Aquellos días de la
infancia en el barrio Corral, mientras corríamos por las calles terrosas, nos
unieron para toda la vida. Tú vivías con tu abuela Frasquita en aquella casucha
humilde frente a mí, nos veíamos y seguíamos corriendo por la plaza, por las
huertas. En aquellos tiempos de miseria, con pantalones de pana ni cortos ni
largos, atados con un cinturón de tomiza.
Pero donde más
disfrutábamos era en los Cantones, visitando a tu abuela Paz, desde allí
dominábamos todo Sotorredondo y aquella cueva, donde vivía tu abuela, era como
un palacio con pan duro cuando corríamos por aquellos montes, llenos de flores.
O bajábamos a beber agua a aquella pequeña fuente que había que agacharse para
tomar el agua con las manos.
Después vendías
pipas, caramelos, chicles en el Cinema España, con aquella bandeja que te
colocó Fermín, e ibas del gallinero a los palcos, y visitabas las butacas.
Colocabas las pizarras de los estrenos del cine y te miraba desde la tienda de
mi madre.
Otro día ya
proyectabas las películas y me dejabas entrar en aquél santa-sanctorum donde
estaba la gran máquina que despedía las imágenes y se proyectaban en la
pantalla.
A veces,
desaparecías y te hiciste trabajador de una fábrica de harina en la Ribera
Alta, recuerdo que un día fui con mi hermano Antonio a por aquellos sacos de
harinilla para los cerdos y tú manipulabas aquellas piezas grandes y tenía
envidia porque ya eras como un hombre con trabajo, pero lo que verdaderamente
te gustaba, era estar en la sala de proyecciones del Cinema España.
Otro día, me
dijiste que te ibas a Ibiza a trabajar, y con el paso del tiempo te convertiste
en un señor de los fogones y me contabas que hacías comida para 4.000 personas,
yo ni me imaginaba como se puede dar de comer a tanta gente.
También recuerdo
tus amores, cuando me contabas tus andanzas y tus proyectos en el arte de
Cupido.
Ahora, ya somos dos
personas mayores que hemos ido recorriendo nuestras vidas, ahora nos vemos de
vez en cuando, nos abrazamos y nos ponemos a contar nuestros achaques, ahora
pensamos en el futuro de nuestros hijos y en la jubilación. Cuando seamos más
mayores nos iremos al Cinema España y proyectarás alguna película para mí, y en
el descanso sacarás tu bandeja y me venderás alguna chuchería, mientras Nat King
Cole cantará aquella canción de los descansos que aún tengo grabada en mi
mente.
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