Editorial de El País.
La necesidad de reducir el número de políticos y sus retribuciones ha sido una constante del Partido Popular en los últimos años. Pero la sinceridad de esa idea se debilita a medida que se descubren datos del sistema de sobresueldos aplicado por el partido a un número aún indeterminado de dirigentes, revelador de que el discurso hacia el exterior difiere de las prácticas mantenidas en el interior. La garantía contra los abusos es que se sepa lo que ganan y lo que se gastan las personas que viven del presupuesto público, no la farisaica actitud de exigir la rebaja del coste de la política por parte de un partido que mantenía por detrás un sistema destinado a incrementar las retribuciones.
Sostiene el PP que todas las cantidades abonadas a sus dirigentes fueron declaradas a Hacienda. Si además hubieran sido opacas al fisco, el asunto sería todavía más grave. De momento, lo que el PP tiene que explicar es el porqué de un sistema en parte oculto a electores y contribuyentes, el origen de los fondos recibidos y a cambio de qué se los pagaban.
Varias personas del PP han reconocido judicialmente los abonos reflejados en la contabilidad secreta de Luis Bárcenas, publicada por EL PAÍS a partir del 31 de enero. Pero no se trata solo de que el presidente del Senado, Pío García Escudero, o el diputado Eugenio Nasarre hayan admitido sobresueldos, llamados “gastos de representación” en la jerga utilizada. Lo más significativo es que Nasarre admitiera la recepción de 30.000 euros destinados a la fundación Humanismo y Democracia, en “sobres” dentro de “una caja marrón”; más otros 40.000 entregados a otro patrono de la fundación, también en metálico. Honra a Eugenio Nasarre ese reconocimiento, que apunta a un presunto tráfico de dinero en efectivo en la sede central del partido, tanto más sospechoso cuanto que los pagos transparentes no se hacen así, ni ahora ni hace 10 años.
El partido gobernante clama que todo es legal, de acuerdo con la legislación de cada época. Judicialmente, el magistrado Pablo Ruz tiene un tortuoso camino por delante. Y aunque no sea evidente la trascendencia penal de algunos de esos comportamientos, vale la pena, como ciudadanos, llegar a la aclaración completa de los hechos. Aznar, anoche en televisión, negó rotundamente haber recibido nunca sobresueldos, tanto cuando era presidente del PP como cuando estuvo al frente del Gobierno.
Si a esto se suma un regalo de boda por valor de 32.452 euros del cabecilla de la red Gürtel, Francisco Correa, al yerno de Ana Botella y José María Aznar, cuando este era presidente del Gobierno; más la organización de actos electorales para el PP y de promoción de candidatos que a este partido le salían gratis, crecen las sospechas sobre el sistema implantado. Sospechas que hay que aclarar, porque está en juego la credibilidad del principal partido de España.
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