Ayer me encontré con Luis Alba, mi amigo de la infancia y de la primera juventud. Hacía tiempo que no nos veíamos y claro nos alegramos. A veces, las personas cambian de sitio y no se las recuerda, pero rememoro aquellos tiempos en Frailes y veo la casa de don Antonio Alba, uno de mis primeros maestros, padre de Luis, con un portón de hierro negro y con un patio acogedor. Antonio Alba me enseñó a sumar, restar, multiplicar y dividir y cuando me equivocaba me daba un coscorrón con el puño derecho, acentuando el dedo corazón, aquella escuela de la calle Huertos tenía el suelo de madera y un brasero en la mesa de don Antonio al que acudiamos en el invierno para calentarnos las manos.
Con Luis y mis amigos de la infancia pasé buenos años, aquellos veranos que haciamos guateques en el patio de su casa, con un pick up con discos de vinilo y donde nunca bailaba por mi timidez, y me dedicaba a poner discos de Renato Carrussone, Hervé Vilar, Charles Aznavour o Los Brincos. Mientras mis amigos bailaban y en los descansos tomábamos una especie de cubata que nos dejaba con el cuerpo hecho polvo.
Luis Alba tenía un tío maestro, don Florencio Alba, que también me dio clases particularesen su casa de la calle Santa Lucía, era cojo y con la muleta, a veces, nos la tiraba para que nos calláramos y atendiéramos la lección. Allí aprendía a realizar dictados y me preparé para hacer el examén de ingreso y comenzar el bachillerato. Pero, con nueve años y cuando ibamos a dicho examén a Jaén, por la carretera de la Martina, tuvimos un accidente, cerca de Valdepeñas de Jaén; el coche dió multitud de vueltas de campana y al final se fue a parar junto a una chaparra. Murió don Florencio y nos salvamos todos los demás, 9 niños y el chófer Manolo el de la Patro, hermano de Pancanto. Pero aquello se me quedó grabado en mi memoria, solo ví como una polvereda de humo negro y después romper el cristal del coche e ir saliendo uno a uno los 9 pasajeros, solo Rafa Maneque tenía un gran chichón, pero a nosotros no nos pudieron meter en otro coche para llegar a Valdepeñas. Después llegamos como héroes a Frailes. Todo el pueblo salió a ver el milagro de que estábamos vivos, con más de 20 vueltas de campana que dimos.
En aquella infancia Luis Alba era uno de mis mejores amigos, todos los días nos veíamos para jugar, después en la juventud hacíamos los guateques o ibamos a Alcalá la Real a la Belle Époque, más tarde Luis se fue a Sevilla a estudiar, se hizo médico, pero no se la especialidad, y en esas seguimos. Ahora, a veces viene a Frailes y cuando nos vemos nos damos un abrazo.
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