Hay un
cielo gris alcalaíno en este día nuevo que ha amanecido, la lluvia volvió a los
cristales de mi casa y durante varias horas fue cayendo, dando a la tierra su
fruto. Estamos cada día confinados en nuestras casas y la esperanza se
vislumbra por pequeños agujeros por los que entra la claridad de muchas ideas.
A pesar del virus, de la prima de riesgo, del Ibex y de las cifras del paro,
seguimos vivos y la pandemia de desgracias se va diluyendo. Las dudas siguen,
los errores se van subsanando, el miedo que nos metieron en vena, va
desapareciendo. Lo público me reconforta porque es negocio de todos.
Las
empresas montan un ERTE a las primeras de cambio y no respetan más que a sus
dueños, los bancos socializan pérdidas y reparten ganancias para unos pocos. La
lógica del sentido común se difumina en un mundo donde el dinero sigue siendo
el rey y nos siguen creando compras innecesarias que en tiempos de pandemia no
nos sirven. Nos hicieron creer que la tierra y el campo no valían para nada y
nos sacaron de nuestros pueblos para hacer ciudades inhumanas, donde los
automóviles eran nuestra meta y nuestras vidas giraban a su alrededor,
generando una falsa libertad al darle al pedal del acelerador en una recta virtual.
El que no aprenda, es porque no quiere, ejemplos tenemos por doquier, lo
público es mejor que lo privado, lo esencial es más importante que lo
superfluo, pero la vida son dos
días y cuando menos te lo piensas, tienes 70 años y ya no soy el Santi que
corría por el río Velillos y saltaba y brincaba. Hoy estoy cargado de achaques,
los combato con una dosis de pastillas y pienso que la vida me ha dado tiempo
para todo; para practicar el amor y la libertad, para conocer el bien y el mal,
para equivocarme y aprender, para soñar, para tener amigos y otros que no lo
son, para respetar a los que no piensan como yo y para reflexionar, siempre, y
asumir mis errores.
Aún nos quedan muchas cosas por hacer y hay mucho trabajo
por realizar. Hay campos llenos de fruta, mucha gente que pasa hambre, casas
vacías y personas que no tienen techo, un montón de contradicciones y algunos
gobernantes que solo se miran su ombligo. El mundo es uno, todos tenemos un
sitio en él, unos mejor que otros, el sol nos calienta a todos y no hay
diamantes más que para unos pocos, pero eso no me interesa.
A la Maripi y al Gafas que son generosos y a Blas Prieto que nos da ráfagas de luz.
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