Un artículo fascinante del Frailes de Michael y el Sereno.
El domingo 6 de mayo de 2001 la vida nos dio
otra alegría. El escritor holandés Cees Nooteboom ‘nos sacó en los papeles’,
nada más y nada menos que en el País Semanal y en su número 1.284 que
conmemoraba los 25 años de vida de este diario. Es la historia de un viaje de
cuatro semanas en coche por España para averiguar cómo habíamos cambiado a lo
largo de estos cinco lustros. Con fotos de Simone Sassen. Comenzaba así: “Una población entre Granada y Jaén. He
venido aquí invitado por el escritor inglés Michael Jacobs, autor de uno de los
mejores libros sobre Andalucía. Me ha insistido en que vaya, se celebrará una
gran fiesta del vino, no me la debo perder. Al principio no logré encontrar
Frailes en el mapa, ahora sabré para siempre donde está. Michael –quién además
de otras muchas cosas, es historiador de arte- vive encima de la única
discoteca que hay en el pueblo, pero trabaja en una especie de celda de monasterio
puesta a su disposición por Manuel Ruíz López, un soltero de 76 años que tiene
el aspecto como si subiera a diario a una montaña, y que vive con sus dos
hermanas, también solteras e incluso algo mayores que él. Esto suena como el
principio de una novela de un Balzac español, lo cual no le va nada al caso,
pues Manolo, como me ha permitido llamarle, es un lector apasionado. Ha hecho
de todo en la vida: una especie de alcalde en la sombra de Frailes; conduce un
gran Land Rover; participa en la organización de la fiesta del vino, en la que
se ofrece una comida a la que asistirán más de 500 personas; cultiva sus
propias aceitunas, y posee en su casa la más pequeña prensadora del mundo, con
la que fábrica un aceite delicioso, que luego obsequia en botellines en los que
anota el nombre del destinatario. Nos reciben como si todos llevaran años esperándonos,
desayunamos en casa de Manolo, grandes rebanadas de pan tostado sobre el que
gotea el aceite como oro fundido, nos prestan la casa del director del Banco
Rural. Hospitalidad arcaica, nos sentimos un poco cohibidos. Michael es algo
así como el hijo adoptivo del pueblo, su alta figura con el pelo gris es
reconocida de inmediato por donde quiera que vaya; nos lleva a la Cueva de los
jugadores de naipes y a la taberna local, todo el mundo le habla o le acompaña
un trecho. Menos mal que dispone de esta celda de monasterio, si no no
escribiría ni una palabra. Al día siguiente ya recojo mi correo electrónico en
el ordenador de la farmacia, al segundo día ya somos habitantes de Frailes. La
fiesta será un gran éxito. El vino (Matahermosa 2000, tinto con tres meses de
crianza en roble americano, 60% de merlot, 20% tempranillo, 20% cabernet) fluye
como un río; sopa con garbanzos, un guiso de cordero, toda clase de pasteles,
el bullicio de cientos de voces, felicidad pública, risas y algazara. Todo el
pueblo está presente, las ollas son tan grandes que parecen destinadas al
rancho de un ejército, y de fuera han llegado escritores y pensadores, los
nombres zumban a mi alrededor: Juan Eslava, Salvador Compán, Jesús Torbado,
Manuel Urbano, Juan Varo Zafra, Ignacio Henares, Manuel Amezcua, Santiago
Campos García. El uno ha escrito sobre curanderos; el otro, sobre coplas
aceituneras. Los títulos vuelan sobre la mesa, novelas, aforismo, relatos y
entre tanta sabiduría y nombres nuevos, yo, claro está, vuelvo a formular mi
curiosa pregunta: ¿qué ha cambiado en los últimos 25 años?, y, debido a la
hilaridad general, de las respuestas no recuerdo sino palabras. ‘Un pastor con
un teléfono móvil’, y en mi cuaderno escritas con una letra no del todo clara,
las notas “en España nunca cambia nada”, “sólo la ropa”, y “ese tipo de cosas
hay que preguntarlas a la hora del desayuno”. Manolo ha comprado, antes de
conocerme, mis libros en Granada y Jaén, y los ha repartido. Por un momento soy
famoso en Frailes y el alcalde verdadero me regala dos botellas de vino y
Frailes, una visión de su historia, un intento heroico y puntillista de
describir el universo completo de Frailes. El libro lo contiene todo: los 164
habitantes del catastro de 1753 y las 274 personas en paro de 1964, los
resultados de las elecciones municipales de 1979, los nombres de todos los
sacerdotes y todos los alcaldes, las fiestas de 1994, la historia de la
guerrilla entre 1940 y 1956, “pero los disparos acabaron con Hojarasquilla, que
demostró su bravura abriéndose paso y yendo a morir a un olivo de las
Carboneras”. Este hecho es recogido en el libro de actas de 1 de enero de 1941,
donde se libra la cantidad de 554 pesetas con 32 por gastos ocasionados por la
Guardia Civil en encuentro tenido en esta localidad con los bandidos
Hojarasquilla y Cencerro y autopsia del primero, que se abonaron del capítulo
de imprevistos. En una carta a Joseph Bloch fechada en 1890 escribe: “La historia
procede de tal modo que el resultado final surge siempre de los conflictos
entre las voluntades, y, a su vez, cada una de éstas es lo que es por un
conjunto de circunstancias de vida particulares…” Donde mejor se observa esto
es en un libro en que se describe minuciosamente la historia de una población,
sea cual sea, Frailes o Montaillou. Todo lo que en la historia se pierde o
desaparece sin piedad, sale a la superficie en este tipo de libros. No se trata
de literatura,, sino de nombres, cifras, recuerdos, todo lo que de otro modo
hubiera sido pulverizado por el gran olvido que borrará todo lo que hemos hecho
y dejado de hacer. Al día siguiente recorremos en coche, con Manolo y un par de
amigos, la Sierra del Trigo, una Andalucía que de otro modo nunca hubiera
llegado a conocer. Terrenos, vallados, un paisaje vastísimo, en la lejanía las
cimas de Sierra Nevada, ciervos con grandes cuernos, muflones, aves de rapiña.
Manolo ameniza el viaje hablando de las diferentes clases de aceitunas, del
reparto y los latifundios, visitamos un cortijo con maravillosos caballos en un
entorno de profunda soledad, y pienso en cuánta verdad hay en las palabras que
Michael ha escrito: que, dentro del aislamiento que vivió España en el pasado,
detrás de los altos muros de sus montañas había otra tierra –un mundo propio-,
con frecuencia incomprendida tanto por los extranjeros como por el resto de
España, otro tiempo floreciente y fértil bajo el dominio musulmán, depauperada
tras la partida forzosa de los judíos y musulmanes, desatendida por los
latifundistas y vendida al turismo. De repente ha llegado el verano. Hemos
subido en coche hasta la ermita de la Virgen de la Cabeza y comemos fuera:
morcilla, potaje, patatas asadas, vino. Un hombre fuerte vestido de azul se ha
reunido con nosotros; todos le conocen, es un político del Partido Andalucista -“en realidad es un socialista”, me susurra
alguien al oído-, Luis Aceituno Machuca. ¿Qué ha cambiado en los últimos 25
años? “¡España ha cambiado en los últimos 25 años más que Europa en 70¡. Toma
ya. Y entonces hablamos de las reformas sociales, de las diferencias como la
noche y el día entre el ayer y el ahora, de a eterna y trágica historia de las
reformas agrarias, y de la seguridad de subsistencia que por fin ha llegado. “Este
es el mayor logro y el cambio más importante”.
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