Lo de la caza ha estado muy arraigado en
Frailes y ha habido y hay muchos cazadores que han ido evolucionando a lo largo
de los años. Yo recuerdo que, desde que tengo uso de razón, he visto cazadores
por aquí. Nos crecieron los dientes a los niños de aquella época apedreando
nidos o haciendo uso de aquellos tiradores, hechos con unas gomas, una pequeña
horquilla de olivo y una badana. Cada uno llevábamos el tirador metido en el
bolsillo y. cuando veíamos un pájaro, lo sacábamos, apuntábamos y ¡hala!.
Algunos atinaban a darle al pájaro, pero la mayoría no. También nos apostábamos
en la baranda que hay frente al bar la
Cueva y, desde allí, en plan franco tirador, le tirábamos a
los palomos que había en el tajo, matando casi siempre a alguno de cada
disparo.
Y lo llevaban a su casa, su madre lo
arreglaba y se lo comían. Estoy seguro que la caza en aquella época, como casi
todo, era una cuestión de supervivencia. Había auténticos cazadores de zorzales
y pájaros más pequeños que se dedicaban la temporada de invierno a ello, como
Pepe el de la Pajarica,
que llenaba de trampas o costillas los campos fraileros, colocaba estos
pequeños cepos hechos por el mismo con alambres de diverso tamaño junto a los
olivos, haciendo una especie de círculo con la mano y escondiendo la trampa con
tierra por todos lados. En un pequeño alambre colocaba una hormiga o un gusano
que era el cebo para que el pájaro picara, una vez repartidas las trampas en
las fincas seleccionadas, Pepe iba casi todos los días a revisarlas, recogía
los zorzales que habían caído, les colocaba una nueva hormiga y así una y otra
vez. Casi todos los días juntaba cientos de pájaros que vendía en la tienda de
mi madre o en otros bares, e incluso a personas interesadas como Miguel Moya.
Con aquél tipo de caza se ganaba un buen dinero y, por eso, había mucha gente
que se dedicaba a ello, como los Ríos, mi tío el Curica, los Martillos. Casi en
todas las casas había alguien que ponía trampas y se sacaba unos dinerillos.
También había muchos cazadores con escopeta que mataban perdices y conejos en
los campos fraileros, especies que eran muy abundantes y se veían en el campo a
cada instante. Los cazadores venían cargados de
perdices y conejos, se los colocaban en el cinto o en los hombros para
que la gente viera lo que habían cazado. Más tarde la caza se fue más o menos
organizando. Se creó una sociedad de cazadores y un coto local para regular los
días que se podía cazar y combatir a los furtivos, abundantes en Frailes.
Conforme los fraileros iban progresando, la
caza también. De la caza de subsistencia se pasó a la caza deportiva y para el
ocio. Pero los que han tenido tierras siempre han podido organizar sus cotos
privados, como Ezequiel Mudarra o Liborio Pareja, que tenía su propio guarda
particular en el coto. Asimismom se unían algunos aficionados a la caza y
fundaban su propio coto y lo regulaban. La caza con el pájaro de perdiz ha sido
también importante en Frailes y, cada año en su época, hay mucha gente que la sigue,
pero cada vez menos.
El gusanillo de la caza sigue vivo en
Frailes, pues aún hay muchos aficionados que se desviven por hacerlo. Compran y
cuidan sus escopetas, tienen sus perros adecuados, pagan su cuota del coto o
tienen varios pájaros de perdiz para el reclamo, aunque también es cierto que
cada vez hay menos animales para cazar, porque quizás no se ha mirado lo
suficiente por el medio ambiente. Sea como fuere la gente frailera siempre ha
cazado, pues era un medio para subsistir, ya que con un conejo, con una liebre
o una perdiz, se tenia algo que llevar a la mesa. Con una docena de zorzales,
por ejemplo, se podía resolver el problema de la comida de una familia. Quiero
insistir en que, como en todos los aspectos, los fraileros han ido progresando y
adaptándose a los nuevos tiempos.
Ahora Luis Raya ha montado una empresa, una
granja de perdices que cuida junto al cortijo del Molino León, y vende miles de
perdices, o faisanes a todo el que le quiera comprar, organizando también
jornadas de caza para todo el que se las puede costear. Así, en un coto que
tiene alquilado junto al cortijo del Espinar, realiza este tipo de caza, reúne
a un grupo de gente, lo lleva a dicho coto, coloca a los cazadores en sus
lugares respectivos y les lanza perdices o faisanes para que los cazadores
puedan matarlos, después recogen las piezas y se las distribuyen entre ellos.
Finalmente, les sirve una comida y todos comen en hermandad. Por unos 100 euros
por ‘barba’, los aficionados a la caza pueden quitarse el gusanillo y pasar una
jornada haciendo lo que les gusta. Por supuesto que es una caza descafeinada
que dista mucho de ser lo que es un día de caza, pero puede servir para ello. Y
es que, en realidad, las perdices, conejos y zorzales han ido disminuyendo en
los campos fraileros, quizás porque no se han cuidado lo suficiente estas
especies y, aunque se han introducido otras nuevas, como el jabalí o la caza
mayor, tal vez el aficionado trate de satisfacer su instinto y sea capaz de desplazarse a un coto de la Mancha y pegar allí cuatro
tiros a las perdices.
Los fraileros siguen estas costumbres
ancestrales, pero la caza, como todo ha ido cambiando. Antes, como ya se ha
dicho, tenía una razón de ser y era que la gente salía al campo y buscaba la
forma de encontrar un animal para comérselo, colocaba trampas, cepos y llevaba
en el serón del burro o del mulo una escopeta para lo que pudiera surgir. Era
como juntar una pañeta de leña para calentarse, algo primitivo y vital para su
subsistencia. Los cazadores, como todos, han ido aprendiendo, saben que para
que siga habiendo animales hay que cuidar el medio ambiente, pero ya no es lo
mismo que antes. Aquellas bandas de perdices que se podían ver en los campos de
la Martina,
del Chaparral, o del Cepero, aquéllas, como las oscuras golondrinas de Bécquer
ya no volverán. De la misma manera, los conejos o liebres que se veían por
cualquier lugar han ido desapareciendo y los nostálgicos se han inventado otras
perdices y conejos que son de granja, o sea, copias o sucedáneos, algo que no es
auténtico.
Pasa como con la vida misma, que estamos
instalados en el progreso, en el Internet, no nos vemos de tú a tú, sino que
hablamos por aparatos, jugamos con humo, nos saludamos por el Facebook y no es
que sea mejor o peor, son nuevos tiempos, tiempos nuevos que hay que vivir.
Pero cazar una liebre, o un conejo o una perdiz que va volando, no se puede
hacer por Internet. Eso no es auténtico, es algo copiado, sin alma, sin
esencia. Pero ahí seguimos, tratando de ser cazadores, de ser fraileros, adaptándonos
a estos nuevos tiempos, porque todo se ha ido socializando. Hasta se llegó a
tener el agua para todos en cada casa, a disfrutar de un servicio de basura, a
poder asistir a un consultorio médico, con un galeno y un enfermero … Quiero
decir que se han ido conquistando cosas y bienes y eso es importante porque,
además de que lo que hay en Frailes debe ser de los fraileros, la Democracia y el
gobierno del pueblo han ido
imponiéndose, porque es lo más lógico y sirve para todos.
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