Mi amigo Miguel Montes sigue ahí, haciendo cosas por Frailes y cada año lo hace mejor, escuché a los que comían el potaje en el recinto ferial y se relamían de lo rico que estaba. Miguel Montes se jubiló pero sigue ahí, dando la traca, con su gorra de hombre humilde, su humanidad y su orgullo de haber 'triunfado' en su vida. Aquél muchacho con el que corría en la calle Horno y Corral, con el que iba a Sotorredondo para hacerle una visita a la abuela Paz, en aquella cueva que parecía el portal de Belén, aquel muchacho que se 'partía el pecho' cada día y aprendía en la fábrica de harina de la Ribera Alta. O el que proyectaba las películas en el Cinema España. Creció Miguel y se hizo un hombre y lo vi y seguí su vida. Hemos compartido grandes momentos, hemos trabajado en distintas labores y te sigo reconociendo cuando te veo en el Paseo de los Álamos, con tu mujer a desayunar churros por la mañana. Y te sigo viendo en tu auto y en tu hortaliza y me alegro de que te haya ido bonito, como dice mi hija Nerea que mañana es su cumpleaños. Miguel que los dioses nos protejan y les demos las gracias por todo lo que nos han traído de allá del cielo y de la tierra.
Y aquí está mi Rosita, aquella niña que vino de Francia. La ví sudorosa en el día del Vino y me dio un abrazo y se quiso hacer una foto con su tío. Querida Rosita hoy te digo que eres una gran mujer, que mi vida a tu lado ha sido dichosa y siempre te veo en tu casa de la calle Corral, voy subiendo la cuesta y veo a tus perros y a tu otra Rosi y a tu Fran. Lo has logrado, tienes una gran familia y eres una buena persona. Te sigo viendo cuando venías de Francia y me hablabas en la lengua de Flaubert y allí naciste pero has vivido en Frailes y te recuerdo cuando iba en mi auto a trabajar y tú salías a andar con tu amiga Merce.
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