y cristal (que llegado el viernes santo nos dejaban subir al balconcito de arriba a ver pasar las imágenes), y en La Terraza, escaparate con bandejas de tocinos de cielo y milhojas.
    Pero bueno... es uno de los lastres del capitalismo exuberante y la expansión demográfica en los pueblos.

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