Los hombres del Marino no dicen nada, van y vienen desde donde duermen, hacia donde pasan el día, ellos son un termómetro de la sociedad alcalaína a nuestro pesar. Hemos gastado miles de euros en alumbrado de Navidad, otros pocos euros en la Cabalgata, hemos comido todo lo comible, hemos usado el Silo para Navilandia, hemos comprado regalos para nuestros seres queridos y ahora compramos otras mercancias en las rebajas.
Los hombres del Marino siguen ahí, los he visto tomando bebidas en un bar frente a la Estación de Autobuses, los he visto con sus móviles y escuchando música, los he visto paseando con sus zapatillas de deporte.
Los hombres del Marino se irán cuando acabe la aceituna, son libres y viajarán a otro sitio a buscarse la vida.
Nosotros nos quedaremos y volveremos a celebrar Etnosur, tendremos festivales de Agosto y habrá una procesión cada día de la Semana Santa.
Pero, de nuevo, la historia alcalaína se repetirá, en mi mente consevaré que el problema de los hombres del Marino no se ha solucionado, o sí.
Los hombres del Marino siguen viviendo en condiciones infrahumanas, pero no tienen tuberculosis. Estémos tranquilos, con las conciencias sosegadas, pero los hombres del Marino siguen andando y duermen cada noche entre ventanas libres al viento. Estos hombres no son decisivos porque no votan. El problema es complejo, hasta ahora no ha tenido solución. O sí, los hombres del Marino, quizás seamos todos.
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