Como me he fracturado el tobillo del pie derecho, el miércoles pasado iba paseando por la Avenida de Europa y me abordó un hombre que iba conduciendo un automóvil y me preguntó si vendía cupones de la ONCE. Le dije que no, pero que no me hubiese importado darle un número de la suerte. Además, yo llevaba toda la pinta de un verdadero vendedor de cupones, con mi pie derecho todo tieso y escayolado, dos muletas y un bolso echado a la espalda. Esto sin menoscabo de los diversos vendedores de cupones que siempre van bien vestidos y en perfecto estado de revista. Incluso uno de ellos me advirtió que no intente dedicarme a vender cupones de la ONCE porque con la crisis está la cosa bastante ‘achuchada’ y con una gran competencia.
Ahora, desde que me ocurrió este accidente, he pasado de ser un tío común, a ser una persona dependiente. En cuanto a la parte afectiva, he ganado en sensibilidad emocional y la gente me trata con solidaridad, me abre las puertas, me da ánimos y me dicen que mis males son cuestión de paciencia y de tiempo. Pero no se crea, que hay gente para todo. Algunos me miran con ojos inquisitivos y parece que me están diciendo que lo que me pasa me lo tenía merecido, otros me saludan y se ríen y hay otros que se paran y tratan de enterarse como ha sido todo el proceso de mi pie fracturado.
Ahora, cuando salgo a dar una vuelta con mis muletas, estos aparatos de aluminio sofisticado que se pueden regular y con varios agujeros para colocar la medida necesaria con la altura del paciente, bueno, me encuentro indefenso y comprendo mejor las reivindicaciones de los incapacitados. Veo una serie de aceras insalvables, calles desiguales, barreras de todo tipo, escaleras, obstáculos y más obstáculos que a veces ponen en peligro mi estabilidad física. Son una serie de peligros infinitos que tengo que sortear para salvar mi pellejo y poder continuar con el paseo.
También, me fijo mucho en los pies de las demás personas, en esos tobillos fuertes que pisan firmes en el suelo y son capaces de doblarse para un lado y para otro, mientras yo sigo escayolado con el pie bastante tieso y sin poder apoyar el talón. Sueño con salir corriendo como una liebre y soltar estas muletas sofisticadas que me ha regalado la Seguridad Social.
En fin, esto está siendo una experiencia inolvidable, dura y ejemplar, y trato de ver la vida andando con un solo pie.
En el aspecto positivo queda que sacas más tiempo para pensar, escribir, y actualizar tu blog; y seguro que te ponen mejor tapas en los bares desde que flaqueas en tus andares.
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