Nadie ni nada
podrá parar la fuerza de la vida. Los charnegos ya no mandan en Las Ramblas.
Hay un nuevo ejército de mujeres y hombres que tratan de conquistar Barcelona.
Cualquiera puede visitar Las Ramblas Catalanas y podrá darse cuenta que miles
de personas pasan cada día por allí: chinos, japoneses, latinos, hindúes,
personas de todo el mundo pasean sus cuerpos por aquellas aceras, de arriba hacia
abajo y viceversa. Son gente preparada que habla idiomas, con ganas de
trabajar, que luchan contra el desaliento y que día y noche laboran sin cesar.
Han sido capaces de dejar sus lugares de nacimiento y tratan de encontrar
un sitio en este mundo. No les importa las inclemencias de toda índole, ellos
se adaptan a todo tipo de vicisitudes y aprenden rápido. Armados de paciencia,
sabiendo lo que quieren, son los protagonistas de esta nueva historia. Por
aquellas calles que conducen a la Barceloneta; en tiendas, en supermercados, en
restaurantes de todo tipo, allí están ellos; ofreciendo camisetas de Messi o de
Ronaldo; vestidos con traje o camiseta, lanzando al cielo baratijas resplandecientes
se están convirtiendo en los protagonistas de la vida barcelonesa.
Barcelona es una diagonal bien comunicada, llena de gente que busca
trabajo, van vestidos de todos colores y su empuje no tiene límites ni los
tendrá. En Barcelona hay un gobierno de la Generalitat que está enfrente de
otro municipal que rige la alcaldesa Colau. Hay una catedral cerca del mar,
donde van a rezar los nostálgicos del postfranquismo y del republicanismo.
El barrio gótico está lleno de monumentos, con calles estrechas, plazuelas
con locales para beber y esperan la
noche para salir airados. Hay verdaderos artistas que luchan con un aro y lo
doblegan y dan piruetas inverosímiles, confundiéndose con el asfalto. Todos los
días entrenan y por la noche cantan canciones mexicanas o van a Montjuic para
disfrutar con el espectáculo del agua, mientras las voces de La Caballé y de
Mercuri se han convertido en un himno a la emoción de miles de pueblos que
caminan por sus calles.
Allí sigue intacto el dios Gaudí con miles de seguidores que cada día van a
verlo y admiran sus obras, mirando al cielo y los más apasionados entran a la
Pedrera o a la eterna inacabada Sagrada Familia y se postran en sus paredes.
Allí sigue Colón con su dedo dirigido al nuevo mundo, cuando los habitantes de aquellos mundos están
viviendo en Barcelona.
En Barcelona está mi amigo Paco González que cada día recorre varios
kilómetros, fue un charnego que trabajó duro y ahora juega al tenis en un club
particular y cuida su cuerpo como si de una perla se tratara.
Allí, ví banderas , colgadas en los balcones, pero no son suficientes para
derrotar a la fuerza del destino.
En Barcelona hay de todo. Mujeres, hombres, niños, mayores, mercados, grandes y anchas avenidas. Puerto de mar donde llegan cruceros a diario, donde los enamorados buscan un lugar para comer arroz y darse besos. Allí hay alegría, ferias y fiestas, trabajo y libertad y cada uno busca su sitio como una ciudad universal hecha con los barbaros de todas las ideologías y donde llega lo mejor de cada casa.
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