A las seis
de la tarde, unos nubarrones negros se interponían en el cielo
alcalaíno. Los cofrades miraban el cielo y muchos eran optimistas para sacar,
por fin, a la Virgen de la Esperanza. Decenas de personas con sotanas blancas y
túnicas verdes iban dirigiéndose a la iglesia de Consolación, niños vestidos de
cofrades, mujeres con peinetas, velas grandes, muchas velas.
La puerta
del templo de Consolación estaba cerrada y permaneció cerrada hasta pasadas las
20.30 horas. Sonidos de trompetas, martilleo de tambores, recorrían la Tejuela
alcalaína, trajes azules los de los músicos, soldados romanos conlanzas y
hachas. Todo estaba preparado, dentro en la iglesia se oían a los costaleros, un
hombre con túnica verde se acercó a la puerta de la iglesia y llamó varias
veces, las puertas del templo se fueron abriendo, de par en par, un costalero
con los pies descalzos se atrevió a salir a la calle, miró al cielo y cuatro
estrellas tímidas salieron en lo alto.
La gente
se fue arremolinando junto a la iglesia, la fuente de la Mora se fue llenando
de más gente y la afluencia por el Llanillo cada vez iba ‘’in crescendo’.
Salieron los cofrades con cruces brillantes, una hilera a la derecha y otra a la
izquierda, un capataz iba ordenándolos. Jesús en la Oración del Huerto estaba
en la iglesia, fue saliendo poco a poco, el capataz fue dictando ordenes
tajantes, a la derecha, un poco por arriba, ahora, iba gritando y Jesús fue
esquivando todos los recovecos, a fuera lo esperaban una gran muchedumbre, los
aplausos se adelantaron y las trompetas volvieron a tocar.
Después, se hizo el silencio, fueron
preparando las andas de la Esperanza, encendieron todas las velas del trono, de
rodillas fueron sacando a la Esperanza, en una gran estrechez, se arrastraron
pero poco a poco la Virgen fue saliendo a la calle, el estruendo de aplausos,
de trompetas, de tambores fue unánime, al fin, la Esperanza estaba en la calle,
en la Tejuela.
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