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jueves, 29 de enero de 2009

LA TRADICION DEL VINO EN FRAILES

LA TRADICION DEL VINO EN FRAILES

Santiago Campos.-

El vino ha sido desde la más remota antigüedad un elemento influyente en los distintos ámbitos de la sociedad y cultura mediterránea.

La tradición del vino de Frailes, aunque no hay estudios reconocidos y fiables, nos debemos guiar por los análisis de José Rodríguez Molina, de la Universidad de Granada, referente al vino de Alcalá la Real y Jaén, cuya venta se realizaba entre los vecinos por los propios cosecheros, en tabernas, mesones o domicilios particulares a cántaros, arrobas o por menudo. En determinadas fiestas se levantaban tenderetes con ramas, en las que se vendía vino a los participantes.

El vino en nuestra tierra, conocido por todos, con el apelativo del “vino del terreno”, ha sido conocido desde tiempos inmemoriales, las tierras de la Martina, las Nogueruelas, El Cepero han abastecido de uva a la mayoría de cosecheros. El vino del terreno ha ido unido a nuestras costumbres e idiosincrasia y desde que tengo uso de razón, he conocido este liquido hermoso y de diversos colores, a través de mi padre que con una humilde viña que tenia en la Martina, transportaba en un viejo burro aquellos pesados capachos, llenos de racimos blancos y negros que vendimiados por toda la familia eran transportados hasta el lagar de Luis Romero, en la calle Horno. Era un encuentro cotidiano que se ejercía a finales de septiembre y en los primeros días de octubre, cuando el otoño se despierta, con todo un ritual propio de este exquisito líquido, que ha sido alabado por muchos hombres de bien a lo largo de la historia.

El pisaor se lavaba concienzudamente las piernas, se esparcía la uva en el lagar y atando un cordelillo en mitad de la habitación, se disponía a pisar los racimos, a través de un baile baquico y cansino que pronto surtía efecto, donde a través de un caño de hojalata, el mosto se deslizaba hasta el recipiente, preparado para este menester. Allí quedaban los cuescos, en la pequeña tarima hecha con porla y arena, que aún tenían que ser estrujados en el Molino de Caridad, allá en la Calle Picachos, del que se extraía un mosto de más baja calidad.

En aquellos días, Frailes olía de un modo especial, por todas partes, había toneles, que eran limpiados con un liquido hecho con azufre y con una cadenas que se introducían en los toneles, se dejaban a estos disfrutado en Frailes y con movimientos de toma y daca dejaban estos recipientes tan limpios como una patena. Recuerdo a un vecino que se llamaba Rafalico el de la Rubia que todos los otoños hacia el mismo ritual, dejando los toneles hartos de agua para que después no hubiera ninguna ranura por donde escaparse el vino del terreno.

Era una feria del vino que a veces coincidía con la feria que se celebraba en nuestra localidad en honor a San Miguel, los vendimiadores se llevaban la merienda al campo y casi siempre el queso echado en aceite se comía con las uvas de las distintas viñas, dando importancia al refrán que dice “ uvas y queso saben a beso”

El vino se alojaba en grandes tinajas y toneles y se dejaba reposar unos meses. La fermentación coincidía con los meses fríos de Noviembre y Diciembre, después se hacia el trasiego. Recuerdo como chupaban las bombas de goma, para pasarlo de un tonel a otro, recibiendo un gran golpe de vino en los gaznates del que lo probaba.

En aquellos días de Navidad y matanza, el vino, recién fabricado se apresuraba a pesar por las gargantas fraileras, lo había dulce y tranquilo, adecuado al paladar femenino, sin por ello caer en la trampa machista y también lo había con paladar áspero y duro.

Un lugar importante, donde el vino del terreno se degustaba, fue en la Casa de Maria “ La Mariquilla”. Donde el puente del río une las calle huertos y la Calle Cruz, allí fraileros de todas las condiciones se igualaban y pedían litros, medios litros t vasos gordos y pequeños a aquella mujer alegre y dicharachero, vestida de riguroso luto que cada año mantenía viva la llama del vino, este se acompañaba con tapas de matanza, raspas de bacalao, tocino asado en las brasas de la lumbre, liado con papel de estraza, pero sobre todo se bebía vino, un vino barato pero fuerte que cuando se abusaba de él, el cuerpo lo sufría, con aquellas cogorzas que muchos han sufrido y disfrutado en los fríos y antiguos inviernos de este Municipio.

El vino del terreno ha estado unido a nuestras vidas, en casi todas las casas había vino de este, los jóvenes nos reuníamos a escondidas en las bodegas de nuestros amigos, y como no teníamos edad para beber, lo hacíamos en la clandestinidad, así en Casa de Amadeo, aprovechábamos que sus padres se acostaban y en plena noche montábamos nuestras pequeñas orgías báquicas, disputando la cuadra al burro y beber vino, acompañado con trozos de chorizo o con sardinas arenques, en todos aquellos días lluviosos, con un gran temporal y con nevadas de varios centímetros de altura.

Ahora se quiere continuar y recuperar esta tradición nuestra, el Ayuntamiento ha querido incentivar a este liquido, a través de la organización de una jornada, dedicada a este exquisito liquido . Bienvenida sea esta iniciativa y que continúe esta practica en años venideros. Y para no cansar más a nuestros visitantes y vecinos lo mejor será dejarme de palabras y degustar el manjar baquico que alegra los espíritus y que nos están esperando inquieto en sus recipientes.

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