Alcalá la Real es un conglomerado de voluntades que camina hacía una esperanza de vida. Hay unos que luchan por tener una gran Semana Santa, otros que trabajan porque el municipio sea conocido en todas partes, los hay que se pasean por sus calles, algunos elaboran productos únicos que solo se hacen aquí, varios tienen negocios comerciales, otros restaurantes y bares, pocos una librería; Juan José tiene una peluquería y es un forofo de los coches histórico y los colecciona. Hay pintores como José Sánchez, Paco Montañés, Antonio Campaña, Sebastián Rosales y Paco Carmona.
En la carretera de Granada no había más que campo, después se fue poblando y se llamó la Avenida de Andalucía. Conocí a Miguel Contreras que fundó la empresa de autocares; a Jesús Vico que tenía una oficina en el Llanillo y vendía automóviles Citroën; a Juan Ferreira que era el concesionario de las cervezas Alcázar de Jaén y vendía su mercancía por los pueblos limítrofes como Frailes, tenía un almacén en la Avenida de Europa, junto a la farmacia de Tutau; a Antoñito Gutiérrez que regentaba una tienda en la plaza del Ayuntamiento y su hijo estuvo estudiando el bachiller en el COPEM, la tienda de Montañés también estaba en la plaza Consistorial y en los escaparates veía chocolate de bollo, liado en papel reluciente, me gustaba comprar de aquel chocolate que algunos le decían turrolate, se exhibían los mantecados y polvorones, así como las conservas más deliciosas; junto al cuartel de la Guardia Civil estaba la clínica de don Juan que operaba de los huesos a las criaturicas, no me gustaba aquel lugar porque allí operaron a mi padre y no quedó bien de su pie lastimado. Había un hombre que se llamaba Ibáñez en la calle Figueras que vendía bicicletas y una vez lo buscó la policía porque decían que era del Partido Comunista. En la parada de autobuses de San Antón montaron un bar un par de hombres que venían de Jaén, ponían unas tapas muy ricas y la gente acudía allí para disfrutarlas.
Casi siempre estaba lleno, uno de ellos se llamaba Joaquín, el otro no me acuerdo, después pusieron un bar restaurante en la Avenida de Europa, y este local se fue abriendo y cerrando en diversas etapas, una de ellas fue la de Eduardo, un joven árabe que lo impulsó y abrió una terraza por detrás, después fue alquilado por otras personas pero duraron poco tiempo. El frailero José Castro se trasladó a Alcalá la Real y montó una panadería que después fue seguida por sus hijos Pedro y Marieta, ellos multiplicaron los locales y colocaron tiendas en diversos lugares de la ciudad, dos en la Avenida de Europa, otra tienda en el Llanillo, un hijo de la Dolores del Escandaloso repartía este pan por Alcalá la Real con una furgoneta y me saludaba cuando me veía, después volvía a su casa de Frailes cuando terminaba su trabajo. Antonio Barquero jugaba conmigo en la calle Alférez Utrilla, tenía una bicicleta pequeña pero era bonita, me la dejaba y corría por aquellas calles nuevas de los años sesenta del pasado siglo, mientras su hermana mayor me ayudaba a estudiar las asignaturas de segundo de Bachillerato y los hermanos Corrales se peleaban con los fraileros que vivíamos en la casa de los Barquero. Su tío Krispiniano era pintor y vivía en La Pedriza, lo conocí y presentó alguna exposición en el Convento de Capuchinos, su casa de la aldea estaba llena de cuadros.
Paco Cigarrón tenía un almacén de bebidas en la calle Mesa y con un camión repartía bebida por los pueblos y aldeas. A Frailes iba todas las semanas, llegaba a la taberna de mis padres y en una libreta apuntaba el pedido y a otro día iba con el camión y llevaba los artículos que le habían pedido los diversos establecimientos. Fui a aquel almacén varias veces y había camiones grandes que estaban descargando la mercancía. Estaba el padre de Paco y después se hicieron cargo del negocio sus nietos. Conocí a Andrés que fue candidato a la Alcaldía por el PP y le gusta hacer deporte y corre pruebas cuando le dejan tiempo su negocio. Lo veo por estas calles alcalaínas visitando a sus clientes, como antes hacía su padre. Ahora Paco está jubilado y lo veo en la Biblioteca leyendo periódicos o por el Paseo de los Álamos. Se juntaba con Santi el Pescaero, al que le tocó el premio de la ONCE y se reían e iban juntos a tomar una cerveza. Me llamaba Campos y me recordaba algunos momentos fraileros, me decía que me había conocido cuando yo era muy pequeño.
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