Nunca te ví en la ventana y por eso seguía cerrada; a veces se vislumbraba una luz, aunque tenue y pensaba que alguna voz se oía a pesar de estar un poco sordo, por la edad, no era de nacimiento.
Aquella mujer se paseaba cada día por la playa y el agua y la arena acariciaban la punta de sus dedos. Otras veces subía al pueblo a comprar alguna cosa y miraba la iglesia y sus campanas y el cielo azul oscuro.
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