Anoche salió el Vía Crucis por los barrios altos de la fortaleza de la Mota, anoche hacía frío y la amenaza de lluvía estaba latente, porque durante todo el día las nubes negras revoloteron por Alcalá, y llovió durante el día, pero ayer salió esta procesión única que cada Miércoles Santo da vigor a los fieles y a los hombres y mujeres con fe.
El patio de la iglesia de San Juan Bautista se fue llenando de gente a poco antes de las 21:00 horas, todos iban confluyendo para entrar en la iglesia, y saludar al Cristo de la Salud. Se había dispuesto una especie de andas pare llevar al Cristo Crucificado y catorce personas portaban una serie de cuadros que son las estaciones de Cristo en su pasión y subiendo al Calvario. El sacerdote dijo que había que sufrir, a veces para poder tener fe y comenzó la procesión. El Cristo de la Salud fue sacado a hombros de los feligreses, de personas corrientes que habían subido a verlo, a compartir su sacrificio por el itinerario y la localización de lae staciones: ermita de San Rafael, Placeta de Carmen Juan, Antigua Cruz del Cristo de la Piedra, antiguo barrio de San Sebastían, Pueerta de Santiago, Caballerizas de los Abades, Puertas de la Alcazaba, Pórtico de la iglesia de Santa María la Mayor de la fortaleza de la Mota, Claustro de la iglesia mayor, Puerta de la imagen de Nuestra Señora de las Lanzas, antiguo convento de la reverendas madrees Trinitarias, calle Romancero y de vuelta a su templo. La Cruz de Cristo y su imagen se amalgaman con los barrios más altos, con el monumento por antonomasía alcalaíno, las calles estrechas, empedradas, y los fieles con los faroles van alumbrando con cuidado, con devoción, con fe. Es la procesión de los gentiles, de los más humildes,que van caminando paso a paso, celebrando las diversas estaciones de la Muerte de Jesucristo, de la subida al Gólgota. El silencio va impregnando los corazones, la gente siente esta muerte, esta muerte que resucitará al tercer día, pero ahora hay dolor, hay pena, hay pasión.
Todos los Miércoles Santo, los alcalaínos tienen una cita con el Vía Crucis, un itinerario en el barrio alto, un camino entre piedras y calles estrechas a través de la Cruz.
Subir por la calle Veracruz, por la calle Real por cualquier otra calle, hasta la iglesia de San Juan Bautista y respirar en la noche del Miércoles Santo el incieso y entrar en esta iglesia, con el clima incierto, es introducirse en la mística, en el fervor, la pasión y la fe.
Las catorce estaciones del Vía Crucis de la iglesia de San Juan trazan una silueta de entrega en cada uno de los rincones donde se ubican, junto a la luz de las antorchas y en cada uno de los remansos de las supinas esquinas. Todos caminan desde la torre hasta las almenas, la cruz descubre la tragedía y el milagro de la salvación.
Y se recuerdan las palabras de San Marcos: «Todavía estaba hablando, cuando se presenta Judas, uno de los Doce y con él gente con espadads y palos, mandada por los sumos ssacerdotese, los escribas y los ancianos.’Al que yo bese, es Él, prendelo y conducidlo bien sujeto’-Y cuando llegó, acercándose le dice: ‘Rabbi’-Y lo besó. Ellos le echaron mano y lo prendieron. Pero uno de los presentes desenvainando la espada, de un golpe, le cortó la oreja al criado del sumo sacerdote».
Y estas palabras se fueron oyendo a lo largo de este Vía Crucis alcalaínos que impregna a la Mota de dolor y pasión cada Miércoles Santo por la noche. Un Vía Crucis de grandes y de pequeños, de mujeres y hombres que siguen teniendo fe en el mañana, en la pasión, en Jesucristo que se transforma y vuelve a resurgir.
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