Las mascarillas han cambiado el
mundo, ahora parece que estamos todos los días de Carnaval pero todos con el
mismo disfraz, aunque con distintos colores. A veces olvido colocarme la
mascarilla al salir de mi casa. El Ayuntamiento alcalaíno me ha regalado un
pack de diez mascarillas, por estar empadronado en este municipio y porque
tengo más de sesenta y cinco años. Se riegan las calles con desinfectante. No
nos vemos las caras y a veces si alguien nos dice adiós, no sabemos quién es y
le contestamos o no. Los bares para ser rentables ahora deben tener una buena
terraza y la gente acude a ellos a tomar algo y a tratar de impregnarse de
normalidad. En los hospitales, ahora, atienden mejor, será porque no va mucha
gente o porque nos hemos vuelto más amables, o por otra causa. El Estado, de
nuevo, incentiva la compra de coches. El País cambia, otra vez, de director, Soledad
Gallego-Díaz ha durado poco tiempo y a
Maruja Torres le han vuelto a dar la patada en el culo y ha dicho ella
que ‘no tengo el coño para ruidos’. ¡Vaya con el periodismo dirigido! Todo sea
por la pandemia dichosa. Estamos en un mundo irreal, no hay fiestas, no hay
procesiones, no nos vemos como antes, algunos hemos engordado y encima han
quitado las fronteras en las rotondas del Portichuelo y de la Fuente del Rey.
El Equipo de Gobierno alcalaíno se da prisa por inaugurar obras, como la del
parque de los Sauces, para tratar de sumar infraestructuras en esta legislatura
que el corona virus la ha reducido, aunque los socialistas, o algunos, dirán que
esa obra es de su herencia pasada, por el impuesto de sucesiones. También, les
ha dado por visitar empresas y poco a poco las irán conociendo todas. El otro
día me encontré a Baldomero Andreu, hacía tiempo que no lo veía y le pregunté
por la salud y por el trabajo, me dijo que en su vida había trabajado tanto y
que los Servicios Sociales le entusiasman. El verano se ha presentado atípico,
no ha habido Corpus, ni san Antonio, ni feria ni ná y continuará así, sin
Etnosur y sin perspectivas de ir de vacaciones, porque irse fuera, ahora es
incierto y habrá que ahorrar por si el rebrote del virus viene pronto, será un
nuevo palo para la salud y la economía. Cuando me encuentro a alguien, no sé
cómo saludarlo, si ponerle el codo, la rótula o el peroné, o hacerle un guiño
de complicidad, y la mayoría de las veces no veo a la gente, porque llevo la máscara
y las gafas y éstas se me empañan y no hay manera de ver las imágenes nítidas. Yo
ya estoy en el grupo de los viejos, y además con riesgos colaterales, en poco
tiempo mi status ha cambiado, no sé si habrá sido como consecuencia del virus o
del paso del tiempo, pero me siento más libre, más suelto, con menos
responsabilidades y sobre todo consumo menos y eso es un alivio.
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