El frailero y
economista Luis Aceituno lleva 11 años con un corazón prestado que le hizo
cambiar sus hábitos de vida, pero le dio nuevos brios para seguir en la brecha,
ahora valora otras cosas, sobre todo la paz, compartir con amigos, volver a su
casa de Frailes y tratar de devolver todo lo que este nuevo corazón le está
dando.
-¿Cuándo empezó a sentir que el corazón le fallaba?
-Pues noté que me
fallaba el día 24 de diciembre de 1990, sentí que me presionaba mucho el pecho,
diría como si me hubiesen dado una patada, tenía 37 años y creí que era
producto de las tensiones por mi profesión de economista, dejé mi trabajo en un
banco y me puse a trabajar por mi cuenta y por ello, me fui a un hospital que
tenía un familiar y en cuanto llegué, me
hicieron un electro y me pasaron directamente a la UCI.
-¿Antes no había notado nada?
-Sí, siempre hay un
aviso, los infartos avisan, pero dan un toque de atención si uno está avisado,
tenía ganas de devolver, sentía muchas molestias, mis brazos se dormían y la
punta de los dedos estaban acolchadas, son características típicas de un
posible episodio cardiovascular, pero con 37 años y queriendo comerme el mundo,
no pensaba en eso. Me dijeron que lo tenía muy duro, recuerdo que, a
escondidas, escuché que solo me quedaban cuatro o cinco años de vida y aguanté
diez y a los diez me dio un segundo infarto el 20 de diciembre de 2000 y al
valorar los efectos en qué había quedado, mi corazón estaba al 18% y apenas
podía andar, respirar o vivir y comenzaron a deteriorarse otros pequeños
órganos y concretamente en abril de 2001 decidieron que lo mejor era optar a un
trasplante de corazón. No lo dudé un momento y consideré que eso sería mi
salvación. Estuve un mes entero haciéndome pruebas y en esperas con muchas dificultades y salí
en el mes de mayo con todo hecho y en lista de espera, en aquél tiempo se
hablaba de una espera de unos cinco meses y el 11 de agosto de 2001 me llamaron
del hospital y me dijeron que tenían un corazón para mí e inmediatamente me fui
para Sevilla, el donante era de Cádiz. Llegué me trasplantaron, tuve
incidencias de todo tipo: rechazos, dificultades: el nuevo corazón era como un
niño chico que nacía con problemas, pero cuando acabé sobre los seis meses, se
podía decir que el trasplante estaba consolidado y pregunté sobre la duración
de los remiendos que me habían puesto y me dijeron que el que había resistido
más llevaba diez años viviendo y me dije a mí mismo y a ellos que a ese le iba
yo a mojar la oreja y este año, el trece de octubre hace once años y con motivo
de ello quiero hacer una fiesta.
-¿Qué sintió cuando le colocaron el nuevo corazón?
-Me quedé dormido y
cuando desperté por la mañana noté que tenía como una bomba, como un motor muy
fuerte en mi cuerpo, pasé de tener un 18% de potencia llegar a un 80%, antes el
corazón apenas me lo notaba y cuando noté los golpetazos del nuevo corazón, más
que una emoción era un estado de gracia, estaba aislado en la unidad de
trasplantados de Sevilla y lo único que pedí que me despertaran si me quedaba
dormido para poder ver amanecer y fue una emoción muy serena, entre la
normalidad y como extraordinaria, sentía como el nuevo corazón me regularizaba
todo mi cuerpo y hacía cumplir todas las funciones de todos mis órganos que
hasta ahora se encontraban en un estado mínimo y pasaron a su máxima potencia.
No sentí nada extrasensorial, simplemente material e interno y de valorar la
importancia que tiene la técnica, donde hemos llegado y como se pueden salvar
vidas con aplicación de recursos y con la gente de los equipos de trasplantes
que es para pasarla a los altares y no otros santos que están en otros lares
porque son personas que sacrifican sus vacaciones y operar hay que hacerlo a
las pocas horas y es curioso porque quien me trasplantó a mi fue una mujer de
34 años y es hermoso saber que en Andalucía tenemos gente tan capaz que además
hacen bien los remiendos.
-¿Cuántas pastillas toma al día?
-En total veintidós
pastillas y mire, el motor funciona bien pero necesita los inmunosupresores, son
drogas y la misión que tienen es dormir las misiones para mantenerlas a raya
para que no se coman el órgano ajeno que me colocaron. El cuerpo es tan sabio y
tan complejo que sabe que eso no es suyo y lo quiere expulsar y la técnica que
se emplea es la misma que utilizaba el doctor Barnat y unos se morían a los
tres meses, otros a los seis, hasta que llegó alguien y descubrió que no pasaba
nada y que era un nivel de compatibilidad de todos los componentes del cuerpo y
fue cuando aparecieron los inmunosupresores y cuando se comenzó a tener una
vida razonable. Pero me tomo las pastillas con alegría, aparte de que son tan
listas que cada una sabe a donde tienen que ir pero es muy importante tener un
método para no complicarme la vida en las diversas tomas.
-Cómo ha sido su vida desde el trasplante?
-Mucho, lo primero
es el cambio en la vida profesional que se ha traducido en una casi inactividad
aunque últimamente estoy demasiado hiperactivo porque mi hija está reactivando
el despacho de economista que antes tenía y un padre si tiene alguna misión es
poder ayudar a su hija y a los demás, a todo el mundo porque creo firmemente
que no te regalan un corazón (quién sea la Providencia, la ciencia, la
generosidad) para que se deje nada más que para uno, hay que cuidarlo para
poder hacer lo que pueda sino no tiene sentido, todo ese esfuerzo que hace la
sociedad hay que revertirlo, en lo que se pueda, a la sociedad, lo que sí es
cierto antes donde había unos criterios puramente economicistas, ahora lo hago
con una conciencia plena de que estoy pagando lo que debo y ayudar al que
pueda.
-¿Qué valora actualmente y cuales son sus prioridades?
-La paz, la paz. La
paz porque ella lleva todo lo demás. Ella lleva a estar bien con la familia,
lleva a no tener problemas económicos, para tener paz no hace falta ser rico,
también lleva a qué los amigos me sigan apreciando y siga haciendo otros
nuevos, me lleva a estar bien con los organismos públicos que estén aportando
algo. También la paz lleva a que si hay que criticar algo, no me calle ni me lo
coma por conveniencia. En fin, es esa paz en la que me siento que estoy
haciendo lo que debo y que pido que si me equivoco que me orienten para
corregir. Me he quitado de muchas soberbias, muchos encabezonamientos, es
difícil dejar de ser como uno es, pero antes hacía más de sostenella en vez de
enmendalla y ahora intento enmendalla antes que sostenella.
En fin, yo antes a
mi trabajo le dedicaba el 90% de mi vida, ahora al trabajo no, porque entre
otras cosas no puedo y valoro mucho las amistades y la tranquilidad y hacer
cosas positivas que vea que revierten en bien para los demás y eso me llena,
con un límite no me gusta hacer el indio, hay que dar con mesón y sabiendo que
es aprovechado, porque encima te toman por tonto. Lo que si es verdad que los
handicaps, los defectos personales, lo que uno tiene, lo acompañan también,
porque el cambio de corazón es un puro elemento material que no te incorpora
nada porque no hay una aportación de genes que cambie tus estructuras, lo que
sí cambia es la actitud. El no haberme muerto ha posibilitado que haga cosas
que de otra forma no hubiera hecho, pero no son grandes proyectos sino terminar
los que tenía iniciados y seguir siendo útil. Ahora, cosas como un amanecer, un
atardecer son de otra forma. Tengo que resaltar que el corazón que tengo es de
Cádiz y estoy enlazado con Cádiz, no he conectado con la familia ni tengo
intención, los quiero sin conocerlos y ya está.
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