En estos
días he escuchado que lo más decisivo es la vida, la muerte y el sexo. Aunque
casi nunca se habla de las dos últimas. La vida es un quemar etapas que sin
darse uno cuenta, se van acabando. Vamos pisando en ella y cuando menos
acuerdas, nos vemos con 50 o 60 años y parte de nuestros sueños ni se han
cumplido.
La muerte
está ahí, a cada paso, vemos a gente que muere cada día. Vemos los bombardeos
de Siria, como mueren cientos de personas y casi todo nos resbala. Si desde que
naciéramos, asumiéramos que lo que nos queda, es la muerte, creo que algo
cambiaría. Tendríamos un horizonte distinto, otro punto de vista. Actuamos como
si fuésemos inmortales y damos una importancia esencial a cosas que no las
tiene. Nos partimos el pecho por cosas superfluas; fabricamos o elaboramos
cosas innecesarias y estamos todo el día pensando en lo último que nos vamos a
comprar, o el viaje que vamos a realizar. Por mucho que viajemos, al final
volvemos al hogar, donde hay que construir el presente y el futuro y nuestra
vida la hacemos en la casa habitual. Nadie se saldrá de la normalidad, todos
acabaremos en ceniza, mientras tanto habrá qué hacer. Llevamos siglos y siglos
tratando de engañarnos unos a otros, ofreciendo unas expectativas que después
no se cumplen, montando un tipo de sociedad que no se sostiene.
La
religión no me solucionó mis problemas, al contrario, me trajo algunos nuevos.
aunque era reconfortante poder quedar limpio después de confesarse. Una imagen
no podía tener propiedades mágicas. Y la veía allí, junto a su puerta, rezando
en solitario, pidiendo que mi vida fuese mejor. Aquella imagen me ha seguido
después y su estampa la sigo viendo.
Descubrí
la música.
Conocí el
amor.
No puedo,
gracias.
¿Por qué
no se queda conmigo?
Volví a
conocer la magia. Y un día estuve en Paris y en Brujas. Nunca estuve en Nueva
York, pero sí paseé por Venecia en septiembre. Otro día encontré el cielo y
miré las estrellas y me reconcilié con el universo.
Otra vez,
me gustó que me lavaran los pies con agua fresca y cristalina. Hubo un momento
en que pude bailar con la mujer elegida. Aquél día me compré unos zapatos que
me duraron catorce años, fueron los mejores de mi vida. Volví a andar con el
'Gafas' por medio de la Alpujarra y pasé momentos inolvidables.
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