Manolo se fue a Francia para ganarse la vida porque aquí no había mucho
porvenir. Allí trabajó en el campo y en la industria, me contaba que estuvo en
una fábrica que se llamaba ‘La Pechinée’. Él era un manitas que lo mismo
desarmaba un motor que construía una pequeña máquina para partir nueces. Y lo
que ganó en la France, lo invirtió en Frailes, comprando un bar. Allí estuvo
unos 33 años, en la calle Cuevas. Aquél Bar Nuevo se llenaba de gente cada día.
Maripi y Manolo, Manolo y Maripi formaron un dúo que trajo alegría a Frailes.
Recuerdo a Manolo con su camisa y sus mangas remangadas, tirando una caña de
cerveza, acompañada de una patata asada que era una delicia. En aquél bar pasó
media vida. ‘Peleándose’ con sus clientes, criando a sus hijos, casi toda una
vida metido en aquél rincón, menos algunos momentos en que iba con su ‘voiture’
a Alcalá la Real o cultivando su pequeña huerta en ‘Sotorrendondo’.
Manuel me acuerdo de ti, porque me regalaste aquella bicicleta casi de
carreras y con ella me convertí en el rey de la carretera, era una máquina que ‘jalaba’
kilómetros y manta y que más de una vez me caí de ella. Pero era magnifico,
poder subirme a aquél artefacto de dos ruedas y en dos minutos estaba en la
Ribera Alta.
Ahora que te has ido, recuerdo cada día que iba a verte, y nos dábamos un
beso, y me decías, siéntate Santiago, que tú hermana ya viene. Ahora, te
recuerdo cuando iba a verte y me decías, ven cuando quieras que aquí lo pasamos
bien hablando. Y recuerdo como te gustaban aquellos vasos de vino tinto y como
te peleabas con tu hijo Santi, mientras él te decía Manolo he montado un remolque
a un hombre de Mures que se ha quedado precioso. Y tú en el fondo te reías y lo
que más recuerdo es cuando te frotabas las manos y con una amplia sonrisa
desgranabas uno de tus chascarrillos.
He compartido mucho tiempo con vosotros, me sentía como en una nube, era
una fiesta cada vez que iba a comer, con tu estufa, tu mesa llena de chismes para
hacer un llavero, una trampa, una máquina para Fran. Aquella habitación llena
de sofás, llena de gente, todos comiendo, todos contentos. Y sigo viéndote comer aquellos platos de cocido
¡tan ricos¡. Aquellos tomates que comíamos de tu propia cosecha. Mi tía
Dolores, mi hermana Juanita, mi hermana Maripi, mi hermana Emilia, los
franceses, el Toni y la Ana, sus niñas, tu hermano José, Santi, las niñas Mari
Carmen y Mari Ángeles, las Rositas, el Fran, Michel, la tía Delia y el tío Antonio;
un día llevé a comer a tu casa a Elena Víboras y a Ana Cortecero y comieron con
nosotros ‘papas a lo pobre’ y tú sacaste tu espíritu socialista y les dijiste
que siempre votabas al PSOE. Guillén, el Gafas, etc., a todos nos diste de
comer y tus ganas de vivir, de hablar, con tu TV grande, con tus mandos, con tu
antena parabólica, con tus aparatos, con tus herramientas, aquél joven que se
fue a Francia y hablaba de su hijo Lolo y de su Gordini. Aquél hombre que
presidia la barra del Bar Nuevo, aquél fumador que consumía aquellos
cigarrillos y su mano tambaleaba, te sigo viendo y te veré y no me voy a
despedir de ti, porque siempre te veré subido a aquella moto que llegó de la
France, aquella radio en la que oía los 40 Principales y aquél zagal que se fue
a guardar cochinos a los cortijos.
Ahora, me fijo en tu figura y no sé que sentiré cuando vuelva al Bar Nuevo,
cuando abra la puerta y compruebe tu ausencia, caminaré por el salón, por la
cocina, por el cuarto de baño, hasta llegar al patio y me cercioraré de que no
estás allí. Entonces, preguntaré a mi hermana Maripi y me dirá: Manolo se ha
ido en esa bicicleta que le trajo Santi y está dando un paseo por el Baño.
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