Ayer, estuve de nuevo en la Cueva, la emblemática taberna frailera de la calle Cuevas. Pero ahora sus actuales inquilinos la han convertido en gruta y la han transformaddo de taberna en pub. Son jóvenes y el cambio se ha llevado a cabo porque los tiempos cambian. La esencia de la Cueva sigue ahí, con su temperatura habitual, su peculiar forma, sus lugares donde jugábamos a las cartas hace ya muchos años. Allí conocí a Michael Jacobs y a muchos otros. Allí, pasé parte de mi infancia y juventud, viendo por primera vez la televisión y jugando a un futbolín de peseta al que casi siempre yo invitaba a mis amigos.
Ahora, la Gruta es regentada por dos personas jóvenes, el mobiliario se ha transformado, han desaparecido las tinajas que le daban un buen empaque a la habitación principal, ahora se puede bailar, tomar combinados en unas mesas altas con taburetes. Esconderse en el último sitio o subir arriba, donde han tapado las ventanas que dan a la calle y han aumentado el ambiente de pub moderno.
La Cueva o La Gruta ya no es lo que fue, y es normal, los tiempos cambian, pero ahora está abierta y eso es lo importante, puedo ir y evocar a mis amigos y vecinos, como Pepe Malabrigo, Peñilla, el médico y muchos otros. Allí he estado con Jesús Pozo, Merce y Elisabeth, y volveré, si puedo a tomar un café allí y si puedo bailaré una cumbia.
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