Allí, estaba Virtudes y su hijo Rafalillo, una mujer buena que me dejaba colocarme en su mesa camilla hasta que llegaba mi madre de la tienda de la calle Tejar. También estaba la Fea y su familia, con sus hijos, Felipe, Moisés, Mercedes, Manuela, María y Encarnita y la familia de la Pancha, que tenía niños muy pequeños. También estaba Margarita y su marido que eran muy viejecito, la Gregoria y la Dolores y la Frasquita.
Hoy he vuelto a recorrer mi pequeño y antiguo barrio y ahora hay otras personas. Está Enrique Pepino y su mujer porque sus hijos se casaron y se fueron, pero el barrio se ha transformado, tiene una belleza humilde, adornado con pequeñas macetas y flores que le dan un toque especial y de una gran sensibilidad.
Ayer y hoy, hoy y ayer, el barrio ha cambiado y cuando pequeño lo recorría para llegar a las huertas y a la plaza del Deán Mudarra, allí jugaba con Belmontes, con Pepe, con Miguelín y formabámos toda una pandilla en lo bueno y en lo malo.
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