Alcalá la Real sigue caminando hacia adelante, las decisiones las toman unos pocos pero en el futuro puede que haya más gente que pueda hacer más cosas por el municipio. En estos últimos cuarenta años la política que se ha hecho, le ha correspondido al PSOE porque ha sido votado por los ciudadanos una legislatura tras otra y de eso se jactan los dirigentes socialistas porque ese apoyo es esencial; los vecinos vamos aprendiendo, al principio se lucha por asuntos personales, pero eso no soluciona la cuestión, es necesario que gran parte de los ciudadanos puedan tener un proyecto común que sirva para el mayor número de personas posible. Pero a lo que verdaderamente hay que contestar, es lo que desean los alcalaínos y creo que quieren que haya trabajo, educación, sanidad y que la ciudad y las aldeas sean un espacio en el que se pueda vivir; porque puede que algunas personas prosperen, les vaya bien en su trabajo, sus negocios, en su vida, pero si la mayoría no lo hace, esto puede ser un fracaso. Los gobernantes tienen la obligación de tener proyectos que incumban al mayor número de alcalaínos, establecer una serie de prioridades para invertir en ellas; todos sabemos que se gasta mucho dinero en fiestas, ferias, en deporte; se dan ayudas a diversos colectivos, pero la democracia creo que es otra cosa, porque lo que tienen que hacer los políticos que gobiernan, son las cosas esenciales y lo más importante, es que todos los alcalaínos tengan un techo, una subsistencia que los haga ser personas, con derecho al respeto y a la correspondiente dignidad.
Se ha avanzado mucho en estos cuarenta años, hemos aprendido muchas cosas, Alcalá la Real se ha pintado con un brillo especial; el progreso ha traído de todo, todos queremos lo mejor pero no sabemos qué es lo mejor o cada cual cree que su opinión es la más acertada; tenemos hospital, colegios, fiestas, procesiones, ferias, bibliotecas, maestros, libros, espacios; tenemos la fortaleza de la Mota, el Edificio Joven, el Centro de Salud y Deportes, la Casa Pineda, la Virgen de las Mercedes, el Llanillo, las Cruces, la Avenida de Iberoamérica; pero hay que seguir trabajando por unos valores ciudadanos compartidos y luchar contra la individualidad. Mirar a nuestro alrededor y saber quiénes somos y luchar por unos fines loables que repercutan en el mayor número de personas; que no haya alcalaínos de primera y de segunda fila. Sigo recorriendo estas calles, hablo con gente de todas clases y condiciones; me siento bien entre estas gentes, cada uno es único; he ido conociendo, cada vez más, a muchos de los que habitan esta ciudad, nadie es imprescindible ni perfecto, como siempre me he equivocado muchas veces, he tenido algunos errores de bulto que he tratado subsanar pero algunos no he podido.
En Alcalá la Real sigo aprendiendo de gentes sencillas que cada día se levantan para hacer algo importante, y a pesar de que mi cabeza se va deteriorando como es normal y natural, salgo por las mañanas a andar y pienso en las cosas que pueden ser buenas para esta ciudad, le tengo fe a esta antigua fortaleza, a esta frontera por donde pasaron muchas gentes, porque estudié aquí, viví aquí años importantes de mi vida, jugué aquí y volví en el año 1993. Quizás no haga todo lo que puedo pero trato de influir para que todo salga mejor.
Mi madre, María la Betuna, me inculcó el amor por Alcalá la Real cuando era un niño, ahora sigo teniendo esa ilusión como en aquellos años, cuando venir a Alcalá era un privilegio, mis ojos no paraban de mirar estas calles, el cine, la Safa, el Palacio Abacial, los escaparates del Llanillo, la primera televisión, los recreos en el Paseo de los Álamos, los helados de los Ferreira, los dulces de la pastelería la Terraza, Casa Isabelilla, las tiendas del Trompero, Antoñito Gutiérrez o la cerámica de Baltasar. Volver a pasear por el Llanillo, con los electrodomésticos de Arjona, los zapatos de la familia Moya, el Casino de los ricos, la antigua biblioteca que estaba en el lado izquierdo del Ayuntamiento, los partidos de fútbol en el campo de la Safa, los autocares Contreras, la Belle Epoque, los Canarios, la gasolinera de la carretera de Granada, la calle Real y el antiguo Mercado de Abastos, el guarda de tráfico con su silbido y su gorro de lata en la cabeza, mi amigo Chilanca comiendo pescado crudo en un banco del parque. Aquella Alcalá la Real era hermosa o a mí me lo parecía, y los recuerdos se van agolpando en mi mente. Y sigo viendo la Alcalá que conocí de niño, con esta que comparto ahora de mayor; los sitios no son los mismos o quizás sí; veo el teatro Martínez Montañés y allí estaba entusiasmado con aquellas películas, ahora voy para actos políticos, religiosos o de ocio.
Ahora se mira mucho el aforo, si ha venido gente o no; antes había que ahorrar para ver aquellas películas que me tenían emocionado durante toda la proyección. Se siguen mezclando las imágenes, aquella Ciudad de la Luna, donde vi darse un beso a dos enamorados que estudiaban en el COPEM, con algún compañero de Frailes y nos quedábamos callados viendo aquella escena amorosa. Sigo viendo el hotel los Tres Amigos, donde hoy está el bar Alaska, que lo regenta un frailero; me gustaba sentarme en la barra de aquel hotel y ver la gente pasar, había un camarero de raza gitana que era muy espabilado, ahora me encuentro con algún gitano en el Paseo y me llama la atención, me dice otro nombre que no es el mío y lo que quiere es dinero, al final me pide que le de cinco euros para pagar el recibo de la luz, alegando que se la van a cortar, yo le digo que no tengo dinero y le alargo una moneda de euro, se fue hablando solo o quizás maldiciéndome. Me habla de que quiere trasladarse a vivir a Frailes y me pregunta por el nombre del alcalde para pedirle una casa. Yo pienso entre mí que pensará este hombre que en Frailes las casas están abiertas para que se meta cualquiera, como si allí ataran los perros con longaniza.
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