Querida Nerea.
Aquél día cuando naciste, nos hiciste madrugar, comenzaste a interesarte a
salir a la vida sobre las cinco de la mañana, pero hasta las nueve de la noche
te hiciste esperar. No sabía lo que era ser padre, todo me llegó como me llegan
siempre las cosas, sin avisar, teniendo que dar la cara.
Cuando saliste del
hospital había un sol en lo alto del Maternal y los sudores de tu crianza
comenzaron a aflorar. No tenía ni idea lo que había qué hacer, pero todo fue
saliendo según el guión. Cada día era un sobresalto, te miraba y miraba para
ver si te salía algo raro, muchos días salíamos corriendo hacia el centro de
salud porque te había subido la temperatura, otro día te pillaste un dedo con
una puerta y creímos que perdías una falange; por la noche estabas despierta
hasta la una o las dos de la madrugada y te levantabas a las once. Fue todo un
cambio en mi vida, la llegada de tu vida.
Eras lista y lo
sigues siendo, con unos días mantenías la mirada y la gente se extrañaba, a mí
me parecía que era normal. Comenzaste a caminar con pocos meses, creo que a los nueve o a los diez, y hablaste muy
pronto, me llamabas Tanti, Tanti. Cuando comenzaste a andar la cosa fue más
peligrosa, arramblabas con todo, tuvimos que poner muchos seguros en las escaleras
para evitar problemas.
Me gustaba salir contigo
a la calle, con el carrito, te llevaba por la carretera de Frailes, por la
fuente Elvira, íbamos a ver a la Rosita, pero no había forma, te peleabas con
ella.
Lo más doloroso fue
cuando te llevé a aquella guardería de Priego, porque mamá trabajaba allí, te
tenía que despegar de mi pecho, porque no querías entrar allí. Me iba
desgarrado para Frailes. Después en Alcalá, te llevaba al Alonso Alcalá todas
las mañanas, antes te preparaba el desayuno mirando la tele.
Recuerdo un viaje
que hicimos a Benidorm, estuvimos casi diez o doce horas en un autobús, no
hablaste en todo el viaje, y solo cuando llegamos, dijiste ¡coño¡, ¡coño¡,
¡coño¡. Habías cumplido dos años.
Te quise programar
tu vida en tus años de infancia, tratando de que aprendieras a tocar el piano,
montar en bicicleta o aprender inglés, pero cada una de estas cosas las fuiste
dejando.
Lo que más te
gustaba, es que te leyera un diario que te íbamos haciendo cada día, allí
apuntábamos lo que hacías y las enfermedades que ibas pasando, me decías que te
lo leyera una y otra vez.
Después, fuiste
creciendo y te hiciste firme defensora de las cosas bonitas, siempre te llevo
en mi pensamiento, me emociono cuando te recuerdo, es decir me paso el día
emocionado. Me gusta que me escribas cuentos, que me encargues que cuidara de
tu gata Asia, que vengas a verme y comamos juntos, que me cuentes tus
proyectos. Y, en fin, yo aquí estaré pensando en ti, tratando de decirte que te
quiero, de ver como va tu vida, de celebrar tu cumpleaños, y en este nuevo
cumple solo te quiero decir que te quiero. Feliz cumpleaños, Nerea.
De las mejores personas que he conocido en los últimos años. Y nunca me cansaré de pepitogrillearle!!!!
ResponderEliminarA Nerea y a tí,felicidades. Paco Y Cristina.
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